El lugar del cerebro que hace fracasar las dietas
Experimentos con ratones logran aliviar el hambre manipulando un grupo de neuronas que impulsa a ingerir comida
¡°Si preguntas por la calle cu¨¢l es el motivo de que una persona est¨¦ obesa, la mayor¨ªa de la gente te responder¨¢ que es porque come demasiado, y tienen raz¨®n. Pero la pregunta importante es: ?por qu¨¦ come demasiado?¡±. La pregunta la planteaba Jeffrey Friedman en una entrevista con Materia. En 1994, este cient¨ªfico estadounidense hab¨ªa identificado la hormona que nos dice cu¨¢ndo debemos comer y cu¨¢ndo es momento de parar. Este tipo de trabajos mostraron que el peso era un rasgo regulado por genes, de un modo similar a la estatura, y que pensar en manipularlo de una manera significativa a partir de dietas puede ser algo m¨¢s complicado que una cuesti¨®n de voluntad y buenos h¨¢bitos.
Millones de a?os de evoluci¨®n nos han legado una herencia gen¨¦tica que busca un equilibrio entre los riesgos de morir de hambre y los inconvenientes de estar demasiado gordo para cazar o huir de los depredadores. El centro de control de este mecanismo se encuentra en el cerebro, encargado de gestionar las se?ales que env¨ªa el organismo y el entorno para mantenernos con vida el mayor tiempo posible. Uno de los mecanismos clave de ese sistema es el hambre, un acicate necesario para enfrentarse a la caza de un mamut, pero un enemigo mortal en un mundo con comida por todas partes.
Esta semana, dos equipos independientes de cient¨ªficos publican dos trabajos que han tratado de desentra?ar las redes de neuronas que gestionan la informaci¨®n y los impulsos relacionados con el alimento.
Uno de los grupos, liderado por Bradford Lowell, investigador de la Escuela de Medicina de Harvard es uno de los descubridores de las neuronas AgRP, unas c¨¦lulas nerviosas que detectan la falta de calor¨ªas y desencadenan una serie de se?ales que nos hacen necesitar comida. Esas mol¨¦culas tienen niveles m¨¢s elevados entre las personas obesas y m¨¢s bajos entre las delgadas.
Ahora, en un art¨ªculo que se publica en la revista Nature Neuroscience, explican el descubrimiento de un circuito que inhibe y controla las ganas de comer. Este mecanismo, regulado por una prote¨ªna bautizada como MC4R, podr¨ªa convertirse en una diana para crear un f¨¢rmaco que ayudase a controlar el apetito y la obesidad, al reducir el sufrimiento del hambre asociado a la dieta.
Una vez que identificaron las neuronas que controlaban la saciedad, situadas en el hipot¨¢lamo, la zona del cerebro que regula nuestros mecanismos b¨¢sicos de supervivencia, los investigadores observaron que las se?ales de esta regi¨®n se comunicaban con otra en la parte de atr¨¢s del cerebro conocida como n¨²cleo lateral parabraquial. Despu¨¦s, los investigadores dise?aron un experimento para identificar el modo en que se transmit¨ªan estas ¨®rdenes. Lo hicieron a trav¨¦s de un sistema que, empleando ratones modificados gen¨¦ticamente, permit¨ªa activar neuronas a trav¨¦s de l¨¢ser azul que actuaba sobre un implante de fibra ¨®ptica en su cerebro.
Con ese sistema, introdujeron a ratones hambrientos en un espacio con dos c¨¢maras, una normal y una con una luz azul que activaba el implante de los ratones modificados. Adem¨¢s, utilizaron ratones sin modificar. Estos ¨²ltimos no mostraron preferencia por ninguna de las dos habitaciones, pero los manipulados prefirieron claramente la azul, donde el l¨¢ser activaba la regi¨®n del cerebro relacionada con el hambre y les aliviaba la necesidad de comer.
Las neuronas del hambre se activan cuando se pierde entre el 5% y el 10% del peso corporal
Ahora, Lowell y su equipo trabajan para aplicar lo aprendido con estos experimentos a la salud humana, aunque reconoce que implantar fibra ¨®ptica en humanos puede no ser la mejor soluci¨®n para la obesidad. ¡°Idealmente, estas neuronas se estimular¨ªan con un f¨¢rmaco. Ahora estamos trabajando para identificar todos los genes que expresan estas neuronas de la saciedad y esperamos que expresen algo que pueda ser empleado como una diana terap¨¦utica¡±, explica Lowell a Materia.
En un trabajo que buscaba comprobar una parte relacionada de este mecanismo, Scott Sternson, investigador del Instituto M¨¦dico Howard Hughes, tambi¨¦n analiz¨® la funci¨®n de las neuronas AgRP. Seg¨²n el investigador, estos interruptores del hambre se activan cuando la p¨¦rdida de peso alcanza entre el 5% y el 10% de la masa corporal, y explicar¨ªa en parte por qu¨¦ al principio una dieta puede funcionar para despu¨¦s acabar en fracaso debido a un apetito permanente que nos quiere devolver a lo que considera nuestro peso normal.
¡°Estamos estudiando diferentes formas en las que el cerebro controla el apetito¡±, afirma Sternson, que ha publicado su estudio en Nature. ¡°Durante m¨¢s de 60 a?os, todos los estudios neurobiol¨®gicos han sido consistentes con la idea de que el hambre hace que la comida sepa mejor, y esto es sin duda cierto. Sin embargo, hemos identificado un grupo de neuronas diferentes que provoca el hambre por un mecanismo distinto: producen una se?al que genera un sentimiento desagradable y los animales aprenden a comer, en parte, para acallar esa se?al¡±, a?ade. ¡°Por lo tanto, estas neuronas contribuyen a los aspectos emocionales negativos de perder peso, ya sea debido a la inanici¨®n, que estas neuronas evolucionaron para prevenir, o debido a una dieta para perder peso¡±, concluye.
Hasta ahora, Sternson y su equipo, que como Lowell han desarrollado sus experimentos con ratones, manipulan las neuronas de la saciedad a trav¨¦s de virus, de una manera similar a como se insertan nuevos genes en la terapia g¨¦nica. ¡°Esta podr¨ªa ser una manera en que se podr¨ªa hacer en las personas, pero tambi¨¦n, podr¨ªamos comprender lo bastante sobre los receptores y las enzimas expresadas en las neuronas AgRP como para desarrollar f¨¢rmacos que los modifiquen en el futuro¡±, apunta.
Los dos enfoques presentados esta semana servir¨ªan, si se pueden llevar con seguridad a humanos, para reducir la ingesta excesiva de comida y, al mismo tiempo, evitar los efectos desagradables del hambre que acompa?an a la dieta y que, como explicaba Friedman, parece recordarnos que nuestro peso, como nuestra estatura, est¨¢ escrito en los genes y no hay demasiado que podamos hacer para cambiarlo a largo plazo.
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