La odisea de la Agencia Espacial Europea
La ESA cumple 40 a?os, con el ¨¦xito de la nave Rosetta del verano pasado a sus espaldas. Viajamos hasta Noordwijk (Holanda), al coraz¨®n cient¨ªfico de la organizaci¨®n La Agencia Espacial Europea agrupa a 22 pa¨ªses, sue?a con la llegada a planetas como Mercurio o Marte y lidera la exploraci¨®n medioambiental en el mundo
¡°?Cu¨¢l es el objetivo de coleccionar arte? Imagino que sirve para iluminar y enriquecer la vida de un ser humano. La raz¨®n para realizar una misi¨®n espacial es id¨¦ntica, alumbrar la visi¨®n de las generaciones m¨¢s j¨®venes¡±. Con un tono de voz t¨ªmido, Johannes Benkhoff, cient¨ªfico jefe del proyecto BepiColombo, defiende uno de los retos m¨¢s apasionantes y desafiantes que tiene la Agencia Espacial Europea en su agenda, explorar Mercurio junto a la JAXA, su hom¨®nima japonesa, con dos naves que llegar¨¢n unidas al planeta m¨¢s cercano al Sol. Un viaje de siete a?os y medio que comenzar¨¢ en enero de 2017, con su lanzamiento al espacio desde la Guayana Francesa, lugar de salida de los cohetes Ariane europeos fuera de la Tierra. Para que llegue ese momento, la ESA trabaja contra reloj para evitar un nuevo retraso de una misi¨®n para la que la agencia ha aportado 1.170 millones de euros y cuyo pistoletazo original se preve¨ªa para julio de 2016.
En Noordwijk (Holanda), en el Centro Europeo de Investigaci¨®n y Tecnolog¨ªa (ESTEC, en ingl¨¦s, donde palpita el coraz¨®n cient¨ªfico de la agencia, a 50 kil¨®metros de ?msterdam), cient¨ªficos e ingenieros corretean por el interior de un edificio de unas seis plantas de altura que, di¨¢fano de arriba abajo, deja a las personas peque?itas en su interior. Nadie entra sin bata, gorro y los zapatos cubiertos con pl¨¢stico, para preservar la limpieza en este quir¨®fano de la ciencia, blanco, ordenado y as¨¦ptico. En una tarde de abril, una veintena de especialistas trabajan en la nave espacial europea. Algunos fotograf¨ªan compulsivamente esta caja futurista de unos dos metros de alto, ancho y largo llena de conexiones, protuberancias de color rojo que resultan ser peque?os motores, tornillos y elementos oro y plata: ¡°Puedes apreciar la complejidad de la nave, con cientos de kil¨®metros de cable y multitud de instrumentos que normalmente no se ven porque todo se cubre con l¨¢minas de aislamiento¡±, se?ala Benkhoff.
La Agencia Espacial Europea cumpli¨® ayer 40 a?os, aunque sus primeros or¨ªgenes se remontan a una d¨¦cada antes de aquel 30 de mayo de 1975, cuando las precursoras de la actual, ELDO y ESRO, se fusionaron en una. Diez pa¨ªses, entre ellos Espa?a, firmaron la convenci¨®n de la ESA. Hoy ya son 22. Los 2.234 empleados (190 espa?oles) trabajan codo con codo en ocho sedes repartidas por Europa ¨Centre las que est¨¢n la mencionada de Noordwijk y una en Espa?a, en Villanueva de la Ca?ada (Madrid), donde se encuentra el Centro de Astronom¨ªa del Espacio¨C, m¨¢s una localizaci¨®n fuera del continente, en el territorio de ultramar franc¨¦s de la Guayana.
