En busca de la Armenia perdida
Hoy, en la Rep¨²blica, monasterios e iglesias han sido restaurados y pueblan el paisaje de monta?a y el descenso desde la capital, Erev¨¢n, hacia el r¨ªo Araxes.
Las tres mujeres salieron r¨¢pidamente del ferri que une la costa con el islote de Akhtamar, en el inmenso lago de Van, en el este de Turqu¨ªa. Una vez tomadas un par de fotos a la iglesia, las dos mayores se acercaron al altar, se arrodillaron, una de ellas con los brazos abiertos, e iniciaron un emotivo canto a la Virgen. El guardi¨¢n turco contemplaba indiferente la escena. Las tres eran nietas de armenios que permanecieron all¨ª despu¨¦s de la tragedia de 1915 y peregrinaban al lugar de origen de sus familias. Una de ellas, profesora en Estambul, celebraba una integraci¨®n ya definitiva de los armenios en la sociedad turca. Otra de las mujeres mayores manifestaba su desesperaci¨®n.
Del antiguo Van no queda otro testimonio que el espacio desolado que ocupara la ciudad destruida, con restos de mezquitas e iglesias. En cambio, a 40 kil¨®metros, la iglesia de la Santa Cruz en Akhtamar ha sobrevivido desde el siglo X, con su decoraci¨®n exterior de escenas b¨ªblicas y figuras de animales en bajorrelieve. El aislamiento salv¨® a Akhtamar, pero no a otros monasterios cercanos. Al de Yedi Kilisse, con un resto de portada y un agujero en la techumbre, se le augura un mal futuro.
En la Turqu¨ªa del Este
En Anatolia oriental, antiguas tierras armenias, todas las ciudades comienzan a parecerse, a la sombra de la explosi¨®n demogr¨¢fica. Los 25.000 habitantes de Van en 1970 son hoy medio mill¨®n; hacia el Este, Dogubayazit, al pie del monte Ararat, pas¨® de 4.000 a 36.000. M¨¢s all¨¢ , el camino del norte sigue hacia Kars, ruso-armenia hasta 1918. Bajo el sol de una tibia primavera, las calles tienen una vida animada, entre tiendas que venden una maravillosa miel y un desafortunado queso a?ejo. La enorme catedral rusa de Alexander Nevski ha sido desmochada y convertida en mezquita, y otro tanto le ha ocurrido a la iglesia armenia de los Doce Ap¨®stoles. La reducida poblaci¨®n cristiana carece de lugar de culto. Lo contaba un comerciante, cuya condici¨®n de armenio cab¨ªa adivinar al exhibir una fotograf¨ªa de Kars anterior a 1915. En su casa, esa evocaci¨®n del pasado perdido se reflejaba en m¨¢s fotograf¨ªas del viejo tiempo. Sus padres hab¨ªan tenido que cambiar el apellido armenio Bogarian por el turco Ashmak, igual que hicieran tantos otros.
Cerca de Kars se encuentran las ruinas de Ani, la capital fantasma de Armenia, en palabras de Orhan Pamuk. Las iglesias de los siglos X y XI, dispersas en el amplio p¨¢ramo delimitado por las murallas y dos grandes barrancas, parecen a punto de derrumbarse: la del Redentor, partida en dos; la catedral, con enormes boquetes en el techo y en los muros laterales. Solo ofrece una estructura s¨®lida la de San Gregorio, escondida en la bajada hacia el r¨ªo. La excepcional arquitectura armenia malvive en el abandono, a diferencia de la mezquita selj¨²cida, cuidadosamente restaurada y protegida. Tal vez porque Ani, como el Ararat, sigue siendo un s¨ªmbolo nacional armenio, aunque est¨¦ en suelo turco. Desde que Turqu¨ªa cerr¨® la frontera en 1993, la ¨²nico modo de pasar a la Rep¨²blica de Armenia es a trav¨¦s de Georgia. El recorrido permite despedirse de la Armenia perdida siguiendo las orillas del lago ?irlis, en medio de un circo de monta?as y en compa?¨ªa de un curioso desfile de animales: caballos, ocas, espabilados burros. M¨¢s adelante, en la Georgia turca, nuevas iglesias medievales, abandonadas pero con menores destrozos.
Monasterios y cruces de piedra
Hace un siglo, la situaci¨®n de las dos Armenias era comparable. Hoy, en la Rep¨²blica, monasterios e iglesias han sido restaurados y pueblan tanto el paisaje de monta?a como el descenso desde la capital, Erev¨¢n, hacia el r¨ªo Araxes, a la sombra del Ararat y frontera con Turqu¨ªa. Ani queda lejos, como un tr¨¢gico cementerio. ?Reiteradas a lo largo de los siglos, las f¨®rmulas de construcci¨®n armenias introducen siempre variantes que distinguen unas iglesias de otras. Lo mismo sucede con las cruces de piedra o kashkar, s¨ªmbolo creador de vida.
Incluso sobrevive alguna vieja iglesia en la capital, encerrada entre viviendas durante la era sovi¨¦tica. Vale la pena zigzaguear hacia el Norte, hasta el monasterio de Goshavank, en la llamada Suiza armenia, anta?o lugar de reposo para jerarcas sovi¨¦ticos. M¨¢s all¨¢ se encuentra el segundo lago armenio por extensi¨®n, el Sevan, lugar de vacaciones para armenios e iran¨ªes. Ellos beben vino y buen co?ac, ellas lucen trajes de ba?o. El lago consigui¨® sobrevivir, aun perdiendo 20 metros de profundidad, al intento estaliniano de hacer del Sevan un segundo mar de Aral.
El contraste es total entre la hermosa y pobre Armenia rural y Erev¨¢n, con m¨¢s de un mill¨®n de habitantes, comercio de lujo y urbanismo moderno. El monumento al Genocidio domina la capital. Nada recuerda que la situaci¨®n del pa¨ªs es insegura, con el cerco geogr¨¢fico de un Azerbaiy¨¢n deseoso de revancha tras la derrota de 1994 que dej¨® en manos armenias el enclave de Nagorno-Karabaj. En Karabaj, el s¨ªmbolo de la naci¨®n armenia es el gran monasterio de Gandzasar, con magn¨ªficos bajorrelieves y un religioso-gu¨ªa que combati¨® contra los azer¨ªes.
La sombra de 1915 siempre est¨¢ ah¨ª. En la visita a Edmiadzin, sede del patriarcado armenio, el kath¨®licos Garegin II explicaba la situaci¨®n de su iglesia en Turqu¨ªa. ¡°Se perdona¡±, precis¨® el patriarca ante una pregunta, ¡°al que se arrepiente y reconoce su culpa. Y adem¨¢s perdonar no es olvidar¡±.
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