?Qu¨¦ es genocidio?
La Alemania nazi y la matanza de armenios replante¨® el concepto de cr¨ªmenes contra la humanidad al englobarlos dentro de un proceso de destrucci¨®n generalizado contra una naci¨®n, una raza o una religi¨®n
Cuando conmemoramos el fin del nazismo y de sus cr¨ªmenes, que dieron carta de naturaleza al concepto de genocidio, viene bien recordar que el t¨¦rmino suele ser manejado sin contar con el prop¨®sito del jurista Rapha?l Lemkin al acu?arlo. Era este disponer de un instrumento anal¨ªtico, y no simplemente calificar con gran dureza los actos de barbarie. Masacres, cr¨ªmenes, hambrunas provocadas, pod¨ªan encontrar su calificaci¨®n adecuada como cr¨ªmenes de guerra o como cr¨ªmenes contra la humanidad, sin perder tiempo en buscar un neologismo. ¡°Las aguas del ?ufrates que bajaban rojas¡±, seg¨²n los propios testigos turcos de 1915, fueron la tr¨¢gica se?al del genocidio armenio, pero sin atender al contexto podr¨ªan haberlo sido de un crimen masivo de otra naturaleza.
El significado de crimen de guerra es el menos controvertido, y por ello fue utilizado para fundamentar las condenas del juicio de N¨²remberg. M¨¢s compleja es la delimitaci¨®n de los cr¨ªmenes contra la humanidad, actos mort¨ªferos contra la poblaci¨®n civil, y persecuciones religiosas, raciales y pol¨ªticas. Antes de que fuera definido por la Carta de Par¨ªs en 1945, la expresi¨®n ¡°cr¨ªmenes contra la humanidad y la civilizaci¨®n¡± hab¨ªa aparecido ya en mayo de 1915, para designar la represi¨®n otomana contra los armenios, El campo cubierto por los cr¨ªmenes contra la humanidad coincide con el del genocidio: la diferencia reside en que aquellos son acciones o episodios, puntuales o acumulativos, en tanto que el genocidio los engloba en el seno de un proceso de destrucci¨®n generalizado, contra una naci¨®n, una raza o una religi¨®n. La diferencia ha de establecerse tambi¨¦n respecto de los ¡°cr¨ªmenes de masas¡±: el genocidio requiere la motivaci¨®n, la voluntad de extinguir al grupo que los sufre.
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Desde estos supuestos, entre otros casos posibles, el Gran Salto Adelante, con sus 40 millones de v¨ªctimas, habr¨ªa sido un delirante crimen contra la humanidad, pero no un genocidio, ya que no respondi¨® a una intenci¨®n de Mao de aniquilar al pueblo chino, sino de imponerle el para¨ªso comunista. Y fue crimen al insistir Mao en su estrategia aun conociendo la cat¨¢strofe en curso. La alevosa invasi¨®n de Irak por Bush fue merecedora de an¨¢loga calificaci¨®n. S¨ª habr¨ªa sido obviamente un genocidio el conjunto de pol¨ªticas de exterminio nacional y racial perpetradas por la Alemania de Hitler entre 1939 y 1945, con la centralidad indiscutible de la ¡°soluci¨®n final¡± antijud¨ªa.
La claridad reivindicada por Lemkin, justamente para hacer operativo el concepto en el marco del derecho internacional, supone tener en cuenta la finalidad perseguida: la secuencia de cr¨ªmenes contra la humanidad y de pol¨ªticas dirigidas a debilitar al grupo v¨ªctima, hasta el extremo de las matanzas de masas, implica siempre la existencia de una motivaci¨®n previa, concretada en lo que Lemkin llama ¡°una conspiraci¨®n¡±, una estructura organizativa cuyo objeto es la puesta en pr¨¢ctica de la destrucci¨®n. La implementaci¨®n del genocidio no es espont¨¢nea: surge de esa conspiraci¨®n. Esta a su vez tiene detr¨¢s de s¨ª un planteamiento ideol¨®gico maniqueo, que enfrenta al grupo humano que se considera superior ¡ªetnicismo¡ª contra el inferior que supuestamente se le opone, y por consiguiente debe ser destruido.
Su implementaci¨®n no es espont¨¢nea: surge de una conspiraci¨®n y una ideolog¨ªa maniquea
Con o sin matanza de todos sus miembros, el genocidio implica ¡°un plan coordinado que se dirige hacia la destrucci¨®n de los fundamentos esenciales de una naci¨®n¡± (Lemkin). Estas son las precondiciones para su materializaci¨®n en tres fases: ideolog¨ªa genocida, conspiraci¨®n, y ejecuci¨®n, habitualmente posibilitada por la incidencia de una variable externa, de un detonador, casi siempre una guerra que abre la ventana de oportunidad pol¨ªtica para el aniquilamiento.
