Acabar con el aborto clandestino en Marruecos
La legalizaci¨®n de la interrupci¨®n voluntaria del embarazo est¨¢ sobre la mesa de trabajo del rey, que ha convocado a los expertos a reflexionar sobre el tema
¡°Abortar no es un lujo ni un privilegio¡±, afirmaba con vehemencia el director de la prestigiosa revista marroqu¨ª TelQuel, Abdellah Tourabi, en un editorial de unas semanas atr¨¢s. El periodista argumentaba sobre ¡°el derecho y la libertad de elecci¨®n de la mujer¡±, que no interrumpe su embarazo jocosamente, sino someti¨¦ndose a una gran violencia f¨ªsica y ps¨ªquica que, en el caso de una operaci¨®n clandestina, tiene consecuencias m¨¢s traum¨¢ticas a¨²n. ¡°Se trata de un dilema imposible y de una libertad que una mujer desear¨ªa no ejercer jam¨¢s¡±, apostillaba el periodista. Y continuaba: ¡°Pero la ley debe estar all¨ª para presentar una opci¨®n diferente a la clandestinidad, el traumatismo y la culpabilidad. Otros pa¨ªses musulmanes, como T¨²nez y Turqu¨ªa, han dado a las mujeres esa libertad dentro de un cuadro legal que organiza el aborto. Ellos no son menos musulmanes que nosotros o est¨¢n menos comprometidos con los valores culturales y espirituales. Un peque?o esfuerzo y de reflexi¨®n no har¨ªan mal a nadie y mejorar¨ªan la vida de miles de nuestras conciudadanas¡±.
Los debates sobre la interrupci¨®n voluntaria del embarazo y su posible despenalizaci¨®n han vuelto al centro de la escena marroqu¨ª tras la destituci¨®n, a mediados de marzo, del ginec¨®logo Chafik Chra?bi, icono de la lucha contra el aborto clandestino. El profesor fue cesado como jefe de servicio de la Maternidad Des Orangers, en Rabat, tras sus declaraciones para la televisi¨®n francesa en las que manifestaba sus convicciones y relataba las condiciones penosas en las que llegaban a los hospitales muchas mujeres tras abortar (o intentarlo) clandestinamente. Hemorragias, p¨¦rdida de parte de la pared uterina, infecciones y hasta un importante riesgo para su vida son las consecuencias de estas pr¨¢cticas no regladas, que se realizan a escondidas de la autoridad y la propia familia. A partir del cese del m¨¦dico y la pol¨¦mica en torno al tema, el propio rey Mohamed VI tom¨® cartas en el asunto y pidi¨® a las ¡°partes involucradas¡±, incluso a representantes del ¨¢rea de Derechos Humanos, una reflexi¨®n profunda que permita modificar la ley (por ahora, solo est¨¢ autorizada la interrupci¨®n terap¨¦utica, cuando la salud de la madre est¨¢ en peligro). El monarca se ha comprometido a seguir personalmente el dossier.
Mientras tanto, el m¨¦dico Chafik Chra?bi ha adquirido aun m¨¢s notoriedad en estas semanas, al punto de ser nombrado como una de las ¡°veinte personalidades¡± que est¨¢n construyendo el Marruecos de ma?ana, porque militan y trabajan por cambios relevantes en la sociedad de su ¨¦poca, seg¨²n la revista Jeune Afrique. Entre estas personalidades de la ciencia, la cultura, el deporte, la pol¨ªtica y la econom¨ªa figuran algunos de los m¨¢s fervientes protestones del reino (junto a buenos aliados de la Corona), lo que habla de algunas cosas que de verdad se mueven hacia nuevos horizontes. Cierto es que hay otras ¡ªcomo el proyecto de modificaci¨®n del nuevo C¨®digo Penal¡ª que vuelven a atizar la iracundia de los sectores laicos, porque, en el texto que se baraja, la religi¨®n gana terreno en la vida p¨²blica cotidiana al penalizarse comportamientos que deber¨ªan estar separados del ¨¢mbito espiritual.
Uno de esos ¨¢mbitos es justamente el de la mujer, lo que debe ella parecer ¡ªy aparecer¡ª en la esfera p¨²blica; sus deseos (si es que los tuviera) y sus mandatos. El debate sobre la sexualidad y el rol (antes que nada, los mandatos) de la mujer en el espacio p¨²blico de pa¨ªses con un Estado confesional es, sin duda, mucho m¨¢s amplio que aborto s¨ª / aborto no. El derecho a la interrupci¨®n voluntaria del embarazo constituye, en sociedades como la marroqu¨ª, apenas la punta de un iceberg que se hunde en aguas profundas de padres que siguen permitiendo el matrimonio de sus hijas menores de edad, oc¨¦anos de incomunicaci¨®n familiar y escas¨ªsima educaci¨®n sexual, deficiente cobertura p¨²blica de salud ginecol¨®gica (dif¨ªcilmente se hace una citolog¨ªa de control o una mamograf¨ªa en un hospital p¨²blico), falta de reconocimiento de la figura de la madre soltera, condenas penales por juicios morales como las recientes causas por adulterio iniciadas a un periodista y a su amiga (separada pero sin el divorcio tramitado), etc¨¦tera.
