?Qu¨¦ queda de los se?oritos de Jerez?
El siglo XIX se resiste a abandonar la localidad gaditana. Un microclima social donde bodegas, caballos y arist¨®cratas se pronuncian en ¡®spanglish¡¯
"Defina Jerez¡±, le pidi¨® un periodista estadounidense a Carmen L¨®pez de Sol¨¦, esposa de Manuel de Domecq Zurita, en una visita a Nueva York. Eran los a?os setenta. Los americanos estaban acostumbrados a las ocurrencias: ¡°Jerez es un incesto alcoh¨®lico legalizado¡±, respondi¨®. La frase apareci¨® en las portadas, junto al relato esplendoroso de la colonizaci¨®n mundial del brandy. La espontaneidad de esta sevillana de familia adinerada, diecisiete a?os m¨¢s joven que su marido, y cuya boda fue ¡°un poco esc¨¢ndalo¡± al no pertenecer a las familias jerezanas de toda la vida, describ¨ªa con ingenio lo que dif¨ªcilmente se pod¨ªa percibir desde este oasis de la alta sociedad integrada por bodegueros, exportadores de vinos y arist¨®cratas. Un microclima social. La cronificaci¨®n de una endogamia que ha mezclado santos y profanos. Un extenso linaje que cruza leg¨ªtimos con bastardos, mujeriegos y homosexuales, camperos y viticultores, y que ha matrimoniado a primos segundos, terceros y cuartos ¨Cllegando a cristalizar el doble apellido Domecq Domecq¨C. Aqu¨ª se conserva un rancio spanglish que, a d¨ªa de hoy, se sigue hablando en cocinas y palacios, donde es habitual combinar un ¡°How do you to feel today?¡± con ¡°vamos a tomar una coca de cebolla confitada y unas croquetitas¡±.
?C¨®mo fue capaz de congelarse el tiempo en Jerez, cuna del se?or¨ªo y el anarquismo fin de si¨¨cle, donde andaluces, ingleses, irlandeses y franceses ¨Clos Domecq proceden del Bearn¨C amasaron fortunas y engordaron sus h¨ªgados? Los Terry, Osborne, Boh¨®rquez y L¨®pez de Carrizosa, o los Gordon, Gilby, Gonz¨¢lez y Byass, despu¨¦s de embotellar las botas de sherry, plantaron un ¨¢rbol, o mejor dicho, todo un bosque geneal¨®gico en una de las ciudades que ha persistido en costumbres y maneras propias del siglo XIX. ¡°Jerez seduce y cautiva. Por lo que es y, sobre todo, por la nostalgia de lo que fue¡±, me cuenta Mar¨ªa Due?as, cuya ¨²ltima novela, La templanza, narra la historia de un indiano lleno de urgencias y una distinguida jerezana envuelta en claroscuros, y de una desolada casa-palacio¡ y una vi?a con nombre de virtud.
Ni?as bien de pelo pajizo y pecas en la nariz que se casaron con sus primos y siguen cristianando a sus beb¨¦s con faldones de encaje decimon¨®nicos. Duquesas y marquesas de apellidos compuestos que cocinan como profesionales y se deshacen de la ropa de cama cada a?o. ?Y los se?oritos? ?Qu¨¦ queda del maridaje entre latifundio y club de polo, de los trajes a medida encargados en Savile Row y la capillas del Sant¨ªsimo? Del ¡°Domecq obliga¡±, lema her¨¢ldico de la ilustre familia, hasta la liquidaci¨®n de las bodegas patrias, hoy en manos de multinacionales. Del mecenazgo de artistas y flamencos al derrame patrimonial que ha convertido una buena parte del pasado en escombros. ¡°?Se?oritos? Es casi un insulto. Un denostado esnobismo levantado sobre personajes singulares de quienes se dec¨ªa que el padre hab¨ªa sido un trabajador, el hijo, rico, y el nieto, un pordiosero¡±, resume Mauricio Gonz¨¢lez-Gordon hijo, actual presidente de la bodega Gonz¨¢lez Byass. La explicaci¨®n del mito tiene varias perspectivas: una de ellas asegura que se trata de un prejuicio de Madrid que intenta catalogar un estilo de vida, pero que en realidad solo tiene que ver con gente ociosa que no pega ni clavo.
