El pastel de manzana de Pollock
Un libro de cocina recupera recetas manuscritas del adalid del expresionismo abstracto y pinta una imagen id¨ªlica de su vida, lejos de la del artista alcoh¨®lico y visceral
Jackson Pollock finaliza uno de sus drip paintingsen el taller adjunto a su casa del pintoresco pueblo de Springs, (Long Island, Estado de Nueva Yok), y, para celebrarlo, entra a la cocina y empieza a trabajar la masa de su famoso pastel de manzana, el mismo que ha ganado el concurso de tartas de la localidad y que se ha hecho legendario entre sus amigos y vecinos.
No, la escena desde luego no aparece en Pollock, la pel¨ªcula basada en una biograf¨ªa que gan¨® el Pulitzer ¡ªPollock: an American saga¡ª y en la que Ed Harris ciment¨® la imagen que existe del pintor en la cultura popular, la del genio asilvestrado y alcoholizado al que algunos historiadores contempor¨¢neos han diagnosticado p¨®stumamente un trastorno bipolar. El pintor falleci¨® en 1956, con tan s¨®lo 44 a?os en un accidente de tr¨¢fico causado porque conduc¨ªa borracho. Su amante, Ruth Kligman, que viajaba en el asiento del copiloto, sobrevivi¨®.
Sin embargo, la id¨ªlica vi?eta dom¨¦stica, con aroma a harina y a manzana caramelizada, responde a la perfecci¨®n a la vida del pintor. O al menos eso reivindica el libro Dinner with Jackson Pollock (Assouline), un lujoso tomo que recupera las recetas que sol¨ªan cocinar Pollock y su esposa, la artista Lee Krasner, en su casa de Springs. Su autora, Robyn Lea, trabaj¨® mano a mano con la sobrina de ambos, Francesca Pollock, y tuvo acceso a la casa-museo del matrimonio, donde encontr¨® decenas de recetas manuscritas cuya existencia se desconoc¨ªa. Aparecieron, arrugadas y manchadas de comida, entre las p¨¢ginas de sus libros de cocina y guardadas en un librito de gastronom¨ªa que public¨® el New York Times en 1942. Algunas, como la de las cebollas rellenas o las alb¨®ndigas suecas, proven¨ªan de Stella Pollock, la formidable madre del pintor, que lleg¨® a trabajar como cocinera en tiempos de escasez econ¨®mica. Otras fueron prestadas de amigos, como la ensalada de fruta de Elaine de Kooning, la bullabesa de la artista Perle Fine o la salsa para los espaguetis de Rita Benton, la esposa de su profesor de pintura, Thomas Hart Benton, y una figura importante en la vida de Pollock. Dentro de un libro titulado Boston Cooking apareci¨® un peque?o recetario, ideado por Krasner y un farmac¨¦utico local, pensado para curar el alcoholismo del pintor con una dieta estricta a base de zumos, batidos y emulsi¨®n de soja.
Lea, que cocin¨® y fotografi¨® muchos de los platos con los utensilios aut¨¦nticos de la pareja, incluidas sus ollas de la marca Le Creuset, reconoce que la estampa que se desprende de su libro no cuadra a priori con la imagen de "salvaje que dispara pintura" que se tiene del adalid del expresionismo abstracto. "No negar¨¦ que fue un hombre complejo con un considerable problema de alcoholismo, pero preparando el libro pude imaginar sus esfuerzos por curarse, muchas veces mal aconsejado por profesionales bienintencionados pero equivocados, y tuve acceso a ese otro lado que describen sus amigos, el del hombre sensible y amable que amaba pescar, buscar almejas y preparar tortitas esponjosas para el desayuno", asegura.
Los Krasner-Pollock, cuenta, "ten¨ªan un sentido muy moderno de la gastronom¨ªa" y prefer¨ªan cultivar sus propias verduras -al parecer, las berenjenas eran el orgullo del pintor- y salir a buscar almejas a la costa y setas salvajes a los bosques cercanos. En su casa, la comida era importante en el d¨ªa a d¨ªa pero tambi¨¦n funcionaba como arma de seducci¨®n social. La pareja sol¨ªa preparar elaborados banquetes regados por champ¨¢n Bollinger a los que invitaban a personajes influyentes del mundo del arte como Peggy Guggengeim, que les concedi¨® un pr¨¦stamo para comprar la casa, el cr¨ªtico Clement Greenberg y el artista y coleccionista Alfonso Ossorio. Con el tiempo, algunos de sus amigos neoyorquinos se instalaron en la zona, atra¨ªdos por ese estilo de vida entre sofisticado y rural.
Pollock cocinaba como pintaba, llega a asegurar Lea. Y no es extra?o, cree, que su especialidad fuese hornear pasteles y panes, como su c¨¦lebre barra de centeno, que preparaba los s¨¢bados, siguiendo la costumbre puritana de no cocinar los domingos. "Su aproximaci¨®n a la pintura, que ten¨ªa una clara estructura visual, no es distinta al proceso de hacer pasteles, que requiere ser preciso y en el que nada es accidental. Trabajar la masa es algo muy r¨ªtmico, igual que lo era la forma en que ¨¦l danzaba alrededor del lienzo cuando pintaba", defiende la autora. Pollock aprendi¨® a hacer el pastel de manzana de su madre y lo consideraba su plato estrella, sobre todo cuando gan¨® con ¨¦l el primer premio en la Feria de Pescadores de Springs. Los vecinos, a los que les divert¨ªa que el "mejor pintor vivo de Estados Unidos", como lo ungi¨® ya en 1949 la revista Life, quisiese discutir con ellos sobre cu¨¢les son las mejores almejas para preparar el chowder, apreciaban tanto aquella tarta que compraban las porciones por adelantado, antes de que llegase al bar del pueblo. S¨®lo los m¨¢s r¨¢pidos se convert¨ªan en propietarios de ef¨ªmeros y deliciosos pollocks.
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