Esquina de sol

El momento m¨¢s feliz dura un segundo, dec¨ªa Leonardo Sciascia; en realidad, la vida consiste en coleccionar la confluencia de momentos felices que en alg¨²n momento se diluyen en las aguas de una l¨¢grima o en el recuerdo de un disgusto. Todos tenemos alg¨²n momento feliz que surge de pronto, como esas nieves de las que habla Silvio Rodr¨ªguez en Ojal¨¢. Una luz cegadora, un disparo de nieve.

Lo mejor de la vida es recordar esos momentos felices y lo peor es simular que no los recordamos; por ah¨ª no s¨®lo entra el olvido, sino el resentimiento y la nada... El gran Kapuscinski dej¨® dicho que el cinismo es mal consejero de este oficio que guard¨® consigo desde que ten¨ªa la edad de la inocencia. El trabajo consiste en no perder nunca la armadura contra el cinismo. Es un combate desigual, porque los componentes del cinismo (el olvido, el resentimiento) tienen armas menos nobles pero m¨¢s mort¨ªferas.

Dec¨ªa Che Guevara que hab¨ªa que endurecerse con la vida, pero que si perd¨ªas la ternura casi todo lo que ten¨ªas iba a convertirse en desamor o en mierda. Ese libro fant¨¢stico, El coronel no tiene quien le escriba, el mejor de los de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, acaba tambi¨¦n con esa palabra enorme, y cervantina, que Juan Goytisolo introdujo en su discurso de aceptaci¨®n del mayor premio espa?ol. Mierda. En ese libro de Gabo hasta la palabra mierda est¨¢ llena de esperanza. Porque es probable que al d¨ªa siguiente esa largu¨ªsima espera del coronel tenga su fruto. Y aunque no venga la carta ah¨ª est¨¢ ¨¦l esper¨¢ndola. ?Y mientras qu¨¦ comemos? Pues comemos mierda.

El periodismo es un ejercicio tan noble como respirar; el ya citado Gabo acu?¨® una frase vieja como el oficio, pero como la acu?¨® consigui¨® para siempre el cr¨¦dito: el periodismo es el oficio m¨¢s bello del mundo. Un oficio que te hace levantarte de la cama aunque est¨¦s perezoso o enfermo, te pone a hablar con gente que no te interesa y que incluso te incomoda, te hace preocuparte por asuntos tan variados que a veces llevas contigo, en tu cabeza o en tu somnolencia, una especie de Wikipedia de ingenios ajenos que vamos soltando como si supi¨¦ramos. Y en realidad somos ignorantes ilustrados (o ilustres ignorantes, como ese divertid¨ªsimo programa del Plus) que componemos la vida de los otros como si estuvi¨¦ramos cosiendo alpargatas y a veces como si estuvi¨¦ramos embadurnando de oro (o de mierda) lo que otros hacen queri¨¦ndonos entretener, querer o estafar.

Un oficio lleno de esquinas gloriosas o turbias, que nos hace decir y olvidar al tiempo que decimos, como hac¨ªa con la carne aquel bistur¨ª que invent¨® el padre de Juan Jos¨¦ Mill¨¢s, que hac¨ªa su trabajo como un orfebre de la destrucci¨®n y de la reconstrucci¨®n a la vez. Somos coleccionistas de momentos gloriosos, entre los cuales los mejores son, generalmente, aquellos que se parecen a los juguetes humildes que tuvimos en la infancia. En sus ¨²ltimos a?os de vida lo que entreten¨ªa a Manu, uno de los jefes de la tribu, era una enredadera verde y fastuosa; a m¨ª me queda en la memoria, entre muchas cosas, el recuerdo del sol que ca¨ªa en una esquina de la Redacci¨®n uno de los veranos que he pasado en este peri¨®dico que ma?ana cumple sus 39 a?os.?