La rebeli¨®n de las cholas
El atuendo tradicional de las ind¨ªgenas bolivianas ha pasado de representar un estigma a suponer un rasgo de reivindicaci¨®n racial
¡°El padre de mi hijo me despreciaba. Me dec¨ªa que yo no val¨ªa nada porque vest¨ªa pantal¨®n¡±, recuerda Rosmeri Fern¨¢ndez (41), migrante aimara de la comunidad de Tablachaca (La Paz) que lleg¨® a Santa Cruz, la capital econ¨®mica de Bolivia, siendo una adolescente. Sus inicios en la ciudad fueron dif¨ªciles: empez¨® como vendedora ambulante de dulces, luego cay¨® enferma y finalmente encontr¨® un puesto como ni?era que le dio estabilidad econ¨®mica. Alejada de su familia, Rosmeri comenz¨® a frecuentar los domingos fraternidades folcl¨®ricas en las que pod¨ªa conectar con la m¨²sica, el baile y la comida de la tierra que hab¨ªa dejado atr¨¢s. All¨ª conoci¨® a Ernesto (seud¨®nimo), un carpintero que la abandon¨® dej¨¢ndola embarazada, pero tambi¨¦n entr¨® en contacto con otras mujeres migrantes que reafirmaban su identidad vistiendo la pollera, vestimenta distintiva de las mujeres mestizas, o cholas, y de las ind¨ªgenas aimaras y quechuas.
Sombrero tipo hongo sobre las dos trenzas largas y apretadas, zapatos bajos, blusa cubierta por un mant¨®n de lana, amplia falda de m¨¢s de seis metros de tela que al moverse deja entrever las cuatro o cinco enaguas: el tradicional traje de cholita, que tiene su origen en la moda espa?ola de fines de siglo XVIII, fue adoptado por?las mestizas e ind¨ªgenas que buscaban sobrevivir o ascender socialmente acerc¨¢ndose a la cultura espa?ola. Hasta hace pocos a?os esas mujeres eran discriminadas por la ¨¦lite blanca boliviana: a Lidia Katari, la esposa del exvicepresidente aimara V¨ªctor Hugo C¨¢rdenas, le exigieron quitarse la falda tradicional (pollera) para continuar ejerciendo la docencia, pero ella prefiri¨® dejar la ense?anza antes que ceder. Sin embargo, en el pasado muchas mujeres han tenido que abandonar la pollera para poder seguir carreras universitarias o en la Administraci¨®n p¨²blica.
Rosmeri Fern¨¢ndez recorri¨® el camino inverso. ¡°Me las tuve que arreglar sola con mi hijo¡±, cuenta, ¡°pero a los dos a?itos el ni?o se enferm¨® y se muri¨®. La muerte de mi hijo me dio mucha valent¨ªa, decid¨ª no tener miedo a nada y empec¨¦ a llevar pollera en las reuniones de mi fraternidad. Al principio no sab¨ªa trenzarme el pelo o manejar las enaguas, pero me sent¨ªa feliz de representar a La Paz en esta ciudad. La gente que me conoc¨ªa se sorprendi¨® y me preguntaba: ¡®?Por qu¨¦ te has puesto pollera si vos eras de pantal¨®n?¡±. Optar por vestir mantilla y cinco enaguas en la ciudad tropical de Santa Cruz no es una decisi¨®n para tomarse a la ligera: por un lado, las temperaturas de 35 grados cent¨ªgrados y el 90% de humedad hacen del traje de chola una prenda sofocante durante la mayor parte del a?o en esta ciudad; y por otro, los conflictos regionales entre los pobladores del oriente (cambas) y los del occidente (collas) han tenido como consecuencia que las mujeres de pollera hayan sido a¨²n m¨¢s marginadas en Santa Cruz.
