Los aut¨¦nticos desaf¨ªos
Una tarjeta de inmigrante es una iniciativa corta para un gran problema
La oferta socialista de una tarjeta de identidad local para los inmigrantes irregulares es una iniciativa que, en principio, puede considerarse. Llama la atenci¨®n lo tard¨ªo del anuncio ¡ªa pocos d¨ªas de las elecciones municipales¡ª y el hecho de que no se trata de una pol¨ªtica general del PSOE. La direcci¨®n de este partido lo considera coherente con su filosof¨ªa, pero en rigor consiste en una propuesta para Madrid formulada por su candidato a la alcald¨ªa de la capital, Antonio Miguel Carmona.
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El problema de las iniciativas aisladas es que aportan una respuesta muy corta para un problema muy grande, que afecta al conjunto de Espa?a y a toda la UE, confrontada a la vecindad de zonas geogr¨¢ficas que se encuentran muchos escalones econ¨®micos m¨¢s abajo y azotadas por inestabilidades (el este del continente, Oriente Pr¨®ximo, gran parte de ?frica) de gravedad incomparable con las que sufre la UE internamente.
La iniciativa socialista para Madrid se ha conocido a los pocos d¨ªas de la negativa de varios Gobiernos a aceptar el reparto propuesto por Bruselas de refugiados e inmigrantes entre los miembros de la Uni¨®n. El Gobierno socialista franc¨¦s encabeza el rechazo, temeroso del empuje del discurso antiinmigraci¨®n agitado por la extrema derecha de su pa¨ªs. El ministro espa?ol de Exteriores tambi¨¦n se opone, con el argumento de que Bruselas no ha tenido suficientemente en cuenta la elevada tasa de paro en este pa¨ªs.
No pocos europeos ¡ªy no solo sus instituciones¡ª mantienen una actitud que oscila entre la hostilidad y la tibieza respecto a los extranjeros empobrecidos y los demandantes de asilo. Los intentos de ponerse de perfil frente a los sin papeles se traducen en que los Gobiernos de los Veintiocho solo han acordado organizar y pagar una operaci¨®n militar de rechazo de inmigrantes irregulares, oficialmente presentada como de lucha contra las mafias del tr¨¢fico de personas.
Si no queremos savia nueva, al menos deber¨ªamos producirla nosotros mismos, los europeos. Pero tampoco. Las europeas tienen su primer hijo a los 28,7 a?os de promedio, una edad que en Espa?a supera los 30, seg¨²n datos de Eurostat. La tasa de fecundidad en varios pa¨ªses, Espa?a entre ellos, no llega ni a 1,3 hijos por mujer. Algo m¨¢s de un 18% de la poblaci¨®n espa?ola supera los 65 a?os de edad y el Instituto Nacional de Estad¨ªstica estima que representar¨¢ la cuarta parte de toda la poblaci¨®n en 2029. La fecha parece tan lejana que pocos pol¨ªticos se atreven a mirarla de frente, pero a la sociedad le plantea un problema enorme por la demanda creciente de pensiones, gastos en salud y situaciones de dependencia que conlleva.
En Espa?a se quitaba importancia a esos miedos cuando la inmigraci¨®n llegaba masivamente para trabajar en la construcci¨®n u ocupar los empleos agrarios desertados por los espa?oles, en el decenio pasado. La crisis econ¨®mica ha arrasado ese escenario y ahora la poblaci¨®n se encuentra en retroceso, en gran parte por el retorno de extranjeros. Todo ello plantea crudamente la cuesti¨®n de qui¨¦n pagar¨¢ los gastos de sociedades cada vez m¨¢s envejecidas, con una poblaci¨®n juvenil en descenso, pol¨ªticas limitadas de apoyo a la natalidad y una resistencia considerable a aceptar mayores proporciones de inmigrantes.
No se ha escuchado hablar a fondo de ninguno de estos desaf¨ªos durante la campa?a electoral en curso. Bien est¨¢ paliar los problemas de los extranjeros sin documentos con una tarjeta local que les facilite el acceso a servicios sociales, pero esa propuesta representa poco m¨¢s que una gota de agua en un oc¨¦ano de problemas.
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