El lugar de la utop¨ªa en el siglo XXI
El pensamiento ut¨®pico no est¨¢ de moda; se identifica con falta de realismo. Pero resultar¨ªa muy ¨²til tener una imagen de nuestra sociedad ideal para contrastar los programas electorales con los objetivos que nos proponemos
Hace una d¨¦cada el soci¨®logo Zygmunt Bauman constataba con sorpresa que la palabra utop¨ªa en Google daba 4,4 millones de entradas. Hoy la misma b¨²squeda resulta en m¨¢s de 63 millones, pero su impopularidad sigue siendo la misma. Utop¨ªa y ut¨®pico sirven ante todo para descalificar una propuesta por su impracticabilidad y a su defensor por su falta de realismo. Si nos preguntaran c¨®mo imaginamos en concreto la sociedad en la que nos gustar¨ªa vivir es probable que no supi¨¦ramos responder. Estamos m¨¢s acostumbrados a examinar cr¨ªticamente la sociedad en la que vivimos y a exigir o plantear medidas inmediatas para resolver los problemas que detectamos en ella que a tratar de imaginar c¨®mo ser¨ªa nuestra sociedad ideal, nuestra utop¨ªa.
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Tras el aparente fracaso de los grandes proyectos transformadores del siglo XIX y XX, hablar de utop¨ªa puede parecer f¨²til e ingenuo, incluso peligroso. La mayor¨ªa de los ciudadanos de hoy desean propuestas pol¨ªticas realistas y realizables y cuando perciben que ni estas llegan a cumplirse, es comprensible que todo aquello que parezca dif¨ªcil de materializar genere escepticismo y rechazo. El peso de nuestra historia reciente, el miedo a un futuro incierto y nuestra consiguiente dificultad para imaginar mundos mejores son palpables al observar la proliferaci¨®n de distop¨ªas en la literatura y el cine contempor¨¢neos. Libros y pel¨ªculas nos presentan sistem¨¢ticamente una sociedad futura en la que nuestros recursos naturales se han agotado, no podemos reproducirnos, triunfan toda suerte de dictaduras o la inteligencia artificial se ha impuesto sobre la humana, es decir, sociedades en las que no nos gustar¨ªa vivir. Sin embargo, ?no resultar¨ªa ¨²til tener una imagen de nuestra sociedad ideal a la hora de valorar, por ejemplo, los diferentes programas electorales que se nos ofrecen, una especie hoja de ruta con la que contrastarlos? Por ejemplo, ?c¨®mo imaginamos una sociedad ecol¨®gicamente sostenible? ?O una ciudad inteligente? ?O las familias del futuro?
La tradici¨®n ut¨®pica est¨¢ ¨ªntimamente ligada a los or¨ªgenes del pensamiento de izquierdas. Varias generaciones de pensadores y escritores contribuyeron al utopismo con obras literarias y proyectos reales a peque?a escala: desde los m¨ªticos Saint-Simon y Fourier hasta Cabet y William Morris. Para las incipientes ciencias sociales, el concepto de utop¨ªa se convirti¨® en el equivalente del laboratorio para las ciencias naturales. El g¨¦nero literario ut¨®pico sirvi¨® para ensayar nuevos principios sociales con gran lujo de detalles ¡ªdesde la emancipaci¨®n de la mujer (Charlotte P. Gilman) hasta una econom¨ªa colectivizada (Edward Bellamy). Algunos de esos principios, como el sufragio femenino, la abolici¨®n del trabajo infantil o la educaci¨®n universal, pertenecieron en su momento al g¨¦nero ut¨®pico. Hoy, sin embargo, son realidad en un buen n¨²mero de pa¨ªses del mundo.
Hay que preguntarse si la izquierda actual sigue luchando contra la falta de imaginaci¨®n
Lo que caracteriza a la tradici¨®n ut¨®pica es, precisamente, su realismo. Esto la diferencia tanto del pensamiento premoderno como del religioso. La tradici¨®n ut¨®pica atribuye al ser humano la capacidad de actuar sobre su entorno y cambiarlo. Desde sus or¨ªgenes, explica el soci¨®logo Krishan Kumar, el g¨¦nero ut¨®pico ha demostrado sobriedad, un deseo de no distanciarse de la realidad presente. Aunque busca pensar m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites convencionales del pensamiento social y pol¨ªtico y dibujar la imagen de una sociedad buena, incluso perfecta, lo hace dentro del margen de lo posible, esto es, partiendo de las realidades psicol¨®gicas, sociales y tecnol¨®gicas existentes. Hasta que no existieron bocetos de m¨¢quinas para volar, por ejemplo, la literatura no imagin¨® la posibilidad de viajar a la luna.