Otra es la que se?ala a personajes como el exalcalde Pedro Pacheco, hoy en la c¨¢rcel condenado por prevaricaci¨®n y malversaci¨®n de caudales: ¡°Al principio llev¨® a cabo buenas iniciativas, pero despu¨¦s se endios¨® y tom¨® medidas dr¨¢sticas que ahuyentaron el capital de Jerez¡±, explica Pedro Rebuelta, director de la bodega. ¡°?Un se?orito? No s¨¦ lo que es; yo me paso la vida trabajando. Clases sociales hay en todos los pa¨ªses, y se puede ser un gilipollas sin pertenecer a ninguna clase¡±, zanja Antonio Domecq Domecq, nieto del m¨ªtico Alvaro Domecq D¨ªez, exrejoneador dedicado hoy a la instrucci¨®n en su finca, A campo abierto, en Los Alburejos.
El cuerpo de Lola Flores se convirti¨® en una llama incandescente, en un fuego incontrolado que crec¨ªa y que era imposible dejar de mirar. Los pies descalzos lam¨ªan la madera en unos pasos sinuosos. Estaba pose¨ªda o nos posey¨®¡± Manuel Domecq Zurita
A la entrada del palacio de Benavente, propiedad de Manuel Domecq Zurita, vizconde de Almocad¨¦n, y su esposa Carmen de Sol¨¦, se recuesta contra el muro un hombre de piel curtida que no se sabe muy bien si pide limosna o espera a su camello. A su lado, una ni?a de unos diez a?os con gafas rosas, cazadora tejana y marcado seseo le da el aviso: ¡°Aqu¨ª vive un marqu¨¦s (sic) que no deja entrar a nadie. Todo esto es suyo¡±. Los jack russell terrier empiezan a ladrar como fieras, hasta que el vizconde, que durante tantos a?os fuese el embajador de los vinos de Jerez por todo el mundo, abre los porticones. Murales con motivos vegetales, her¨¢ldicos y religiosos enmarcan el patio en una sinfon¨ªa on¨ªrica, atrevida, con desnudos en el Ed¨¦n entre fuentes de agua y peonias.
Criado sin padre, Manuel Domecq Zurita vivi¨® durante la guerra en el hotel Minzah de T¨¢nger, siempre protegido por una madre tan digna como ajena al resentimiento por el abandono de su marido, Pedro Domecq Gonz¨¢lez, b¨ªgamo y cosmopolita. A su familia les llamaban los perversos porque en aquella casa la gente fumaba, bailaba y escuchaba los discos reci¨¦n importados de Bing Crosby. ¡°El mundo estaba all¨ª para tomarlo. El dinero no era un obst¨¢culo, mi familia era riqu¨ªsima, las mujeres, guap¨ªsimas, no hab¨ªa nada que los parara¡±, recuerda el vizconde. Hace un par de a?os estuvo a punto de morir, y Carmen, su mujer, le llev¨® su crucifijo de madera a la UCI, donde no se pod¨ªa entrar nada y qued¨® esquinado entre sueros y cat¨¦ters. ¡°Y Manolo, mi pr¨ªncipe, sobrevivi¨®¡±.
Dice la tradici¨®n que aqu¨ª no hay lugar para tonter¨ªas, que es como le llaman ellos al sentimentalismo. Bel¨¦n Domecq de Sol¨¦, afamada interiorista y, seg¨²n su padre, mujer de car¨¢cter firme que es una autoridad en lo que se propone, me revela que, de peque?as, ella y sus hermanas jam¨¢s fueron abrazadas o besadas por ¨¦l: ¡°Abrazos y besos en la familia son tonter¨ªas, uno de vez en cuando y basta¡±, sentencia. ¡°Aqu¨ª hay dinero con alma, no con ostentaci¨®n. El nivel social se demuestra en los valores del alma. Nuestras hijas, por ejemplo, pueden ir a todas partes y no llaman la atenci¨®n por otra cosa que por su valor moral¡±.