Tras cuatro d¨¦cadas de exploraci¨®n espacial, dominada hist¨®ricamente por Estados Unidos y Rusia, la ESA vive un momento dulce despu¨¦s del ¨¦xito, el pasado verano, de su misi¨®n Rosetta, la nave que alcanz¨® en agosto el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, a 405 millones de kil¨®metros de la Tierra, tras un viaje de 10 a?os por el espacio, y de la sonda Philae, lanzada desde Rosetta en noviembre y que aterriz¨®, no sin complicaciones, sobre la superficie del astro. Un hito nunca antes conseguido por nadie y comparable a la llegada del hombre a la Luna, seg¨²n Matt Taylor, cient¨ªfico de la misi¨®n: ¡°La cantidad de retos que hemos tenido que superar para conseguirlo son equivalentes a los que tuvieron las misiones Apolo estadounidenses¡±.
Los retos superados por Rosetta son comparables a las misiones Apolo de EEUU¡±
La diferencia con aquel tiempo de los Apolo es que hoy no existe una carrera espacial. Se compite sanamente, dicen unos. Se colabora, dicen todos. Queda lejos la ¨¦poca en la que EE UU y la URSS libraban la Guerra Fr¨ªa, cuando americanos y sovi¨¦ticos peleaban por la supremac¨ªa espacial, una disputa feroz por llegar antes y m¨¢s lejos fuera de la Tierra, y cuando Europa no pintaba nada en ese escenario. Hoy, las dos superpotencias son aliadas entre s¨ª, junto a las agencias europea, japonesa y canadiense, y su proyecto com¨²n m¨¢s importante es la Estaci¨®n Espacial Internacional. Tras 15 a?os habitada, esta es considerada como uno de los mayores ¨¦xitos de colaboraci¨®n cient¨ªfica de la historia. Franco Ongaro, director del ESTEC, conserva en su despacho dos antiguas portadas del peri¨®dico italiano Corriere della Sera que reflejan dos hitos: el viaje del ruso Yuri Gagarin, el primer ser humano en alcanzar el cosmos; y la llegada de EE UU a la Luna. ¡°No hay una competici¨®n como entonces, pero s¨ª se ha mantenido el prestigio asociado a la exploraci¨®n. Por ejemplo, para China es una manera de demostrar al mundo que es tecnol¨®gicamente poderosa: el espacio es m¨¢s visible y menos caro que cualquier otra opci¨®n¡±, asegura Ongaro.
Hoy los chinos construyen su estaci¨®n, son capaces de lanzar a sus astronautas y colocar un rover en la Luna. Pero no por ello la NASA o Roscosmos (la agencia espacial rusa) doblan sus presupuestos. Por eso digo que no hay una carrera como la conocimos en los a?os sesenta¡±, zanja Ongaro. En una reciente entrevista en El Pa¨ªs Semanal, el astronauta espa?ol Pedro Duque coincid¨ªa en esa reflexi¨®n y recordaba c¨®mo Estados Unidos hab¨ªa llegado a dedicar un 5% de su presupuesto anual a la NASA durante la Guerra Fr¨ªa, cuando hoy no alcanza el 1%. Traducido a euros, EE UU emplea unos 14.000 millones anuales en su agencia, por 8.800 millones que invierte Rusia y 4.300 millones que gasta la ESA. ¡°En el caso de la NASA, al dinero que destina el Congreso hay que a?adir el que aporta el Departamento de Defensa¡±, recuerda Ongaro, resaltando la inferioridad econ¨®mica europea frente a los norteamericanos. ¡°Sin embargo, en ese escenario todav¨ªa somos competitivos, tanto en nuestra industria de sat¨¦lites como en la de los lanzadores¡±, incide el director del ESTEC, que apela a un incremento del presupuesto en los a?os venideros: ¡°Es dinero bien gastado que siempre vuelve a los Estados miembros en proporci¨®n a lo invertido¡±. Es decir, en forma de contratos para las empresas privadas. Alemania, con un 24,6% del presupuesto total de la ESA, Francia (22,2%), Italia (10,2%) y Reino Unido (9,9%) son los principales financiadores, mientras que Espa?a aport¨® el 4,1% (131,7 millones de euros) en 2013, el ¨²ltimo dato publicado.
