En Parma, los problemas crecen
La ciudad italiana, una de las capitales de la gastronom¨ªa mundial, sufre crisis tras crisis
Resulta dif¨ªcil asociar Parma con la palabra crisis. La ciudad de la llanura padana no es solo una de las m¨¢s ricas y bellas del norte de Italia, sino que ninguna otra urbe alberga tantos productos universalmente famosos asociados a su nombre: el queso parmesano ¨Cen sus diarios, Samuel Pepys relata que, durante el incendio de Londres de 1666, lo enterr¨® en su jard¨ªn para salvar uno de sus bienes m¨¢s preciados de las llamas¨C, el jam¨®n de Parma, la pasta Barilla ¨Cnaci¨® como un negocio familiar en la calle principal de la ciudad hasta convertirse en una multinacional¨C y el grupo Parmalat. En su centro se multiplican las tiendas de toda la vida con una notable resistencia a la invasi¨®n de las marcas que han homogeneizado las calles comerciales europeas. Los escaparates de los comercios de comida ofrecen preciosos bodegones que representan un aut¨¦ntico festival del colesterol en una cultura que venera la gastronom¨ªa porcina: en el bolito, el cocido del norte de Italia que los restaurantes de Parma se abstienen de poner en las cartas durante el verano por su contundencia, se ofrecen partes del cerdo que en otros lugares de Europa ni siquiera tienen nombre.
Sin embargo, la ciudad de 120.000 habitantes no levanta cabeza. En 2003, el caso Parmalat, un tremendo esc¨¢ndalo financiero que estuvo a punto de acabar con el gigante alimentario, fue el primer aviso. Luego el Ayuntamiento tuvo que ser intervenido por el Gobierno por corrupci¨®n. Dej¨® una deuda de 1.000 millones y finalmente, con un 60% de los votos, se hizo con el poder el Movimiento Cinco Estrellas. El alcalde, Federico Pizzarotti, ha tratado de introducir cierta cordura en la ciudad, pero ha acabado enfrentado con el fundador de la antipol¨ªtica italiana y l¨ªder del partido que le llev¨® al Consistorio, Beppe Grillo. Los problemas no acaban ah¨ª: la localidad ha estado a punto de quedarse sin club de f¨²tbol (y todav¨ªa puede ocurrir), ya que el Parma FC se encuentra sumido en una crisis tremebunda y est¨¢ pr¨¢cticamente desmantelado, en bancarrota por una deuda de 70 millones de euros. Durante varias jornadas no ten¨ªan fondos ni para abrir el estadio. Adem¨¢s, su teatro l¨ªrico, el Reggio, padece crecientes problemas y ha estado meses sin programar por primera vez en un siglo. Como escribi¨® La Repubblica en sus p¨¢ginas locales: "Es el fin de la ciudad del melodrama: ni la guerra ni un terremoto hab¨ªan privado a los parmesanos de la ¨®pera en los meses invernales". All¨ª no es un espect¨¢culo cualquiera, porque se trata del territorio de Verdi, que naci¨® en un pueblo de los alrededores. "Me da la sensaci¨®n de que aqu¨ª todo se derrumba", explica una habitante de la ciudad desde hace casi dos d¨¦cadas.
Y ahora le ha tocado al queso, y ese es un asunto que en Parma se toman muy en serio: en cualquiera de los puestos del mercado municipal dedicado al parmesano se hace honor al slow food y la compra puede prolongarse interminablemente. Sin embargo, este producto, del que ya hablaba Boccaccio en el siglo XIV, tampoco atraviesa sus mejores momentos. En 2012 el terremoto en Emilia-Romagna provoc¨® graves da?os en muchas bodegas y destruy¨® una parte significativa de la producci¨®n, pero, sobre todo, se enfrentan a un problema nuevo: las falsificaciones. En 2014, por primera vez, se han producido fuera, principalmente en Estados Unidos, m¨¢s toneladas de queso parmesano y grana padano falso (300.000) que original en la regi¨®n (295.000). Muchos de los sobres de supermercado con queso rallado no tienen nada que ver con Parma. Ya ha habido manifestaciones de productores y la asociaci¨®n que los agrupa, el Consorcio del Parmesano Reggiano, fundado en 1934, consider¨® una gran victoria que se retirasen quesos falsos de una feria alimentaria en Par¨ªs. Como declar¨® una peque?a empresaria parmesana a The Wall Street Journal: "La comida ha sido lo ¨²ltimo en ser alcanzado por la crisis. Y ahora es cuando empezamos a sentir da?o". Stendhal tuvo que inventarse una ciudad para escribir La cartuja de Parma, ya que la urbe que describe no se parece en casi a la original. Con la literatura se puede inventar, pero con el queso las mentiras pueden acabar en desastre.
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