La temible pornograf¨ªa del ¡®mukbang¡¯
Los ¨ªdolos de esta moda surcoreana emiten por Internet im¨¢genes de ellos mismos comiendo. A la vez, chatean con sus cientos de miles de seguidores y reciben con alborozo sus microdonaciones
Un poco de intrahistoria para que valoren de verdad mi trabajo: no saben lo dif¨ªcil que resulta a veces elegir el asunto de esta columna. Para hoy, por ejemplo, ten¨ªa tres jugosas posibilidades: las peleas de gatas entre Jamie Oliver y Gordon Ramsay, el caso del agricultor argentino que muri¨® tras tener sexo con un espantap¨¢jaros, y el fen¨®meno del mukbang, la moda coreana de retransmitir tus atracones por YouTube y hacer dinero con ello. Son tres temazos, lo s¨¦, pero a los telechefs brit¨¢nicos ya los tengo muy tratados y lo del chuscador del hombre de paja me turba demasiado, con mi mente llevando la historia de Dorothy en El mago de Oz por los caminos de la parafilia. As¨ª que tras mucho debate interno me he decidido por la marcianada asi¨¢tica, que tiene tela.
El mukbang surgi¨® en 2011 en esa Terra M¨ªtica del friquismo tecnol¨®gico que es Corea del Sur, pero ha sido este a?o cuando sus ecos han llegado a Occidente. Sus ¨ªdolos, apenas salidos de la adolescencia, plantan una c¨¢mara delante de la mesa, la conectan a Internet y empiezan a emitir im¨¢genes de ellos mismos comiendo, soltando los inevitables ¡°mmmm¡± y ¡°aaaaah¡±, y comentando lo que zampan. A la vez, chatean con sus cientos de miles de seguidores, tambi¨¦n j¨®venes, y reciben con alborozo las microdonaciones que ¨¦stos les hacen. Son de poco dinero, pero tacita a tacita las superestrellas llegan a ganar 8.500 euros al mes. Una retribuci¨®n que muchos quisi¨¦ramos ver en nuestra cuenta corriente, aunque fuera a cambio de un delito continuado de impudicia alimentaria.
BJ Benzz (se llaman a s¨ª mismos bj's porque son broadcast jockeys), Wangju, BJ Beomprika y otros h¨¦roes del mukbang ingieren toneladas de comida al d¨ªa y presentan evidentes problemas de sobrepeso, pero su negocio es demasiado lucrativo como para dejarlo. Explican que sus fans les ven porque buscan compa?¨ªa y no quieren comer solos. El elemento interactivo resulta clave para el enganche: a diferencia de un programa de cocina convencional, el televidente puede comunicarse con el bj, e incluso modificar su comportamiento: uno de los actos m¨¢s demandados por la audiencia es el de chupar los huesos, lo que confirma mi teor¨ªa de que el mukbang es un modo tan sutil como modern¨ªsimo de pornograf¨ªa.
En el v¨ªdeorreportaje que hizo la web Munchies sobre el mukbang hay una escena reveladora: una de sus divas, BJ Hanna, se encuentra en persona con tres admiradores con los que s¨®lo ha tenido contacto virtual. Se van a cenar juntos, y los chavales no la miran directamente: est¨¢n pegados a sus m¨®viles siguiendo la retransmisi¨®n de lo que tienen en frente de sus narices. Ojal¨¢ sea s¨®lo timidez, y no premonici¨®n de un futuro terror¨ªfico en el que la representaci¨®n ha vencido definitivamente a la realidad.
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