¡°El sistema financiero dise?ado por Europa evita riesgos para la agencia. Cuando un Estado se hace miembro de la ESA se compromete a pagar una cuota fija de por vida: con ese dinero se financia el programa cient¨ªfico, que siempre cuenta con proyectos a largo plazo. Lo que se firma tiene validez jur¨ªdica: si un pa¨ªs cambia de Gobierno, no puede modificar lo acordado. Luego est¨¢ el programa opcional, dedicado a telecomunicaciones, exploraci¨®n de la Tierra, lanzadores, navegaci¨®n¡ Ah¨ª cada pa¨ªs decide libremente cu¨¢nto dinero invierte en los programas. Eso s¨ª, una vez apuesta por un proyecto en concreto, tiene que llegar al final. As¨ª se evita el riesgo de que haya cortes de presupuesto, que es lo que le ha pasado algunas veces a la NASA, que cada a?o est¨¢ pendiente de la partida que se aprueba en el Congreso¡±, explica Juan Dalmau, jefe de comunicaci¨®n de ESTEC.
Para las grandes preguntas a¨²n tenemos teor¨ªas sin respuesta¡±
Este sistema de financiaci¨®n asegura la estabilidad financiera a la ESA y es algo que todos destacan en positivo. En un terreno como la exploraci¨®n espacial, donde los tiempos que se manejan son tan largos, saber que el dinero no va a faltar es crucial. Porque hablamos de misiones que solo en el viaje emplean 10 a?os como Rosetta, o siete a?os y medio como lo har¨¢ BepiColombo. Distancias y cifras que dejan al humano donde le corresponde, una mota de polvo en el universo. Porque habitamos en un planeta, la Tierra, que gira alrededor del Sol, una estrella que tan solo es una entre 200.000 y 400.000 millones que se calcula hay en nuestra galaxia, la V¨ªa L¨¢ctea; y esta es a su vez solo una de las 100.000 millones de galaxias observables que existen. As¨ª que si pensamos que el ser humano apenas ha pisado una docena de veces su sat¨¦lite, la Luna, y que pelea para entender planetas cercanos como Marte o Mercurio, en viajes no tripulados que duran a?os, uno concluye que no sabemos casi nada y que en esto del espacio acabamos de empezar y solo seguimos nuestro instinto humano. ¡°?Por qu¨¦ un d¨ªa los humanos salieron de las cuevas?¡±, pregunta Taylor, cient¨ªfico de Rosetta, ret¨®ricamente: ¡°La ciencia se concentra en el aspecto explorador que tiene nuestra especie¡±.
¡°Cuanto m¨¢s conozco¡, ?m¨¢s creo en Dios!¡±, bromea el espa?ol Jos¨¦ Gonz¨¢lez del Amo en el laboratorio de propulsi¨®n, que dirige. Con una mezcla de entusiasmo castizo contagioso y conocimiento cient¨ªfico salpicado constantemente de expresiones en ingl¨¦s, fruto de los 24 a?os que lleva viviendo en ese idioma en el ESTEC, Gonz¨¢lez del Amo incide en esa ansia por conocer, en las preguntas que se multiplican exponencialmente con cada respuesta que descubre la humanidad: ¡°Cuanto m¨¢s sabemos, menos sabemos. A nivel de f¨ªsica cl¨¢sica lo comprendemos todo: coches, trenes, aviones, cohetes, motores, sat¨¦lites¡, en todo eso somos muy buenos. Pero cuando llegamos a las grandes preguntas, a por qu¨¦ estamos aqu¨ª, de qu¨¦ est¨¢ hecho el universo, c¨®mo empez¨® todo¡, entonces solo tenemos teor¨ªas sin respuesta. Ese es el reto de la ciencia y creo que poco a poco los experimentos ir¨¢n demostrando las predicciones¡±.