Hace un par de a?os pas¨® por aguas marroqu¨ªes el barco-cl¨ªnica de la ONG Woman on waves, recibido por los activistas marroqu¨ªes del Mouvement Alternatif pour les Libert¨¦s Individuelles (MALI), pero estas, aunque acciones muy medi¨¢ticas (como las de las Femen, hace unos d¨ªas en en Casablanca) que pueden ayudar a visibilizar una causa, suelen generar m¨¢s rechazo que adhesiones entre la poblaci¨®n local m¨¢s tradicional.
La interrupci¨®n voluntaria del embarazo est¨¢ aqu¨ª condenada penalmente. Cuando un caso se descubre o es denunciado, van a prisi¨®n la mujer, el m¨¦dico y el anestesista que intervienen, y se condena tambi¨¦n a la cl¨ªnica donde se practica. Hasta aqu¨ª, nada nuevo: much¨ªsimos pa¨ªses del mundo Occidental (entre ellos, casi todos los latinoamericanos, con fuerte peso pol¨ªtico de la Iglesia Cat¨®lica) proh¨ªben el aborto y condenan a las mujeres que alguna vez deben padecerlo a la clandestinidad, la insalubridad, el riesgo f¨ªsico y el trauma psicol¨®gico. Siempre, con el sesgo de la inequidad social y la desigualdad en el acceso a los servicios b¨¢sicos de salud, dependiendo del nivel socio-econ¨®mico de la paciente.
El debate el rol de la mujer en el espacio p¨²blico es mucho m¨¢s amplio que aborto s¨ª / aborto no
Ninguna mujer aborta alegremente, para nadie el aborto es un m¨¦todo anticonceptivo ni promueve los ¡°excesos¡±, que suelen mencionar sus detractores desde la moral masculina que trasciende ¨¦pocas, pa¨ªses y religiones.
En esto est¨¢ de acuerdo Zohra Benelfaquih, una tangerina con m¨¢s de 40 a?os de oficio en esto de la ginecolog¨ªa y la obstetricia. Es, seg¨²n ella misma informa, la primera ginec¨®loga mujer que tuvo Marruecos. Se form¨® en Valencia, volvi¨® y no se cansa de trabajar en su consulta y militar por los derechos de las mujeres (¡°el primero de todos, el derecho a la informaci¨®n¡±), su educaci¨®n y su fertilidad, cuando es deseada.
¡°El aborto es un derecho, igual que la procreaci¨®n. Es un tema de salud p¨²blica (y esto ni siquiera en Espa?a est¨¢ conseguido). La mujer que quiera tener ni?os, que los tenga. Esto es una decisi¨®n de la propia mujer. Pero, ?c¨®mo podr¨ªamos hablar del derecho fragmentado ¨²nicamente sobre el aborto cuando hay un mont¨®n de derechos que est¨¢n ausentes? Si la mujer no tiene derecho a elegir su pareja, no tiene derecho a divorciarse, no tiene derecho a denunciar malos tratos o a la igualdad en el trabajo ni en su propia casa... Todo esto deber¨ªa estar incluido en unos derechos generales, sociales, como el de asociaci¨®n, el de hacer pol¨ªtica, el econ¨®mico, la libertad de creencia. Por lo tanto, si no hay leyes que protejan estos derechos, no podemos hablar de una parcialidad. El aborto es un aspecto parcial. Siempre queda la posibilidad de plantear ?Qu¨¦ puedo sacar de esta falta de derechos?¡±, arranca con contundencia Zohra.
¡°Estoy segura de que si la mujer no tiene una autonom¨ªa econ¨®mica, que se traduce en autonom¨ªa intelectual, no podr¨¢ saber cu¨¢les son sus derechos. ?Qu¨¦ dir¨¢n de ti si te divorcias? ?Con qu¨¦ mantendr¨¢s a tus hijos si las leyes no contemplan una buena manutenci¨®n? Hay leyes legales, pero las sociales van paralelo. Y est¨¢n tambi¨¦n las religiosas. La madre soltera no est¨¢ reconocida en Marruecos y, luego, encuentras beb¨¦s en la basura¡±, contin¨²a.