Es clave el papel de la chola como pilar fundamental de la econom¨ªa boliviana, especialmente en el comercio
Pero la decisi¨®n de Rosmeri de asumir la pollera coincidi¨® con un momento de orgullo ind¨ªgena en Bolivia desde la llegada al poder del presidente de origen aimara Evo Morales en 2006. Sus reformas han tenido un fuerte componente de reivindicaci¨®n ¨¦tnica: el Gobierno ha incorporado a representantes ind¨ªgenas en algunas carteras pol¨ªticas, y en 2010 se promulg¨® la ley contra el racismo y toda forma de discriminaci¨®n. Irene Cruz (43), vendedora de polleras en el mercado La Ramada, todav¨ªa recuerda cuando las cholas eran mal vistas en las calles c¨¦ntricas de Santa Cruz, que durante a?os ha sido el basti¨®n de la oposici¨®n al Gobierno de Morales. ¡°Antes la gente nos hablaba de manera humillante, pero desde que el Evo ha sacado la ley contra el racismo ya no hay miramientos con nosotras¡±, dice. Lamenta que, a diferencia de La Paz, en Santa Cruz todav¨ªa no se vean mujeres de pollera trabajando en oficinas p¨²blicas. Ella atribuye esta situaci¨®n a las tensiones entre collas y cambas que se han producido en la ciudad, y que incluso desembocaron en el pasado en enfrentamientos entre los comerciantes del mercado.
El Gobierno de Morales, revolucionario en muchos aspectos, ha sido patriarcal y machista en temas de g¨¦nero; las mujeres son vistas como subordinadas y su voz apenas se toma en cuenta (Bolivia es el pa¨ªs con mayor violencia contra la mujer en Latinoam¨¦rica). Pese a eso, hay excepciones. Durante la primera gesti¨®n se vio como un hecho in¨¦dito la nominaci¨®n de tres ministras de pollera; hoy en d¨ªa, muchas cholitas se han convertido en figuras p¨²blicas. Una de ellas es Justa Elena Canaviri (52), la chef m¨¢s famosa de la televisi¨®n boliviana, conductora del exitoso programa de cocina, folclore y pol¨ªtica La Justa. ¡°Cuando inici¨¦ mi carrera, hace 16 a?os, ¨¦ramos muy pocas cholas, ser figura p¨²blica era exclusiva de modelos. Romp¨ª esquemas y estereotipos de belleza¡±, cuenta. La presentadora destaca el rol de la chola como ¡°pilar fundamental de la econom¨ªa boliviana¡±, ya que las mujeres de pollera se han dedicado al comercio, consiguiendo la independencia econ¨®mica antes que las de la clase dominante.
A pesar de pertenecer a una generaci¨®n m¨¢s joven, Norma Barrancos (30) tambi¨¦n vivi¨® la discriminaci¨®n. Barrancos es locutora desde hace cinco a?os de la radio San Gabriel, que transmite toda su programaci¨®n en idioma aimara para la ciudad de El Alto (La Paz), cuyos habitantes son en su mayor¨ªa migrantes rurales de la zona andina. ¡°Al principio no era com¨²n ver a una periodista aimara haciendo cobertura en los ministerios. Los guardias de seguridad me reten¨ªan, pensaban que yo me estaba entrando sin permiso cuando estaba cumpliendo con mi trabajo¡±, afirma.
Esa situaci¨®n ha ido cambiando. ¡°En la actual coyuntura, la mujer ind¨ªgena tiene un papel muy protag¨®nico, hay hermanas incursionando en espacios de poder y de toma de decisi¨®n¡±, dice Norma, quien naci¨® en la comunidad de Achumani y se gradu¨® en la Facultad de Ciencias Sociales. El a?o pasado gan¨® una beca que le permiti¨® trabajar durante tres meses en la cadena BBC de Londres y realiz¨® las coberturas luciendo las ropas que reflejan su identidad boliviana.
