¡®Made in¡¯ Dharavi
Habitado por un mill¨®n de personas, este suburbio indio es uno de los m¨¢s grandes del mundo
Dharavi est¨¢ all¨ª, frente a nuestras narices, para que lo veamos aunque no queramos. A 15 minutos del centro tur¨ªstico de la ciudad, en las entra?as de Bombay (India), se asienta esta barriada informal habitada por un mill¨®n de personas. Dharavi ocupa una de las tierras m¨¢s cotizadas y codiciadas de la ciudad, sin que ¡ªaparentemente¡ª alg¨²n cambio se avecine.
Mientras que un grupo de visitantes en la zona se enfrasca en una discusi¨®n sobre si se trata o no del asentamiento m¨¢s grande de Asia, all¨ª no cesan de entrar camiones con el 80% de los desechos reciclables de la ciudad, que supera los 21 millones de pobladores, en toda su ¨¢rea metropolitana.
All¨ª se trituran y decoloran los pl¨¢sticos provenientes de envases de todo tipo y se convierten en grandes pliegues reutilizables. Este laber¨ªntico slum (otrora ocupado por pescadores), tambi¨¦n concentra decenas de curtiembres que transforman la piel de las cabras en la del animal que se le antoje a la marca de moda de turno.
Decenas de curtiembres transforman la piel de las cabras en la del animal que se le antoje a la marca de turno
De la cabra quedar¨¢n los cueros pulidos, y de ellos saldr¨¢n carteras o chaquetas ¡°que nunca usar¨¢n en la India pero s¨ª en Europa¡±, explica el se?or Dan, un veterano del negocio.
En el coraz¨®n de Dharavi la vida se mueve por sectores y por rubros, como si se tratase de un gran parque industrial sumergido en la ilegalidad, mantenido a base de sobornos y una cadena de c¨®mplices que los trabajadores ¡°jam¨¢s nombrar¨¢n¡±, asegura Dan.
¡ª??Cu¨¢nto gana el muchacho que funde metales?
¡ª Eso es ilegal ¡ª replica Dan con tono grave aunque parezca un sarcasmo.
¡ª Bueno, todo es ilegal, tal vez eso sea m¨¢s riesgoso a¨²n, mucho m¨¢s, ?verdad?
En el coraz¨®n de Dharavi la vida se mueve por sectores y por rubros
¡ª S¨ª, s¨ª ¡ª responde nuestro interlocutor?¡ª ese joven que usted ve ah¨ª sabe que vivir¨¢, como m¨¢ximo, unos 50 a?os.
Trabaja en el interior de una habitaci¨®n oscura con suelo de tierra y un hueco en el centro, de donde sale un fuego incandescente y un hedor que es veneno puro. Junto a ¨¦l, un joven remueve a ratos la chatarra fundida. Sin protecci¨®n alguna. Tiene los ojos enrojecidos y no puede hablar. Con el pecho agitado respira como respirar¨ªa cualquiera que acercara sus pulmones a esa escoria.
Ante la insistencia, el veterano revela la ganancia del chico del metal: 180 rupias indias la jornada de ocho horas. Poco m¨¢s de dos euros. ?Qu¨¦ hacen con ese metal? Entre otras cosas, las latas con las que se envasan las galletas que tanto gustan a los indios. "Pero nadie sabe que son de Dharavi", lamenta el gu¨ªa. El se?or Dan camina con soltura, conoce cada rinc¨®n y los trabajadores lo conocen a ¨¦l. Aqu¨ª es el rey. De pronto, se?ala unos grandes hornos. Sector alimenticio, se lee. "Seguramente, usted habr¨¢ comido alguna de estas galletas. Pero nadie sabe que son de Dharavi", insiste, esta vez riendo.
Todo es ilegal y todo se sabe, pero no se toca. ?C¨®mo sobrevive Dharavi a los embates del mercado inmobiliario de Bombay, la ciudad m¨¢s rica de India? Lo hace sobre cimientos de sobornos y aportes al crecimiento de la econom¨ªa. M¨ªster Dan as¨ª lo detalla sin circunloquios. ¡°Estos suelos valen tanto como los de Nueva York¡±.
Seg¨²n datos aportados por la BBC, Dharavi genera alrededor de 650 millones de d¨®lares anuales. Dan remarca que el gobierno local ha intentado ofrecer, en m¨¢s de una ocasi¨®n, viviendas dignas a los pobladores de este tugurio. "Pero la casa, si no hay trabajo, no vale", agrega.
Un promedio de cuatro o cinco personas por familia llegan a vivir en habit¨¢culos de 10 a 20 metros cuadrados cuya ¨²nica ventilaci¨®n llega de los estrechos pasajes, vistos y revistos en la oscarizada Slumdog Millionaire. Como la mayor¨ªa no tiene saneamiento, el se?or Dan alquila su lavabo. "Cada ma?ana se forma una larga cola de gente con el cepillo de dientes en la mano¡±.
¡ª??Lo alquila? ?Y cu¨¢nto cobra?
Silencio. El jugador sigue el juego que m¨¢s conoce: no responde cuando no le conviene. Dan se hace ahora el distra¨ªdo cuando hac¨ªa pocos instantes hab¨ªa comentado la fraternidad y la gran gallard¨ªa que un¨ªa a los habitantes de Dharavi.
¡ª ?Y tanto significan esos m¨¢s de 600 millones de d¨®lares anuales para la ciudad, se?or Dan?
¡ª No lo s¨¦, pero de aqu¨ª, no nos ha podido mover nadie.
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