La bondad
Ya no hablo de la lealtad, que por desgracia parece un concepto trasnochado en la pol¨ªtica espa?ola, sino de la espantosa mezquindad que se ha normalizado en nuestra vida p¨²blica
La campa?a electoral que acaba de terminar ha dejado muchas cosas nuevas, pero algunas no son buenas. Se presum¨ªa que iba a haber navajazos, juego sucio, secretos revelados, dossieres alimentados con mimo durante meses para ser publicados cuando m¨¢s doliera, pero lo m¨¢s llamativo de este proceso ha sido el tono brutal, incendiario, de las rayas rojas que se han traspasado. Desde el PP hasta IU, el fuego amigo ha sido mucho m¨¢s cruel que el enemigo. Ya no hablo de la lealtad, que por desgracia parece un concepto trasnochado en la pol¨ªtica espa?ola, sino de la espantosa mezquindad que se ha normalizado en nuestra vida p¨²blica. Eso me ha llevado a formular una conclusi¨®n desalentadora. Ahora, mientras se habla de la honestidad m¨¢s que nunca, nadie habla de la bondad. La calidad de un pol¨ªtico se mide por la transparencia de su declaraci¨®n sobre la renta, como si todo se redujera al cumplimiento de una obligaci¨®n que deber¨ªa darse por descontada. Pero un pol¨ªtico que no roba y se porta como una mala persona, ?es un buen pol¨ªtico, un referente aceptable para la sociedad? Yo no quiero que me gobierne una persona que no roba, pero es dura de coraz¨®n. No quiero gobernantes capaces de vender a sus compa?eros, de triunfar por la v¨ªa de humillar a sus contrincantes m¨¢s d¨¦biles, de asentar su poder sobre las cenizas humeantes de incendios provocados por ellos mismos, sin atender al n¨²mero de las v¨ªctimas que han perecido entre las llamas. Me da igual que gestionen con eficacia, que tengan un expediente acad¨¦mico admirable, que enamoren a las c¨¢maras. La regeneraci¨®n democr¨¢tica de la que todos hablan tiene que asentarse en una previa, imprescindible regeneraci¨®n moral. La malas personas no deber¨ªan dedicarse a hacer pol¨ªtica.
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