Durante la primera legislatura
de Evo Morales se vio como un hecho?in¨¦dito la nominaci¨®n de tres ministras de pollera
Felipa Huanca, la candidata a la gobernaci¨®n de La Paz por el partido de Evo Morales, Movimiento al Socialismo (MAS), posee un perfil fuera de lo com¨²n: ind¨ªgena aimara, hu¨¦rfana de padre y madre, dirigente sindical desde su juventud que decidi¨® mantenerse soltera y sin hijos en un medio campesino en el que una mujer sin marido dif¨ªcilmente obtiene la titularidad de las tierras. Ha sido secretaria ejecutiva de la Confederaci¨®n de Mujeres Campesinas Ind¨ªgenas de Bolivia Bartolina Sisa, organizaci¨®n sindical cuyo apoyo fue de vital importancia para el ascenso del MAS. Para Felipa, la opresi¨®n de las mujeres ind¨ªgenas no es una cuesti¨®n solamente de etnicidad sino tambi¨¦n de g¨¦nero. Experiment¨® el racismo de sus profesores en la escuela primaria y el de sus compa?eros en la universidad por el hecho de vestir pollera y hablar aimara, pero para ella el problema central al que debe enfrentarse la mujer ind¨ªgena es el del machismo imperante en la sociedad boliviana. ¡°El patriarcado es algo que llevamos mentalizado, nuestros hermanos nos dicen que solo el var¨®n manda¡±, comenta, y a?ade que tambi¨¦n las mujeres perpet¨²an el sexismo. ¡°En la organizaci¨®n me dec¨ªan: ¡®?C¨®mo esta mujer va a hablar p¨²blicamente? ?Acaso es var¨®n?¡¯. Entre hermanas tambi¨¦n nos humillamos entre nosotras: el sistema nos ha educado en la discriminaci¨®n y pararse fuerte ante eso no es f¨¢cil¡±. Reconoce que ¡°temblaba¡± la primera vez que le cedieron la palabra en un ampliado de la Central Obrera Boliviana (COB), y asegura que los mayores desaf¨ªos de las mujeres ind¨ªgenas son perder el miedo a ¡°sacar la voz p¨²blicamente¡±, recuperar la autoestima y valorarse entre s¨ª para que surjan nuevas actoras y l¨ªderes.
Cholita fashion. ¡°Ahora la pollera est¨¢ de moda, hasta las mujeres ¡®de vestido¡¯ la quieren usar¡±, dice Zenobia Huiza (44), propietaria de una surtida tienda de faldas en La Ramada desde hace 22 a?os. ¡°En esta ¨¦poca se est¨¢n llevando las gasitas tipo cors¨¦, medio transparentes, y tonos bajos como el salm¨®n. Tengo tantas clientas que no doy abasto y he tenido que contratar una ayudante¡±, puntualiza, satisfecha de la extensa variedad de texturas y colores que ofrece su local. Zenobia naci¨® en Oruro y comenz¨® a vestir pollera a los 15 a?os ¡°porque le gustaba¡±: dice que ni el calor cruce?o es capaz de convencerla de cambiar su traje por un vestido o un pantal¨®n.
Alrededor del traje de cholita se ha creado una poderosa industria de la moda que mueve millones de euros cada a?o y que alcanza sus grandes momentos en la emblem¨¢tica festividad folcl¨®rico-religiosa del Se?or Jes¨²s del Gran Poder en La Paz y en el Carnaval de Oruro, declarado patrimonio oral e intangible de la humanidad por la Unesco. Y es que vestir el traje de la tradicional chola pace?a no es solo un indicador de etnicidad, sino tambi¨¦n una se?al de opulencia, puesto que un traje completo puede costar desde 2.000 bolivianos (274 euros) en adelante, una suma considerable si se toma en cuenta que el salario m¨ªnimo en Bolivia es de 1.440 (197 euros). A partir de all¨ª existe todo un espectro de consumo que alcanza grandes despliegues de lujo, con pasarelas exclusivas y dise?adores destacados (un mant¨®n de lana de vicu?a, el material m¨¢s codiciado, cuesta aproximadamente 7.000 bolivianos, m¨¢s de 900 euros).
Alrededor del traje de cholita se ha creado una poderosa industria de la moda que mueve millones de euros cada a?o
La fiesta del Gran Poder, que antes era considerada despectivamente una ¡°fiesta de indios¡± y se llevaba a cabo en zonas perif¨¦ricas, se ha trasladado al coraz¨®n de la ciudad y se ha convertido en parte fundamental de la identidad de La Paz, involucrando a 40.000 bailarines y movilizando 47 millones de euros. Asimismo, el concurso Miss Cholita se erige como una alternativa ¨Cde impacto todav¨ªa muy limitado¨C al concepto de belleza occidental impuesto por el Miss Bolivia. Ahora las mujeres ¡°de vestido¡± o ¡°de pantal¨®n¡± pagan m¨¢s de 470 euros para poder bailar de cholitas en el Carnaval de Oruro. Tani Cardozo Vel¨¢squez, miembro de la fraternidad de morenada Cocanis en la que participan la esposa del vicepresidente y la hija de presidente de Bolivia, recuerda que en 2011 su ¡°bloque¡± (grupo) contaba nueve integrantes, mientras que este a?o tuvieron que limitar el cupo a 72 bailarinas y dejaron fuera a m¨¢s de una docena de postulantes. Tani tambi¨¦n conoce a comunicadoras biling¨¹es que se disfrazan de cholas para ir a trabajar, ya que el traje les otorga credibilidad ante un p¨²blico ind¨ªgena, pero que se ponen pantal¨®n en las discotecas.