Hijos ilegales, sin papeles de inscripci¨®n porque no vienen de padres casados, hacen que madres y beb¨¦s sean v¨ªctimas. ¡°El aborto, efectivamente, deber¨ªa ser un derecho de salud p¨²blica y que la mujer que no quiera tener un hijo pueda ir a la sanidad p¨²blica¡±, apostilla la doctora Benelfaquih.
Pero decir sanidad p¨²blica en Marruecos es, unas veces, nombrar la utop¨ªa, y otras, mentar la imposibilidad de atenci¨®n y el laberinto de burocracia que solo se atraviesa billete en mano, como sugiere un cortometraje recientemente estrenado en el Festival Nacional de Cine de T¨¢nger, llamado Almas corruptas, de Mehdi El Khaoudy.
De ah¨ª el clamor en boca de Zohra, pero que muchos m¨¦dicos y no m¨¦dicos suscribir¨ªan: ¡°Todo el mundo tiene que conocer sus derechos. Si est¨¢s en una situaci¨®n de vulnerabilidad y no tienes conciencia de tus derechos, te rindes. Aceptas lo que te piden¡±.
En cuanto a la pr¨¢ctica cotidiana de la interrupci¨®n de embarazos no deseados, lo que hoy sucede es que las mujeres de clase media que pueden pagarse la intervenci¨®n en una cl¨ªnica, en condiciones saludables, pagan alrededor de 4.000 dirhams (unos 400 euros) pero, tambi¨¦n en estos casos, ¡°como en cualquier acto quir¨²rgico, puede haber complicaciones¡±, apunta la m¨¦dica.
M¨¦dicos, asociaciones y medios de comunicaci¨®n reclaman el fin de las pr¨¢cticas que ponen en riesgo f¨ªsico a las mujeres
La interrupci¨®n terap¨¦utica s¨ª est¨¢ contemplada por ley, cuando el embarazo puede significar una causa de agravamiento de alg¨²n problema de salud de la madre (mujeres que est¨¢n en di¨¢lisis, con lupus, tratamientos medicamentosos contrarios a la evoluci¨®n del embri¨®n o con c¨¢ncer, por ejemplo). Explica Zohra: ¡°Si una mujer tiene c¨¢ncer, yo ginec¨®loga y el onc¨®logo tenemos que certificarlo, enviar esas certificaciones al delegado de la Sanidad P¨²blica y al juez y que la autorizaci¨®n para el legrado venga del juez. El c¨¢ncer avanza y el embarazo, tambi¨¦n. Estas son las dificultades. A nivel de pr¨¢ctica, esto es inviable¡±.
¡°La p¨ªldora del d¨ªa despu¨¦s aqu¨ª s¨ª existe y se vende en farmacias, pero para quien sabe de ella¡±, responde a nuestra pregunta. La doctora Benelfaquih, como los dem¨¢s ginec¨®logos implicados en la lucha contra la clandestinidad, abogan por la educaci¨®n sexual y la prevenci¨®n. Pero sabemos que el discurso social es muy resistente.
Amplios y muchos son los frentes femeninos de obediencia y resistencia, porque en la mayor¨ªa de los casos son lo uno y lo otro al mismo tiempo. Es verdad que resulta dif¨ªcil abordar un derecho como el del aborto (porque el cuerpo es el de la mujer y ¨²nicamente de ella) de manera parcial, cuando la sexualidad no se reconoce como un asunto de mujeres en el espacio p¨²blico. La propia sexualidad est¨¢ en manos de otros, toda vez que un juez y un m¨¦dico puedan certificar que la psique y el aparato genital de una ni?a de 13 a?os est¨¢n ¡°maduros¡± para que los padres puedan casarla. Sin embargo, algo se mueve en el norte de ?frica (la reforma del c¨®digo de familia, la Mudawana, fue una buena noticia, aunque con algunos resquicios legales) y por alg¨²n lado hay que empezar, o continuar: el tema del derecho al aborto como parte del derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo empieza a estar en boca de los j¨®venes universitarios, en los debates p¨²blicos, en los medios, en la calle y en la mesa de trabajo del Rey.
¡°Hay debates que hacen crecer a una sociedad y le permiten salir de ciertos impasses. El debate sobre el aborto y su legalizaci¨®n forman parte de esta tendencia. No se trata de una reivindicaci¨®n menor, sin importancia ni efectos reales, sino sobre todo de una necesidad (¡). Mirar para otro lado y escudarse en posturas morales no permite resolver el problema, en absoluto. Esto no hace m¨¢s que agregar hipocres¨ªa a la desgracia e incitar a la inercia all¨ª donde hace falta actuar¡±, culmina el alegato del periodista de TelQuel.
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