Fueron Marx y Engels quienes calificaron de ut¨®picos a Saint-Simon y otros socialistas decimon¨®nicos por su falta de realismo al no identificar la lucha de clases como motor del cambio social y creer en la transformaci¨®n de la sociedad por medios pac¨ªficos. El enorme potencial explicativo del socialismo cient¨ªfico impulsado por Marx releg¨® r¨¢pidamente al socialismo ut¨®pico a un segundo plano. Han sido numerosos los pensadores que desde entonces, y aun reconociendo el valor explicativo (incluso predictivo) de la teor¨ªa marxista, acusan su falta de imaginaci¨®n a la hora de concebir c¨®mo ser¨ªa esa sociedad ideal que seguir¨ªa a la abolici¨®n de las clases sociales y la desaparici¨®n del Estado.
Es leg¨ªtimo preguntarse hasta qu¨¦ punto la izquierda actual sigue batallando con esa ausencia de imaginaci¨®n. Desde los medios y la academia se incide cada vez m¨¢s en la necesidad para la izquierda de hacer gala de creatividad y audacia pol¨ªtica para abordar los grandes retos contempor¨¢neos, desde la crisis econ¨®mica hasta la migraci¨®n y el cambio clim¨¢tico. ?Es posible para la izquierda imaginar una utop¨ªa, una sociedad ideal del siglo XXI, que sirva de referente e inspiraci¨®n para pol¨ªticos y ciudadanos, asumiendo que es inalcanzable? En otras palabras, ?es posible conjugar un proyecto ut¨®pico con un programa pol¨ªtico de aplicaci¨®n m¨¢s inmediata?
La historia demuestra que los sue?os de hoy pueden ser las realidades de ma?ana
Si al pensamiento pol¨ªtico le faltan herramientas para ello, la literatura, el cine y otras artes han demostrado ser poderosos medios para imaginar sociedades futuras o alternativas, hacerlas tangibles e inspirar con ello la conciencia y acci¨®n pol¨ªtica. La ¨²ltima gran generaci¨®n de obras ut¨®picas pertenece a los a?os 1970, coincidiendo con la emergencia del ecologismo (v¨¦ase, por ejemplo, Ecotopia de Ernest Callenbach). Desde entonces, el g¨¦nero literario ut¨®pico se ha visto desplazado m¨¢s y m¨¢s por obras dist¨®picas, a veces en un movimiento dial¨¦ctico, como las novelas de Aldous Huxley (no es casual el hecho de que la dist¨®pica Un mundo feliz sea mucho m¨¢s conocida que la ut¨®pica La isla).
En la charla que Bauman daba en 2005 con el t¨ªtulo Living in utopia (Vivir en la utop¨ªa), y en la que se sorprend¨ªa del volumen de entradas asociadas a esta palabra en Google, planteaba que utop¨ªa se entiende hoy de un modo distinto a anta?o. En lugar de meta ideal, compartida y, en principio, inalcanzable, la utop¨ªa hoy ser¨ªa una huida hacia adelante sin meta definida; una huida en la que el individuo busca evadir la incertidumbre y alcanzar una felicidad m¨¢s permanente con el solo hecho de comprarse ropa nueva o irse de vacaciones. ?Significa eso que estamos ya en el mejor de los mundos y no es posible imaginar uno mejor? Para Bauman y probablemente la mayor parte de los ciudadanos la respuesta es no. Significa, eso s¨ª, que la utop¨ªa, como intento de imaginar una sociedad mejor o ideal, no est¨¢ de moda. Salvo excepciones, el imaginario ut¨®pico vive sus horas bajas. Poner de moda la utop¨ªa es reconocer que sin la imaginaci¨®n humana no se hubiera producido ninguno o muy pocos de los avances sociales, pol¨ªticos y tecnol¨®gicos que hoy conocemos. La historia demuestra que los sue?os de hoy pueden ser las realidades de ma?ana.
Olivia Mu?oz-Rojas es doctora en Sociolog¨ªa por la London School of Economics e investigadora independiente. Su blog es www.oliviamunozrojasblog.com.
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