La creciente preocupaci¨®n por la moda de pollera y el nuevo horizonte de consumo anim¨® a Amina Rojas a lanzar junto a una socia la revista Pasantes, dedicada a promocionar las ¨²ltimas tendencias de la moda en las entradas folcl¨®ricas. La revista funciona desde marzo de 2013 con una tirada de 1.500 ejemplares a todo color. Amina se?ala que si bien el Gran Poder naci¨® como una festividad que reun¨ªa a los comerciantes de la zona norte (la m¨¢s populosa de La Paz), en los ¨²ltimos a?os se ha integrado tambi¨¦n la antigua ¨¦lite.
La pollera es un s¨ªmbolo de las batallas por la identidad nacional que se llevan a cabo estos d¨ªas en Bolivia. Pero no la defienden todos
La nueva burgues¨ªa nacida durante el Gobierno de Evo Morales no solo ha consolidado sus propias pasarelas y festividades: tambi¨¦n est¨¢ creando una arquitectura propia. Los vistosos edificios del alba?il e ingeniero civil Freddy Mamani Silvestre se han convertido en parte de la identidad de la ciudad de El Alto, la segunda m¨¢s importante del pa¨ªs. Bautizadas como neobarroco andino, pero llamadas informalmente ¡°cholets¡±¨Cchalets cholos¨C en La Paz y ¡°casas payasito¡± en Oruro, estas fastuosas edificaciones de cinco pisos multicolores, cuyos due?os son comerciantes de origen quechua y aimara, desaf¨ªan el paisaje ¨¢rido del altiplano con su estilo ecl¨¦ctico y abigarrado. Para la estudiosa Elisabetta Andreoli, coautora del libro La arquitectura de Freddy Mamani Silvestre, la burla hacia estos edificios ¨C¡°parecen hechos por extraterrestres¡± es un comentario t¨ªpico¨C est¨¢ asociada con el rechazo a la est¨¦tica kitsch de una poblaci¨®n ind¨ªgena y hasta hace poco humilde.
La pollera es un s¨ªmbolo de las nuevas batallas por la identidad nacional que se llevan a cabo estos d¨ªas en Bolivia, pero ser¨ªa err¨®neo pensar que ese s¨ªmbolo lo defienden todos. Como dice Mar¨ªa Galindo, l¨ªder del colectivo feminista Mujeres Creando, es una simplificaci¨®n pensar en el ¡°mundo cholo¡± como un sector homog¨¦neo, puesto que ¡°no son las mismas aspiraciones las que encuentras en una mujer chola estudiante de la UPEA o de la UMSA (universidades) que en una mujer chola m¨¢s adulta carnicera que tiene su comparsa de morenada¡±. As¨ª, mientras algunas mujeres no abandonan la pollera o la recuperan, otras, ¡°hijas y hermanas de la chola¡±, prefieren dejar atr¨¢s las trenzas y polleras para apropiarse ¡°del pantal¨®n y la chamarra¡ Esa ruptura con la pollera representa una ruptura con una forma de percibir tu cuerpo, con un sentido de tu vida en la ciudad¡±. Ese es el caso de Mar¨ªa Elena Ramos, comerciante de polleras para j¨®venes ¨Cm¨¢s cortas y livianas¨C en La Ramada que a sus 27 a?os posee independencia econ¨®mica, est¨¢ soltera y desaprueba a sus clientas que se quedan embarazadas a los quince o diecisiete a?os y olvidan sus metas personales.
La nueva clase emergente se afirma en Bolivia de diversas maneras, entre otras cosas abandonando la pollera y tambi¨¦n asumi¨¦ndola o redescubri¨¦ndola. Uno de los fen¨®menos interesantes del momento que vive el pa¨ªs es que un marcador de discriminaci¨®n cultural y racial est¨¢ dejando r¨¢pidamente de serlo. No es poco.
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