Ma?ana toca
El derecho a decidir, por ejemplo. Se habla tan apasionadamente de ¨¦l que ya casi nadie sabe en qu¨¦ consiste
Cierto d¨ªa paseaban por un parque Unamuno y el sonoro poeta Francisco Villaespesa. Al pasar junto a un estanque, Villaespesa se entusiasm¨®: ¡°?Qu¨¦ preciosas esas flores que flotan sobre el agua! ?Sabe usted c¨®mo se llaman, don Miguel?¡±. Y ¨¦ste, zumb¨®n: ¡°Son nen¨²fares, Villaespesa. ?Nen¨²fares! De esos que salen tanto en sus versos¡¡±.
A menudo el nombre imponente de las cosas nos hace incapaces de verlas cuando las tenemos delante. El derecho a decidir, por ejemplo. Se habla tan apasionadamente de ¨¦l que ya casi nadie sabe en qu¨¦ consiste. Para unos es una reivindicaci¨®n negada perversamente por el imperialismo espa?ol; para otros no existe m¨¢s que en la imaginaci¨®n conspiratoria de los separatistas. Cuando lo tenemos delante no lo vemos. ?Claro que existe! Es la base democr¨¢tica que constituye al ciudadano. Pero la ciudadan¨ªa la concede el Estado de derecho y es igual para todos, no depende de territorios, diferencias culturales o folcl¨®ricas ni leyendas ancestrales. Todos en democracia tenemos derecho a decidir, pero nadie tiene derecho a decidir que el resto de los ciudadanos no puede decidir pol¨ªticamente sobre tal o cual regi¨®n patrimonializada por unos cuantos.
El derecho a decidir es lo que ma?ana van a ejercer todos los espa?oles que lo deseen. Y lo har¨¢n dentro de la ley que enmarca su ciudadan¨ªa. Sin garant¨ªas de que decidir¨¢n con acierto: unos votar¨¢n a los honrados y sensatos y otros volver¨¢n a refrendar a los corruptos; unos querr¨¢n conservar lo que creen bueno y otros reformar lo que les parece malo y podrido; habr¨¢ quienes opten por los dialogantes dispuestos a pactar y otros preferir¨¢n la mayor¨ªa invulnerable; en mi vecindario, algunos votar¨¢n por palurdos homicidas. As¨ª es el derecho a decidir: incierto como la libertad.
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