Los sucesivos genocidios del siglo XX registran sin excepci¨®n esa din¨¢mica. El antisemitismo forjado en Alemania y en Austria desde el siglo XIX se funde con un nacionalismo mitol¨®gico y con el militarismo frustrado de 1918 para, Hitler mediante, sentar las estructuras y el conjunto de decisiones que desembocan en el Holocausto. No tan lejos de ese proceso, el exterminio armenio encuentra en su g¨¦nesis a un nacionalismo militarista, reforzado por la religi¨®n y por un componente etnicista, y activado por otra frustraci¨®n, la derrota turca de 1913 en las guerras balc¨¢nicas. Sin olvidar el antecedente de la l¨®gica de aplastamiento implacable de toda disidencia por el imperio otomano, cuyo legado reencontramos a fines del siglo XX con los musulmanes bosnios como v¨ªctimas esta vez de los serbios. ¡°Si os declar¨¢is independientes, os exterminaremos¡±, advirti¨® Karadzic a Itzebegovic. Y as¨ª fue.
Enmarcado por dos guerras (civil y Vietnam), un complejo coctel en que intervienen la fascinaci¨®n ante el mao¨ªsmo, el estalinismo franc¨¦s, la versi¨®n k¨¢rmica del budismo, e incluso una peculiar creencia en los esp¨ªritus, explica la vocaci¨®n exterminadora de los jemeres rojos en Camboya. Aqu¨ª, como antes sucediera en otros genocidios vinculados a revoluciones, a favor o contra las mismas, el genocidio consiste en la eliminaci¨®n de una parte del cuerpo social, al que se define como antinacional o contrarrevolucionario. Su antecedente lejano fue el ¡°nacionicidio¡± jacobino de la Vend¨¦e en 1793, denunciado por Baboeuf. Abundan casos recientes, de conceptualizaci¨®n discutida, tales como el aniquilamiento del enemigo de clase o interior en la URSS, por Lenin y Stalin, el de la anti-Espa?a por el franquismo o el anticomunista de Indonesia 1965. Una ¨²ltima variante, el genocidio de los hutus contra los tutsis en Ruanda, surgi¨® del odio racial, reforzado por mitos anti-tutsis de exclusi¨®n, dando lugar en 1995 al m¨¢s sanguinario proporcionalmente de todos, con el Estado hutu como protagonista, aunque fuera finalmente derrotado.
Los sobrevivientes de estas barbaries soportan durante d¨¦cadas la carga del dolor padecido
La motivaci¨®n inmediata oscila entre la reacci¨®n a la inseguridad de una dominaci¨®n (J¨®venes Turcos, serbios) y el racismo asesino en que coincidieron nazis alemanes y hutus, pasando por la decisi¨®n de eliminar a quienes encarnaban la negaci¨®n del propio proyecto de organizaci¨®n social, fuera sovi¨¦tico o nacionalista. Si a?adimos aqu¨ª el imperialismo, ser¨ªa calificable de genocida ¡ª¡°democida¡±, seg¨²n Rummel¡ª la dominaci¨®n japonesa sobre China desde 1937 a 1945.
El genocidio llega de forma inesperada. Resulta necesario, en consecuencia, atender al ascenso de la mentalidad maniquea y de la violencia en determinados movimientos pol¨ªticos. Por eso tras el precedente armenio, y a la vista de lo que ocurr¨ªa en la Alemania ya nazi, Rapha?l Lemkin se consagr¨® desde 1933 a propugnar que lo que aun llamaba ¡°barbarie¡± alcanzase un reconocimiento por el Derecho Internacional. Solo as¨ª ser¨ªa posible sentar las bases jur¨ªdicas para el castigo de quienes cometieran tales actos, y prevenir su ejecuci¨®n primero, y su repetici¨®n m¨¢s tarde. Como luego advirtiera Primo Levi: ¡°Lo que ha sucedido, puede volver¡±.
Importan finalmente las consecuencias hist¨®ricas y jur¨ªdicas que se derivan del genocidio. Ante todo, el olvido, y sobre todo el negacionismo, constituyen las premisas para reincidir en la barbarie. Los efectos de un genocidio son siempre de larga duraci¨®n. Es as¨ª como los sobrevivientes siguen soportando durante d¨¦cadas la carga del dolor padecido, en unos casos agobiados hasta el suicidio (Primo Levi), en otros sometidos a las consecuencias indirectas de la destrucci¨®n, y aqu¨ª los armenios vuelven a primer plano. Son los que durante generaciones debieron esconder o vieron eliminada su verdadera identidad en un marco de discriminaci¨®n ¨¦tnico-religiosa. Con otras caracter¨ªsticas y menor duraci¨®n, algo as¨ª les sucedi¨® a los vencidos en la Espa?a de Franco. Son p¨¢ginas de una historia necesaria del sufrimiento humano.
En el orden jur¨ªdico, la aproximaci¨®n al pos-genocidio descubre c¨®mo el funcionamiento de una jurisdicci¨®n internacional sobre tales cr¨ªmenes, requerida por Lemkin, ha tropezado con los intereses en juego de las grandes potencias. Nada lo explica mejor que la tardanza en someter a la justicia a los l¨ªderes jemeres rojos, protegidos durante mucho tiempo por Estados Unidos, China y Tailandia. O el pronto olvido de Jap¨®n. Solo para pa¨ªses d¨¦biles, como Ruanda o Serbia, la jurisdicci¨®n universal ha sido aplicada sin obst¨¢culos a los culpables de los respectivos genocidios.
Antonio Elorza es editor, con Araceli Manj¨®n-Cabeza, de Genocidio, escritos de Rapha?l Lemkin (CEPC, 2015).
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