Proyectos como Rosetta o BepiColombo pretenden justo eso, conocer el origen del universo. ¡°La inversi¨®n vale la pena. Aprendemos much¨ªsimo de un cometa como 67P/Churyumov-Gerasimenko. Nos proporciona los ingredientes de los inicios de nuestro sistema solar. All¨ª hemos encontrado diferentes sabores de agua, mol¨¦culas diferentes de las que hay en la Tierra. Quiz¨¢ los cometas tuvieron que ver con el mecanismo de llegada del agua a nuestro planeta¡±, relata Taylor. ¡°?Es importante invertir en el espacio? S¨ª. ?La respuesta es s¨ª!¡±, afirma con simpat¨ªa C¨¦sar Garc¨ªa Marirrodriga, manager del proyecto LISA Pathfinder, una misi¨®n que servir¨¢ de banco de pruebas para otra muy ambiciosa y a¨²n sin aprobar llamada LISA, que busca demostrar la existencia de las ondas gravitacionales. ¡°Nunca se han medido. A trav¨¦s de ellas podr¨ªamos aprender c¨®mo est¨¢ hecho el universo, c¨®mo es un agujero negro¡±, asegura. ¡°Es una misi¨®n tan compleja ¨Cel proyecto LISA contempla la posibilidad de colocar tres sat¨¦lites separados por cinco millones de kil¨®metros, completamente quietos y unidos por un l¨¢ser entre s¨ª para medir una posible m¨ªnima variaci¨®n de la distancia entre ellos en caso de que una onda gravitacional pase por medio¨C que la agencia dijo: ¡®Muy bien, antes de embarcarme y aprobar algo tan dif¨ªcil voy a demostrar primero que el instrumento funciona¡¯. Eso es pathfinder (encontrar el camino, en ingl¨¦s). Cogeremos dos cubos de oro y platino, y los haremos flotar en el espacio, separados por 30 cent¨ªmetros dentro de un sat¨¦lite, para medir las fuerzas que act¨²an sobre ellos¡±, explica Garc¨ªa.
La inversi¨®n vale la pena. Aprendemos mucho del cometa¡±
Gonz¨¢lez del Amo explica que en su laboratorio sobre todo se trabaja en propulsi¨®n el¨¦ctrica. ¡°Cogemos un gas, lo ionizamos, los iones que quedan los aceleramos y conseguimos que la velocidad de salida de las mol¨¦culas sea muy alta, ahorrando much¨ªsima energ¨ªa¡±, detalla. Seg¨²n cuenta, ha participado hasta ahora en el ¨¦xito de cuatro sat¨¦lites. Uno de ellos, el Smart-1, lleg¨® a la Luna mediante propulsi¨®n el¨¦ctrica alimentada por paneles solares. ¡°Era un sat¨¦lite del tama?o y peso de una lavadora, y utilizamos 85 kilogramos de combustible, que es nada¡±, asegura. Para hacernos una idea, en t¨¦rminos automovil¨ªsticos, con esa cantidad de di¨¦sel se pueden recorrer unos 1.600 kil¨®metros. Pero la distancia de la Tierra a la Luna es de 384.400 kil¨®metros: ¡°Con propulsi¨®n el¨¦ctrica ahorras miles de kilos de combustible, pero a cambio vas muy despacito. Nosotros tardamos 18 meses en llegar a la Luna, cuando con propulsi¨®n qu¨ªmica tardas unos pocos d¨ªas¡±.
La pregunta es si merece la pena ir tan lento. ¡°Ahora mismo somos muy sexis¡±, r¨ªe Gonz¨¢lez del Amo, sabedor de que hoy por hoy este m¨¦todo el¨¦ctrico, aunque camine despacio, es el m¨¢s rentable y muchas veces el ¨²nico viable (salvo que se usara energ¨ªa nuclear, opci¨®n tab¨² hoy descartada): ¡°En BepiColombo, si utiliz¨¢ramos propulsi¨®n qu¨ªmica, necesitar¨ªamos tener tanto combustible que no cabr¨ªa en el lanzador. Sin embargo, con propulsi¨®n el¨¦ctrica solo necesitaremos unos 400 kilos de seno para llegar a Mercurio¡±. Nada mal si consideramos que este planeta, el m¨¢s cercano al Sol, est¨¢ a una distancia media de la Tierra de 91 millones de kil¨®metros.
