Reeducar el cerebro
Muchas dietas fracasan porque no se mantienen en el tiempo. La clave pasa por anular los v¨ªnculos con la comida poco sana, aunque sea a costa de cambiar costumbres y gustos
Comemos como nos han ense?ado, como aprendimos de nuestras madres, abuelas y familiares. En nuestro entorno se gest¨® la dimensi¨®n afectiva, social y moral de lo que nos metemos en la boca, etiquetando los alimentos como buenos o malos, placenteros o nefastos, suculentos o raros.
Solamente imaginar a alguien comerse una ara?a asada sobre unas brasas o unos gusanos tostados nos puede parecer deplorable. Pero nos relamemos si pensamos en un gran centollo cocido o en una cazuela de angulas al pilpil, dos elaboraciones que en apariencia y forma no est¨¢n muy lejos de las anteriores.
Nuestro sistema de creencias y gustos est¨¢ trenzado de innumerables h¨¢bitos adquiridos desde que nacemos. Su origen puede ser ancestral, estar sujeto a una necesidad, vieja creencia o, incluso, a un influjo afectivo, comunitario o ¨¦tico. En cualquier caso, esas costumbres heredadas demarcan nuestra forma de ser y estilo de vida, esculpiendo la actitud que tendremos ante la vida y, obviamente, frente a la comida. Un h¨¢bito tiene tanta fuerza que, m¨¢s all¨¢ de su capacidad de volverse un automatismo, asombra muchas veces por el poder que lo lleva a convertirse en una necesidad.
Si es usted de los que frente a una pel¨ªcula siempre les apetecen cacahuetes y un banquete no es tal si no va acompa?ado de una buena tanda de fritos, varios platos de embutidos y se remata con tarta al whisky o similar, sepa que, seg¨²n un estudio realizado por investigadores de las universidades de Harvard y Tufts, en Estados Unidos, y publicado en la revista Nutrition and Diabetes, los individuos que se sometieron a un plan de adelgazamiento analizado en dicho estudio hab¨ªan provocado cambios en zonas del cerebro vinculadas con el aprendizaje y la adicci¨®n, intensificando la apetencia por unas opciones m¨¢s saludables frente a las m¨¢s cal¨®ricas.
Esto evidencia que es posible reeducar el cerebro para que se incline por las alternativas m¨¢s sanas. De hecho, el gran problema de la inmensa mayor¨ªa de las dietas que persiguen la p¨¦rdida de peso reside en que fracasan porque no se mantienen en el tiempo. Por ello es vital comprender que una de las claves para alcanzar un equilibrio alimentario pasa por anular los v¨ªnculos con la comida poco sana y proveerse de h¨¢bitos saludables que se perpet¨²en en el d¨ªa a d¨ªa, aunque sea a costa de cambiar pr¨¢cticas que consideramos familiares o tradicionales.
Hortalizas asadas
Ingredientes
Para 4 personas
- 400 gramos de calabaza limpia
- 4 remolachas medianas limpias
- 4 zanahorias medianas limpias
- 2 chiriv¨ªas (ra¨ªces similares a la zanahoria) medianas limpias
- 2 topinambos (tub¨¦rculo con un sabor similar al de la alcachofa) limpios
- 100 mililitros de vino blanco seco
- Tomillo
- Aceite
- Sal
- Pimienta
- 4 dientes de ajo
- 4 cebollas peque?as
Instrucciones
1. Las hortalizas asadas
Cortar la calabaza en trozos grandes. Si las zanahorias, remolachas, chirivías y topinambos son medianos, se pueden dejar enteros. Aplastar los ajos con un cuchillo. Cortar las cebollas a la mitad.
Colocar las hortalizas en una bandeja de horno y regarlas con la mitad del vino y un poco de agua, y aliñarlas con tomillo, pimienta, sal y una cucharada de aceite de oliva. Asar al horno a 180 grados durante 40 minutos, hasta que las verduras estén caramelizadas. Extraer las verduras cuidadosamente de la bandeja. Reservar los ajos asados para la crema.
3. La crema de ajo
Con el vino restante, desglasar la bandeja de horno para arrastrar los restos del fondo y obtener una suerte de salsa. En un mortero, majar los ajos acompotados y emulsionarlos con el líquido obtenido anteriormente. Terminar con perejil picado.
4. Acabado y presentaci¨®n
Disponer una lágrima de crema de ajos y perejil. Servir las verduras asadas bien calientes en el plato alternando colores y volúmenes.
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