Populismo contra democracia
No son dos sistemas de gobierno distintos, sino dos formas de Estado diferentes. El ¨¦xito inicial de Podemos se asienta en criterios f¨¢ciles: contraponer los malos a los buenos. Su objetivo es ocupar el Estado
No se habla hoy de populismo por una moda desconectada de la realidad, sino porque est¨¢ ah¨ª, en Europa y en Espa?a. Para muchos viejos dem¨®cratas espa?oles, el populismo es hoy una gran tentaci¨®n: ya que la democracia liberal y pluralista no funciona bien y no se hacen esfuerzos suficientes para regenerarla, demos pasos hacia una democracia populista que ser¨¢ de mejor calidad, m¨¢s directa y participativa, con el ciudadano como aut¨¦ntico sujeto.
?Es ello cierto? Es m¨¢s, ?podemos hablar de ¡°democracia populista¡±? ?El populismo es una forma de democracia tal como en Europa la entendemos desde la II Guerra Mundial? Pienso que no, creo que el populismo es algo bien distinto, tanto en sus fundamentos como en sus valores y fines. Es m¨¢s, el populismo es una degeneraci¨®n progresiva de la democracia misma y, si llega a ganar unas elecciones, siempre intenta hacerse con todo el poder del Estado y cambiar las reglas del juego pol¨ªtico para instaurar un sistema distinto que, probablemente, ya no puede ser denominado democr¨¢tico.
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Por todo esto, en Espa?a el populismo pone en cuesti¨®n la Transici¨®n pol¨ªtica, consider¨¢ndola un simple cambio cosm¨¦tico del franquismo, una mera continuidad del mismo, y se propone iniciar un nuevo proceso constituyente cuyo fin es aprobar una nueva Constituci¨®n. El populismo, as¨ª, no es una nueva manera de entender la democracia, sino un movimiento que pretende acabar con ella.
Ciertamente, el t¨¦rmino populismo ha sido usado con distintos significados en diferentes contextos hist¨®ricos y geogr¨¢ficos, algo que no es casual. ?Hay alguna semejanza entre el populismo de los narodniquis rusos del siglo XIX con el fascismo y el nazismo, del anarquismo con el peronismo, del jacobinismo con el nacionalismo, de Pablo Iglesias con Artur Mas? Sin duda la hay, a pesar de tener contenidos tan diferenciados. Lo com¨²n a todo populismo no es una ideolog¨ªa substancial ¡ªderechas o izquierdas, por ejemplo¡ª sino una estrategia para acceder y conservar el poder, lo cual le permite cobijar ideolog¨ªas muy distintas, siempre que coincidan en que la causa de todos los males es una y s¨®lo una, sea el zar o el rey, la propiedad, la religi¨®n, la oligarqu¨ªa financiera, las ¨¦lites pol¨ªticas o la opresi¨®n nacional. Siempre debe ser una causa simple, emocionalmente sencilla de entender y racionalmente dif¨ªcil de explicar con buenos argumentos.
Si es as¨ª, si se trata de algo tan simple, emocional y poco argumentado, ?c¨®mo es que el populismo prende con tanta facilidad? La raz¨®n est¨¢ en su origen. Se justifica porque el sistema pol¨ªtico de un determinado pa¨ªs funciona mal, no soluciona los problemas de amplios sectores sociales ni da respuestas a sus demandas. El ¨¦xito inicial de Podemos no se explica sin la crisis econ¨®mica, el paro, la corrupci¨®n pol¨ªtica y el desprestigio de los grandes partidos. Por tanto, hay causas para el cambio; la cuesti¨®n es si este cambio debe consistir en una reforma del sistema o en una ruptura del mismo.
Tanto Pablo Iglesias como Artur Mas plantean causas simples y emocionalmente sencillas
Ciertamente, el populismo, con sus pretensiones de radicalidad democr¨¢tica, lo que quiere es cambiar el sistema de ra¨ªz aplicando unos criterios muy simples. Se trata de contraponer los malos a los buenos: el mal est¨¢ en las ¨¦lites, el bien en el pueblo; el objetivo es que dejen de gobernar las ¨¦lites y pase a gobernar el pueblo. ¡°Nosotros, los populistas, representamos al pueblo, no porque este nos haya votado, sino porque lo conocemos bien ya que somos parte del mismo y, por tanto, sabremos defender sus ¡ªnuestros¡ª aut¨¦nticos intereses¡±. Este es el planteamiento inicial, sencillo de comprender por la v¨ªa emocional.