El ahorro es tambi¨¦n crucial para los proyectos comerciales, como son los de telecomunicaciones. ¡°Lanzar un sat¨¦lite dentro de un cohete a la ¨®rbita de transferencia geoestacionaria (GTO) cuesta 50 millones de euros. Desde ah¨ª, el sat¨¦lite tiene que viajar hasta la ¨®rbita geoestacionaria (GEO), normalmente mediante propulsi¨®n qu¨ªmica, con cerca de dos toneladas de combustible a bordo. Pero si el sat¨¦lite es de propulsi¨®n el¨¦ctrica, su peso se reduce a la mitad, de cinco toneladas a dos y media, por lo que se pueden meter dos sat¨¦lites de una tacada en un cohete, ahorrando, solo en el lanzamiento, 25 millones por unidad. Pero es que adem¨¢s, al disminuir su tama?o, el coste del sat¨¦lite en s¨ª baja de 300 millones de d¨®lares a 100¡±, explica Gonz¨¢lez del Amo.
Hasta ahora, solo EE UU ha sido capaz de cuadrar la f¨®rmula, cuando envi¨® dos sat¨¦lites en 2012 a bordo de un cohete Falcon 9. ¡°Las empresas de telecomunicaciones vinieron a decir a Europa: ¡®O ten¨¦is una soluci¨®n que compita con los americanos o ellos ganar¨¢n el mercado¡¯. As¨ª que estamos corriendo para construir los mismos sat¨¦lites, que sean capaces de utilizar la propulsi¨®n el¨¦ctrica para ir de una ¨®rbita a la otra y as¨ª poder reducir los costes de todo el proceso¡±, resume Gonz¨¢lez del Amo.
La ESA, con cuatro veces menos presupuesto que la NASA y la mitad que Roscosmos, lidera sin embargo ¡°los estudios dedicados a la observaci¨®n de la Tierra, el calentamiento global y el cambio clim¨¢tico¡±, seg¨²n Ongaro, director del ESTEC. A ello se dedica la partida m¨¢s importante (982,5 millones de euros en 2013, un cuarto del presupuesto espacial europeo), a la que le siguen navegaci¨®n (708,8 millones), lanzadores (688,8 millones) y el programa cient¨ªfico (507,9 millones). El programa de observaci¨®n de la Tierra, tambi¨¦n financiado por la Comisi¨®n Europea, se llama Copernicus. Este ¨²ltimo coordina el uso de hasta 30 sat¨¦lites que ayudan a comprender mejor nuestro planeta, desde un punto de vista medioambiental. Adem¨¢s se prev¨¦ el lanzamiento de hasta siete sat¨¦lites m¨¢s, la llamada familia Sentinel, cuya primera unidad fue enviada al espacio el a?o pasado, y el segundo, de otros seis que faltan, ser¨¢ puesto en ¨®rbita el pr¨®ximo 12 de junio. ¡°Copernicus es la iniciativa m¨¢s importante que ha habido a nivel mundial para el estudio del medio ambiente y la evoluci¨®n de los recursos naturales¡±, asegura Ram¨®n Torres, manager de proyecto del Sentinel 1. Este espa?ol explica que el aparato funciona con radar, de manera que ¡°no se ve afectado por las circunstancias climatol¨®gicas; Sentinel ve siempre y esto le hace perfecto para reaccionar a situaciones de emergencia, cat¨¢strofes¡¡±.