Manuel, maestro en el arte del buen vivir, posee una experiencia est¨¦tica propia de renancentistas. El flamenco siempre ha estado cosido a Jerez, apoyado en la buena resonancia que han dado las bodegas. Ante visitantes ilustres, ya fueran Octavio Paz, David Hockney o Jean Cocteau, se organizaba una de cante. Recuerda una vez que se fueron al Puerto a una fiesta flamenca muy privada donde Lola Flores, ya muy de madrugada, acab¨® bailando desnuda sobre una mesa. ¡°Se hizo el silencio en medio de la juerga. El cuerpo se convirti¨® en una llama incandescente, en un fuego incontrolado que crec¨ªa y que era imposible dejar de mirar. Los pies descalzos lam¨ªan la madera en unos pasos cortos y sinuosos. Estaba pose¨ªda o nos posey¨® a todos¡± .
En los ¨®leos que cuelgan de las paredes han quedado bien plasmados esos or¨ªgenes for¨¢neos: dignas damas con vestidos sin manga, rebequitas de cashmere, perlas, y c¨®mo no, un perrito en su regazo. Porque los perros son uno de los bienes m¨¢s preciados entre la sociedad jerezana. No se entiende la vida sin ellos. Ladran en los patios palaciegos y los salones con mantita y brasero. Hay una an¨¦cdota de Manolo, contada en el libro que le escribi¨® Carmen Oteo, L¨¢grimas del vino, que lo demuestra: cuando era ni?o, desapareci¨® su perra m¨¢s querida, y la familia prefiri¨® decirle que se la hab¨ªa arrebatado un pariente a que hab¨ªa sido atropellada. Le pregunto si no es m¨¢s cruel la mentira que la verdad: un secuestro ante un desafortunado accidente. ¡°Por una parte, aquello formaba parte de una educaci¨®n sobria donde no cab¨ªan tonter¨ªas. Y por otro, los perros siempre han formado parte de nuestra vida. Son clar¨ªsimos, definidos en el amor, te quieren¡±. Los besos perrunos a menudo han sustituido a los humanos. ¡°S¨ª, nuestras familias no eran de besos y abrazos, bastante fr¨ªos, no nos roz¨¢bamos mucho; a m¨ª el contacto f¨ªsico me parece important¨ªsimo: a mi hijo de 19 a?os lo sigo abrazando¡±, asegura Mauricio Gonz¨¢lez.
La aristocracia jerezana es muy sencilla, humana y sociable, que alterna con el pueblo en vez de colocarse en un pedestal¡± Mauricio Gonz¨¢lez Gordon
Sni ¨Cni s¨ª ni no, todo en la misma palabra¨C es un palabro acu?ado en esta ciudad de m¨¢s de 200.000 habitantes, llena de torres, iglesias y monasterios, con una granja de cocodrilos y un premio internacional de motociclismo. Los fenicios ya hac¨ªan vino en sus tierras. Sherry, as¨ª de coqueta suena la internacionalizaci¨®n de su nombre. Sherish, le llamaban los ¨¢rabes; Xerez, en el medievo, y hoy, su aeropuerto con vuelos diarios a Londres se abrevia XRY. Shakespeare dej¨® escrito un elogio a su vino: ¡°Un buen jerez produce un doble efecto: se sube a la cabeza y te seca todos los humores est¨²pidos, torpes y espesos que la ocupan...¡±.
Seg¨²n la direcci¨®n del viento, se percibe m¨¢s o menos la resaca del vino. Un olor acre, a uva macerada y alcohol destilado, que persiste, empecinado, desde 1835, a?o en que se compra La casa, origen de las actuales bodegas Gonz¨¢lez Byass. ¡°Aqu¨ª inventamos la aromaterapia¡±, dice a modo de guasa Paco, gu¨ªa de la bodega. ¡°Le llamamos sorbo de los ¨¢ngeles a las part¨ªculas de alcohol que se pierden en la evaporaci¨®n y te ponen contento¡±, a?ade.
