En el canal de electr¨®nica m¨¢s influyente suenan los Backstreet Boys
No es la primera vez que Boiler Room es objeto de burlas constantes. La ¨²ltima de ellas va de ¨¦xitos del pop de los 90
Es posible que en los ¨²ltimos tiempos nada haya afectado m¨¢s a la cultura de clubs, para bien y para mal, que Boiler Room. Desde que en 2010 el brit¨¢nico Blaise Bellville comenzase a organizar fiestas privadas y a emitirlas en directo v¨ªa streaming, su impacto en la escena electr¨®nica no ha hecho sino crecer. Pese a no ser los primeros en utilizar este formato, Boiler Room ha llevado el concepto de club virtual pero accesible a trav¨¦s de la red a un estatus superior. No hay figura de la escena que no haya pasado por alguna de sus fiestas, desde los artistas m¨¢s underground hasta DJs que congregan a miles de personas en Ibiza, y cada semana se celebran varias boiler rooms en ciudades de todo el planeta, desde San Petersburgo a Buenos Aires, seguidas por miles de internautas que miran con una mezcla de envidia y recelo lo que sucede en un lugar al que probablemente nunca tendr¨¢n acceso.
Despu¨¦s de cinco a?os de vida se ha convertido en una empresa que posee oficinas en Nueva York, Londres y Berl¨ªn, crea alianzas con festivales como S¨®nar o South by Southwest, estrena temas de distintos sellos y se anuncia como ¡°la mayor comunidad de fans de la m¨²sica underground del mundo¡±. ?De donde surge tal ¨¦xito? Entre otras cosas, del aura cool que desprende. Una de las decisiones clave de Boiler Room fue la de colocar al p¨²blico detr¨¢s del DJ en sus retransmisiones, una manera de conseguir que un plano fijo de alguien manejando una mesa de mezclas fuese menos aburrido que ha acabado por convertirse en imagen de marca. Los clubbers y sus reacciones, bailes y estilismos han resultado ser algo que supera a lo accesorio. Y tambi¨¦n el material con el que re¨ªrse del postureo nocturno.
Una de las primeras muestras de escarnio lleg¨® con Being Boiled, v¨ªdeo en el que se sustitu¨ªa el audio de una sesi¨®n del DJ alem¨¢n Ben Klock con una retah¨ªla de balbuceos sin sentido, minimal techno de pedorreta y la sinton¨ªa del programa deportivo de la BBC Grandstand (equivalente patrio: Estudio Estadio). Klock se lo tom¨® con humor y, poco despu¨¦s, pinch¨® esa misma canci¨®n de uno de sus sets. El nivel de hilaridad, en cualquier caso, se dispar¨® con Boiler Room knows what you did last night, Tumblr que recoge en formato gif los momentos impagables que proporciona un p¨²blico que, a estas alturas, ya es muy consciente de que son tan parte del espect¨¢culo como el propio DJ al que rodean. Los resultados, adem¨¢s de tronchantes, son hipn¨®ticos.
Mientras contin¨²a su expansi¨®n y se multiplican sus imitadores, contin¨²an llegando mutaciones humor¨ªsticas. La web Wundergroundmusic, el equivalente electr¨®nico de El Mundo Today, le dedica noticias a menudo. La ¨²ltima ten¨ªa como titular ¡°Boiler Room utiliza un buffet libre para mantener a la gente fea fuera de c¨¢mara¡±. Ahora llega 90¡¯s Boiler Room, canal de Youtube en el que se mezclan im¨¢genes de sus sesiones, cuidadosamente elegidas para mostrar momentos de j¨²bilo colectivo, sustituyendo el audio por temas de ¨¦xito del pop comercial de esa d¨¦cada. Comenz¨® con Sven V?th pu?o en alto al ritmo de los Backstreet Boys, pero en los ¨²ltimos d¨ªas hemos podido ver a Richie Hawtin con los brazos en el aire cuando suena Barbie Girl de Aqua, o al p¨²blico perder la cabeza cuando Steve Bug ¡°pincha¡± el Bailamos de Enrique Iglesias.
La propuesta de 90¡¯s Boiler Room no es, sin embargo, tan descabellada. La sesi¨®n que ofreci¨® Grimes el pasado verano desde la villa de Richie Hawtin en Ibiza conten¨ªa temas de Vengaboys, Mariah Carey y Gasolina de Daddy Yankee como gran final. Sospechosamente, su set nunca fue subido a YouTube despu¨¦s de ser emitido en directo, como es habitual con la mayor¨ªa de casos. Poco despu¨¦s ya se hab¨ªa creado una petici¨®n online para recuperar ¡°la mejor sesi¨®n de la historia de la Boiler Room, pese a que no ellos no puedan ver m¨¢s all¨¢ de su propia pretenciosidad¡±.
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