El dinero que gastamos siempre vuelve a los pa¨ªses en proporci¨®n a lo invertido¡±
¡°Otras ¨¢reas de cobertura de Sentinel 1 son el control del tr¨¢fico mar¨ªtimo y de costas, la identificaci¨®n de cultivos, el an¨¢lisis del suelo, el estado de los hielos tanto en las monta?as como en los mares, y la posibilidad de hacer interferometr¨ªa, es decir, de observar movimientos en la Tierra con exactitudes de hasta un mil¨ªmetro¡±, asegura. Tras el pasado terremoto de Nepal, el 25 de abril, el sat¨¦lite dibuj¨® la brutalidad de los cambios en el terreno tras el se¨ªsmo de 7,8 grados. Un mapa coloreado de azul a rojo oscuro, pasando por verdes y amarillos intermedios, representaba hundimientos del terreno de hasta dos metros de profundidad en una vasta franja en la que se encuentra la capital, Katmand¨², y de elevaciones en las monta?as al norte de hasta otros dos metros. ¡°Todav¨ªa no podemos predecir un terremoto, pero se podr¨¢ en el futuro gracias a estos radares. Otra cosa son los tsunamis. Si las cargas s¨ªsmicas est¨¢n enterradas dentro del mar, es mucho m¨¢s complicado¡±, explica Torres.
Tambi¨¦n respaldado por la Uni¨®n Europea es el programa Galileo, el sistema de navegaci¨®n que coexistir¨¢ con el GPS estadounidense y el Glonass ruso. Otro espa?ol, Javier Benedicto, es su responsable. ¡°Europa necesita un sistema de navegaci¨®n por sat¨¦lite porque en los ¨²ltimos 20 a?os, desde que el GPS se declar¨® operacional, se han puesto en pr¨¢ctica muchas aplicaciones. Hoy en d¨ªa todos tenemos receptores de navegaci¨®n en casa, en el m¨®vil, en el coche¡, y es importante para muchas facetas de la vida econ¨®mica y cotidiana. Por ello Europa quer¨ªa controlar esta tecnolog¨ªa¡±, asegura Benedicto, que subraya: ¡°El Galileo es un sistema civil y no de origen militar como el GPS, el Glonass o el Compass chino, a¨²n en proyecto¡±.
No podemos predecir un terremoto. Pero se podr¨¢ gracias a Sentinel¡±
Que sea civil y no militar no es ninguna tonter¨ªa. ¡°Ser¨¢n 30 sat¨¦lites que cubrir¨¢n todo el globo, incluidos los Polos¡±, asegura Benedicto. Algo que no sucede por ejemplo con el GPS: ¡°Como tuvo fines militares, el GPS est¨¢ dise?ado para una cobertura ¨®ptima en latitudes de m¨¢s menos 30 o 40 grados desde el Ecuador, que es donde suceden la mayor¨ªa de los conflictos en los que se involucra EE UU. Pero el Galileo se recibe bien en el norte, en pa¨ªses con latitudes muy elevadas como Finlandia, Noruega o Suecia¡±. Un sistema alejado del control de una potencia extranjera como EE UU: ¡°El GPS se configura en el Departamento de Defensa estadounidense para que cumpla sus objetivos militares. Y aunque no nos demos cuenta, el sistema se degrada y cambia sus prestaciones en funci¨®n de las decisiones de Washington¡±, explica el responsable de Galileo.