En los archivos de Gonz¨¢lez Byass, con una sobria arquitectura, se conservan m¨¢s de 200.000 cartas y centenares de fotos, de Jorge VI y el Duque de Kent; Alfonso XIII y Victoria Eugenia, en una visita en 1927; el actual Rey, Felipe VI, junto a su promoci¨®n de la Academia General del Aire; pero tambi¨¦n de Manolete, Picasso, Vargas Llosa o Margaret Thatcher. Las paredes de La Concha, construida en honor de la Reina Isabel II por el mism¨ªsimo Gustave Eiffel en1869, est¨¢n ennegrecidas. La humedad tiene un alto grado de penetraci¨®n y tolerancia.
Mauricio Gonz¨¢lez Gordon, presidente de las bodegas y quinta generaci¨®n desde que su tatarabuelo, Manuel Mar¨ªa Gonz¨¢lez ?ngel, pasara de exportador a productor asesorado por su t¨ªo Jos¨¦ Mar¨ªa, t¨ªo Pepe, me define el Jerez como una mezcla perfecta de ¡°elegancia, naturalidad y estilo¡±, y recurre al flamenco, que est¨¢ unido al vino en busca de expresividad: ¡°Es como cuando lo escuchas y lo tienes en los labios y en el coraz¨®n, pero no puedes, no sabes, cantarlo. Te hace sentir y te ayuda a comprender las cosas¡±.
Gonz¨¢lez Byass exporta m¨¢s de la mitad de su producci¨®n anual ¨Cel porcentaje de los 45 millones de litros de vino jerezano vendidos m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras alcanza el 70%¨C. Durante los a?os de la crisis ha crecido un 25%, y el pasado 2014 factur¨® 250 millones de euros. La m¨¢s emblem¨¢tica de las bodegas tiene 150 accionistas y a tres generaciones familiares en su junta. Del Beronia a T¨ªo Pepe, de protectores de Do?ana a mecenas, se sienten orgullosos de haber modernizado el oficio: Mauricio tiene un MBA y Rebuelta, el primer director profesionalizado ¨Cno heredado¨C, es Icade.
La endogamia de Jerez no se me hace cuesta arriba porque s¨¦ de qu¨¦ va, aunque no me identifico con ella. Incluso me resulta agradable, aunque yo soy claramente progresista¡± Cristian Domecq
Ambos, considerados en Jerez ¡°unos se?orazos¡±, me aseguran que la aristocracia jerezana ¡°es muy sencilla, humana y sociable, que alterna con el pueblo en vez de colocarse en un pedestal¡±. Por la tarde, en casa de Rebuelta, casado con Almudena Domecq, juegan una partida de croquet mientras los rayos del atardecer atraviesan la geometr¨ªa de los palos. Ni?os, j¨®venes y seniors; camisetas deportivas y chaquetas de tweed verde. De repente, aparece una mujer de mirada profunda con el pelo recogido. Es Carolina Ruiz-Mateos, sobrina del due?o de Nueva Rumasa y las bodegas Ruiz-Mateos Rivero. Viene a dar clases de flamenco rancio y puro ¨Ccomo lo aprendi¨® ella en las escuelas de Angelita G¨®mez y Mar¨ªa del Mar Moreno¨C a la hijas de Pedro y Almudena y sus amigas. As¨ª se gana la vida. ¡°No ha sido f¨¢cil perder tierras, caballos, patrimonio. Menos mal que mi padre ten¨ªa alzh¨¦imer al final de su vida y no se dio cuenta. Mi t¨ªo nos arruin¨®, nos dej¨® sin un duro¡±. Y a diferencia de tantos entrevistados, que a menudo cuando recuerdan que hablan con una periodista te ruegan ¡°esto no lo pongas¡±, Carolina dice: ¡°Puedes ponerlo tal cual¡±.
David Fesser Lucky tambi¨¦n repite la m¨¢xima ¡°sin tonter¨ªas¡±. A los dieciocho a?os, su Ford Fiesta dio dos vueltas de campana. Se qued¨® paral¨ªtico. Es tan educado que daba las gracias a cada enfermera en la UCI, donde permaneci¨® durante tres semanas. Hoy es un hombre libre que ha pilotado helic¨®pteros y ha volado en parapente y autogiro. ¡°Nada de lloriqueos. Los l¨ªmites son mentales¡±. Fesser, con negocios en Rep¨²blica Dominicana, ha viajado por todo el mundo y se siente ¡°un outsider de Jerez¡±. Regenta Las Cuadras, un bar donde se escucha flamenco y se come de maravilla, ubicado en las antiguas cuadras del Palacio de la Condesa de Casares, propiedad de su familia, emparentada con el Duque de Abrantes. ¡°Espa?a es un pueblo de pandereta y zambomba al que le encanta el drama. Tal vez a nosotros nos ven fr¨ªos. Yo le daba la mano a mi padre, me avergonzaban los besos. Aqu¨ª la gente llora en su casa, no somos unos desalmados¡±.