?Qui¨¦nes forman parte de las ¨¦lites? Los grandes poderes econ¨®micos, especialmente la banca y las grandes empresas globalizadas, y los pol¨ªticos que alternativamente van ocupando los sucesivos Gobiernos. A ambos, a empresarios y pol¨ªticos, a los que forman la casta, los unen intereses entrecruzados que son distintos y contrapuestos a los intereses del pueblo. ?Y qui¨¦n forma parte del pueblo? El resto de espa?oles, aquellos que no son casta, los expoliados por esta, la buena gente perjudicada por la voracidad de las ¨¦lites econ¨®micas y pol¨ªticas, corruptas por naturaleza. El pueblo, as¨ª, est¨¢ unido porque tiene un enemigo com¨²n, la casta, y las contradicciones que pueda tener en su seno son de car¨¢cter secundario si las comparamos con la principal: el antagonismo casta/pueblo, ¨¦lite/gente.
No hay que darle muchas vueltas a la cuesti¨®n, resolver el problema es sencillo: basta con que gobierne el pueblo y deje de gobernar la casta, hay que sustituir la una por el otro. Por ello, los populistas empiezan como partido pero enseguida quieren constituir un movimiento, no quieren ser parte de un todo sino el motor de ese todo. El pueblo, aquello que no es casta, no est¨¢ dividido sino unificado por un inter¨¦s com¨²n: su antagonismo con la ¨¦lite. Este partido que debe convertirse en movimiento ser¨¢ el ¨²nico capaz de defender ese inter¨¦s, de defender al pueblo. Para ello no basta con tener representaci¨®n en el Parlamento, ser oposici¨®n, coaligarse con otros partidos, en definitiva, hacer pol¨ªtica: es preciso ocupar el Estado, hacerse con todo el poder, no en vano es el verdadero representante del pueblo.
La siguiente tentaci¨®n de que el movimiento lo encarne un l¨ªder con el argumento de que el pueblo quiere rostros conocidos, conf¨ªa m¨¢s en las personas que en las ideas, necesita dirigentes que s¨®lo con mirarles a la cara ya se adivine que se trata de hombres buenos y honrados, igual que quienes forman parte de la casta, s¨®lo tambi¨¦n con mirarles, ya se ve que son aviesos y corruptos, simples aprovechados, la pura encarnaci¨®n del mal. Todo debe ser sencillo, transparente, al alcance de todos, como son la vida y la pol¨ªtica en los malos canales de televisi¨®n.
El modelo democr¨¢tico es liberal, mientras que el populista tiende a ser totalitario
La democracia, tal como la conocemos, es lo contrario. Se trata de un sistema pol¨ªtico muy defectuoso, necesitado de correcciones, consciente de que nunca alcanzar¨¢ la perfecci¨®n. En la democracia, nada es sencillo sino que todo es complejo, es lenta en sus actuaciones pero segura en sus decisiones, tomadas tras un proceso p¨²blico racional y argumentativo. Para la democracia, el pueblo no es un todo unificado sino un conjunto plural de personas y grupos con intereses diversos, conflictos internos continuos que, precisamente, intentan resolverse por las v¨ªas democr¨¢ticas previstas, mediante componendas a veces nada f¨¢ciles. El Estado, por su parte, es un conjunto de ¨®rganos sometidos a normas jur¨ªdicas, no representa al pueblo ¡ªs¨®lo uno de estos ¨®rganos, el Parlamento, es su representante¡ª, y cada ¨®rgano emite mandatos vinculantes y, adem¨¢s, se controlan mutuamente desde el punto de vista pol¨ªtico ¡ªel Parlamento al Gobierno¡ª y jur¨ªdico ¡ªlos jueces y magistrados a todos los dem¨¢s¡ª.
Por tanto, la democracia no es s¨®lo el poder del pueblo sino, adem¨¢s, un sistema org¨¢nico de controles mutuos. Las decisiones pol¨ªticas no son producto de una sola voluntad sino de un proceso en el que act¨²an voluntades diversas con funciones ¡ªlegislativas, ejecutivas y jurisdiccionales¡ª muy distintas. Para la democracia el Estado es un engranaje complejo, un instrumento cuyo ¨²nico objetivo es que las personas sean libres e iguales. Para el populismo, el Estado es un instrumento que conoce previamente cu¨¢les son los intereses del pueblo y, por tanto, no necesita debates ni controles para garantizarlos.
El Estado democr¨¢tico, adem¨¢s, es liberal, es decir, su objetivo s¨®lo es asegurar la igual autonom¨ªa de los individuos; el Estado populista tiende a ser totalitario, es decir, sabe de antemano aquello que conviene a estos individuos y utiliza su poder para tomar las decisiones oportunas sin necesidad de utilizar procedimientos para consultarlos. No se trata, pues, de dos formas de gobierno distintas, sino de dos formas de Estado diferentes: la una, democr¨¢tica, y la otra, no.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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