En el futuro m¨¢s lejano, ?de qu¨¦ ser¨¢ capaz el ser humano en materia espacial? Quiz¨¢ el departamento de rob¨®tica del ESTEC responda a esa pregunta mejor que ning¨²n otro. En la divisi¨®n de telerrob¨®tica, Eloise Matheson, becaria en la ESA, hace una demostraci¨®n con exoesqueletos dotados de tecnolog¨ªa haptics, que traducido al espa?ol ser¨ªa algo as¨ª como la tecnolog¨ªa del tacto. Con su brazo metido dentro de un armaz¨®n que termina en un joy?stick, Matheson empieza a hacer movimientos, de arriba abajo, de izquierda a derecha¡ Al otro lado de la sala, un robot copia cada uno de ellos. ¡°En un futuro, un astronauta podr¨ªa controlar a distancia un robot que fuera colocado en la superficie de un planeta. Adem¨¢s, si este se encontrara con algo blando o duro, la persona detr¨¢s de la m¨¢quina lo notar¨ªa en su propio tacto¡±. En la Tierra, esto tiene aplicaciones diversas, desde la posibilidad de enviar robots a lugares imposibles para el ser humano, como la central nuclear de Fukushima, hasta operaciones quir¨²rgicas a distancia. ¡°Un d¨ªa, los robots ser¨¢n tan inteligentes que tomar¨¢n sus propias decisiones. ?S¨¦ que da miedo! Se habla mucho de ese punto de no retorno, donde la inteligencia artificial llegue a ese nivel¡±, pronostica Matheson.
En Marte esperamos encontrar mol¨¦culas, componentes de vida¡±
En el laboratorio de al lado, tambi¨¦n de rob¨®tica pero este de exploraci¨®n planetaria, el donostiarra Mart¨ªn Azkarate trata de poner en marcha un prototipo de rover que la ESA quiere enviar a Marte en 2018, la llamada misi¨®n Exomars, en colaboraci¨®n con Roscosmos. Ataviado con botas de pl¨¢stico, camina sobre la superficie marciana simulada, rocosa y rojiza como la del cuarto planeta m¨¢s cercano al Sol. Llegar all¨ª es otro de los retos que tiene ante s¨ª la agencia, quiz¨¢ sentimentalmente uno de los m¨¢s importantes, por lo que para todos representa el planeta rojo. ¡°All¨ª esperamos encontrar vida marciana¡±, bromea Azkarate. ¡°No hablamos de dar la mano a un alien, sino de encontrar se?ales, mol¨¦culas org¨¢nicas, agua, componentes elementales de vida. La idea es coger muestras a dos metros bajo la superficie y analizarlas. Hace poco el Curiosity ¨Cel rover de la NASA, el cuarto de este tipo que ha aterrizado con ¨¦xito en el planeta hasta la fecha, todos estadounidenses por ninguno a¨²n de otra agencia¨C anunci¨® que hab¨ªa encontrado agua. Se pensaba que era algo muy dif¨ªcil de hallar y ha sido una muy buena noticia, porque empieza a esclarecer las posibilidades de que Marte albergue en el futuro alg¨²n tipo de vida¡±, relata.
Azkarate reivindica la necesidad de invertir en ciencia y lamenta que ¨¦l haya sido uno de los ¨²ltimos en obtener una beca del Gobierno espa?ol que le trajo hasta la ESA. ¡°Se cort¨® por la crisis y es una pena. Para m¨ª fue como que me tocara la loter¨ªa, porque tu carrera profesional pega un giro total¡±, dice. Y es que trabajar en la Agencia Espacial Europea, como en otras organizaciones similares, es bastante ¨²nico. Jos¨¦ Gonz¨¢lez del Amo, jefe del laboratorio de propulsi¨®n, echa la mirada atr¨¢s tras 24 a?os en Noordwijk: ¡°Siento que soy parte de un proyecto al que he dedicado toda mi vida. Cuando una misi¨®n funciona te sientes muy contento. De joven tuve miedo. Porque cuando hablas de una industria como por ejemplo la de automoci¨®n, con millones y millones de coches circulando por las carreteras, sabes que hay cientos de decenas de miles de ingenieros comprobando que los veh¨ªculos funcionan. Sabes que si eres un reci¨¦n llegado no la vas a cagar. Pero en el espacio es distinto, sobre todo en la ESA, donde hacemos cosas que son one of a kind (¨²nicas en su especie). Lo que yo digo se lleva a cabo, la gente me hace caso. As¨ª que si funciona¡, muy bien, pero si falla algo, en cierta manera es mi responsabilidad¡±.
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