Los hubo que enseguida volaron a las Am¨¦ricas, como David, o a Madrid, como el pintor Cristian Domecq. En los a?os ochenta era considerado el Hockney madrile?o, gracias a sus retratos a personajes emblem¨¢ticos de La Movida. El Reina Sof¨ªa tiene obra suya. Hijo de Beltr¨¢n Domecq Gonz¨¢lez y Ana Cristina Williams ¨C¡°mi madre era muy guapa, atractiva, flem¨¢tica, y sufri¨® bastante porque era independiente¡±¨C, asegura que tiene su infancia muy definida: Jerez me resulta un mundo pintoresco, tradicional¡ para nada me siento la oveja negra¡±. Cristian es un hombre sensible y solidario, ha contribuido con la venta de sus obras a la investigaci¨®n contra el SIDA y est¨¢ provisto de un terciopelo humano, hipersensible y escurridizo. ¡°En el arte yo soy constante en mi inconstancia, como las olas del mar¡±. Y representa la declinaci¨®n art¨ªstica de uno de los apellidos m¨¢s clonados de la alta sociedad: ¡°La endogamia de Jerez no se me hace cuesta arriba porque s¨¦ de qu¨¦ va, aunque no me identifico con ella. Incluso me resulta agradable, aunque yo soy claramente progresista¡±, dice. ¡°Los jerezanos son cosmopolitas, pero dentro de un orden. Lo outsider no les divierte nada¡±.
El cortijo de los Domecq Romero, Los Alburejos, consiste en una enorme construcci¨®n crecida a lo ancho y dos plazas de toros, una cubierta y otra a cielo abierto
De Jerez a los pueblos de la costa, Barbate y Zahara, los toros pastan en paz, ajenos a la fiereza del duelo. En Medina Sidonia el paisaje abre las cortinas hacia las marismas. El cortijo de los Domecq Romero, Los Alburejos, consiste en una enorme construcci¨®n crecida a lo ancho y dos plazas de toros, una cubierta y otra a cielo abierto. Son las 10 de la ma?ana de un domingo y la casa huele a caf¨¦ y a ventisca, cruzada por las corrientes de aire que contrarrestan el olor de las chimeneas, que a esa hora vuelven a crujir. Isabel y Antonio son los hijos de Fabiola Domecq Romero y Luis Fernando Domecq Ibarra. En 1991, la familia sufri¨® una tragedia: murieron sus cuatro hermanas en un accidente de coche. ¡°Tenemos mucha fe, nos apoyamos en Dios. Mi madre lo resisti¨® fenomenal. Pocas veces la vi llorar¡±, me cuenta Isabel. Cada domingo, los Domecq Romero, despu¨¦s de desayunar, oyen misa en la capilla del cortijo. Y, despu¨¦s, al campo. ¡°Aqu¨ª no te aburres, no hay d¨ªa para tanto plan: montar a caballo, monter¨ªas, tentaderos, acoso y derribo... Se vive en la gloria, y voy a Madrid cada vez que me da la gana¡±. Isabel es una mujer austera y emprendedora, y su finca, idea de su t¨ªo ?lvaro Domecq Romero ¨Cfundador de la Real Escuela Andaluza de Artes Ecuestres¨C es pionera en el ocio taurino. Todo aqu¨ª, las mesas camilla y los retratos familiares, incluidos los de Franco cuando iba a cazar a Las Lomas, pero tambi¨¦n cuelgan los sombreros mejicanos y las chaparreras. Las viejas tradiciones se deben mantener, piensan los habitantes de este microclima social, absolutamente convencidos de que Podemos, en Jerez, no tiene ning¨²n futuro.
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