Las migas
Es muy llamativo que un pa¨ªs que ha alumbrado individualidades tan asombrosas desde?e tanto a la cultura y a su gente
El actor Jorge Bosch me cont¨® una historia. Sucedi¨® en un peque?o pueblo en fiestas. La compa?¨ªa de Jorge Us¨®n hab¨ªa sido contratada para interpretar al aire libre, sobre un remolque, Historia de una escalera de Buero Vallejo. En el pueblo no estaban demasiado familiarizados con el teatro pero llevaron las sillas de sus casas y la plaza se llen¨®. La representaci¨®n comenz¨® a las ocho. Parec¨ªa que el p¨²blico segu¨ªa con atenci¨®n la obra pero, hacia las nueve, uno del pueblo irrumpi¨® a mitad de la funci¨®n y, sin cortarse un pelo, grit¨®: ¡°?Que ya est¨¢n las migas!¡±. Con toda naturalidad, los espectadores se levantaron, recogieron sus sillas y se encaminaron hacia el local de la cena. La plaza qued¨® vac¨ªa y los actores, perplejos, dejaron de actuar.
La an¨¦cdota retrata bien nuestra complicadilla relaci¨®n con la cultura: a nadie le importa leer o ver teatro pero siempre que no haya casi cualquier otra cosa que hacer. En los setenta los espa?oles devoraban Estudio 1 o La clave, sencillamente, porque los viernes no coincid¨ªan con S¨¢lvame de Luxe. Es muy llamativo que un pa¨ªs que ha alumbrado individualidades asombrosas desde?e de esa manera a la cultura y a su gente. Espa?a es el lugar donde Lorca y Mu?oz Seca murieron fusilados, Miguel Hern¨¢ndez en la c¨¢rcel, Jardiel pobre y olvidado y en el que Antonio Machado, entre otros muchos, no pudo morir: lo hizo, de forma penosa, en el exilio, poco despu¨¦s de huir del pa¨ªs de las migas.
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