Prevenir el suicidio
Todav¨ªa no hay un plan nacional que ayude a combatir la primera causa externa de muerte evitable en Espa?a
"Qu¨¦ solos se quedan los muertos", dec¨ªa el poeta. Sobre todo algunos. Una vez m¨¢s la estad¨ªstica anual nos recuerda que el suicidio es la primera causa externa de muerte en Espa?a, por encima de los accidentes de tr¨¢fico, de los homicidios, y de la violencia de g¨¦nero. De nuevo esa cifra de 10 suicidios diarios corre una suerte de silencio atronador temeroso o vergonzante que rodea a la mayor¨ªa de ellos, y que apenas se ve¨ªa interrumpida por apariciones puntuales en los medios de comunicaci¨®n, con vocaci¨®n preventiva, voluntarista algunas; con intenci¨®n no constructiva, morbosa, otras; igualmente fallidas todas en hacerlo visible. Hasta que desgraciadamente ha irrumpido con protagonismo reciente mundial un acto que amenaza con estigmatizar de manera definitiva e injusta por mucho tiempo, si no para siempre, a una inmensa mayor¨ªa silenciosa, rendida, y sufriente de personas que muere ahora m¨¢s en soledad y silencio que nunca.
Enti¨¦ndaseme bien, que mi tarea se circunscribe al suicidio patol¨®gico, que ni el suicidio racional ni el suicidio fan¨¢tico u homicida son de mi competencia, o de la psiquiatr¨ªa, m¨¢s que para establecer sus l¨ªmites y fronteras. Que tampoco soy de aquellos que han querido asociar a toda costa el fen¨®meno complejo del suicidio a la crisis, como si el fin justificara los medios, en una instrumentalizaci¨®n reduccionista que puede resultar obscena; ni de aquellos otros que lo han deso¨ªdo probablemente por el mismo motivo equivocado. Y es que los n¨²meros, la cuenta, no sale para los primeros, ignorantes de que pa¨ªses bastante m¨¢s ricos que Espa?a tienen tasas mucho m¨¢s elevadas, y la atribuci¨®n causal simple resulta imposible. Y es que la primera causa externa de muerte evitable en Espa?a no tiene un Plan Nacional de Prevenci¨®n, y la cuenta sigue sin salir para todos, la sociedad en su conjunto. C¨®mo si un solo suicidio evitable no fuera ya demasiado.
Ha irrumpido con protagonismo reciente mundial un acto
que amenaza con estigmatizar
a los suicidas
La Organizaci¨®n Mundial de la Salud y distintas instancias a nivel europeo han sido recurrentes en sus recomendaciones. Tanto desde el Ministerio de Sanidad como desde las distintas comunidades aut¨®nomas se han llevado a cabo iniciativas preventivas encomiables, de las que conozco m¨¢s en profundidad las llevadas a cabo en Madrid por mi responsabilidad directa en las mismas. No obstante, con car¨¢cter general a¨²n son insuficientes y parciales, cada vez m¨¢s convergentes en torno a modelos de intervenci¨®n europeos multinivel que exceden por la propia naturaleza compleja del fen¨®meno del suicidio, el ¨¢mbito sanitario, lo que implica una necesaria aproximaci¨®n multisectorial e integral al problema, debiendo incluir tambi¨¦n al sector educativo, laboral, judicial, policial, religioso, pol¨ªtico, legal y de los medios de comunicaci¨®n y requiriendo dotaci¨®n de medios econ¨®micos y humanos.
Tambi¨¦n se han producido iniciativas en el ¨¢mbito pol¨ªtico, propuestas no de ley y mociones en Congreso y Senado con el consenso de todos los grupos parlamentarios. Parece que estos muertos que son de todos terminan no siendo de nadie, y el estigma que les rodea sigue matando por suicidio m¨¢s que la crisis. Es la muerte silenciosa y silenciada que deja a sus muertos y a sus familiares supervivientes en la m¨¢s absoluta soledad. No hay salida posible de ese armario mortuorio que nada tiene que ver con algunas acciones autodestructivas de distinta naturaleza, m¨¢s visibles, aunque reciban el mismo nombre. El estigma social que hace unas d¨¦cadas imped¨ªa que fueran enterrados en sagrado y que llevaba al calabozo a quienes no lo consumaban, por la comisi¨®n de un delito, sigue pesando sobre quienes desobedecen una ley simb¨®lica implacable, no escrita, pero plenamente vigente, natural que dir¨ªan algunos, que a veces hace contemplar a las v¨ªctimas de suicidio como c¨®mplices de su destino. Los sentimientos de culpa y verg¨¹enza impiden a quienes puedan estar pensando en el suicidio como ¨²nica alternativa personal a su sufrimiento, pedir ayuda, y a sus supervivientes, y a la propia sociedad en su conjunto afrontar una tragedia evitable. M¨¢s del 90% de las personas que se suicidan padecen una enfermedad mental directamente relacionada que puede tratarse, mejorar, y en muchos casos curarse. La mayor¨ªa de las personas que intentan el suicidio y no lo logran se sorprenden de c¨®mo pudieron llegar a no ver otra salida, cuando reciben la ayuda necesaria. El suicidio sigue siendo una falsa soluci¨®n permanente para un problema temporal que cuesta un mill¨®n de vidas anuales en el mundo.
Parece que estos
muertos que son de
todos terminan no
siendo de nadie
Quiz¨¢ si pudi¨¦ramos llegar a ver la otra parte de la realidad, que Espa?a tiene inferiores tasas de suicidio muy probablemente porque cuenta en su haber idiosincr¨¢sico con el mejor factor protector conocido contra el suicidio, la red sociofamiliar efectiva; podr¨ªamos percibirnos de manera menos culpable y destructiva, como aut¨¦nticos agentes antisuicidas, todos y cada uno de nosotros, y podr¨ªamos potenciar organizadamente esa red espont¨¢nea altruista, donante de vida.
Esta causa noble de la prevenci¨®n del suicidio, hu¨¦rfana de madre e hija de demasiadas madrastras merece mejor suerte que el estigma y la discriminaci¨®n, y un patronazgo de altura, alejado de la lucha partidista y de cualquiera otra. Como dec¨ªa tambi¨¦n el poeta: "Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por qui¨¦n doblan las campanas; doblan por ti".
Mercedes Nav¨ªo Acosta es m¨¦dico psiquiatra y directora del Proyecto Prevenci¨®n del Suicidio de la Estrategia de Salud Mental del Ministerio de Sanidad.
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