Mil millas y una leyenda
La carrera de la Mille Miglia reclut¨® entre 1927 y 1953 a pilotos legendarios y rivaliz¨® en popularidad con otras citas m¨ªticas como las 24 Horas de Le Mans o la Panamericana. Una odisea que puso a prueba los modelos m¨¢s avanzados de su tiempo
Fernando Alonso no fue el primer espa?ol en pilotar un Ferrari. Medio siglo antes, Alfonso Cabeza de Vaca y Leighton, marqu¨¦s de Portago, condujo un Ferrari 335S a velocidad endemoniada durante la Mille Miglia (Mil Millas), una carrera de larga distancia que part¨ªa y terminaba en Brescia, despu¨¦s de recorrer Italia, pasando por Roma. El 12 de mayo de 1957, llevando de copiloto al estado?unidense Edmund Nelson, el marqu¨¦s, que ya hab¨ªa estado a punto de romperse la crisma practicando los deportes m¨¢s peligrosos y m¨¢s caros de la ¨¦poca, se mat¨® al salirse de una recta en la provincia de Mantua. Iba a m¨¢s de 250 kil¨®metros por hora. Murieron tambi¨¦n el copiloto y nueve espectadores, cinco de ellos ni?os. La Mille Miglia, fundada en 1927 por un par de nobles de Brescia, fue suspendida para siempre por las autoridades italianas. En la actualidad, una organizaci¨®n tambi¨¦n llamada Mille Miglia celebra cada primavera una vistosa exhibici¨®n, rica en nostalgia y en b¨®lidos de la ¨¦poca.
Una ¨¦poca muy dif¨ªcil para la mayor¨ªa y de ensue?o para unos pocos. Ya casi al final de su vida, que corri¨® paralela al siglo XX, el arist¨®crata romano Francesco Caravita di Sirignano, tambi¨¦n conocido como Pupetto, escribi¨® una autobiograf¨ªa que, a modo de resumen, titul¨® Memorias de un hombre in¨²til. Las andanzas del pr¨ªncipe Caravita ¨Crico antes de nacer, guapo enseguida, seductor a jornada completa mientras sus coet¨¢neos se desangraban a la vez que Europa¨C se antojan parecidas a las de algunos de aquellos pilotos que, desde 1927 hasta 1957, con la ¨²nica interrupci¨®n de tres a?os impuesta por la II Guerra Mundial, protagonizaron la Mille Miglia. Si los fundadores de una carrera que brill¨® a la altura de las tambi¨¦n m¨ªticas 24 Horas de Le Mans o la Panamericana fueron un par de nobles, los condes Aymo Maggi y Franco Mazzotti, quiso el azar ¨Co la constataci¨®n de que aquellos divertimentos no eran aptos para todos los p¨²blicos¨C que su tr¨¢gico final tambi¨¦n estuviese marcado por un sello aristocr¨¢tico, el de un directo descendiente del conquistador espa?ol ?lvar N¨²?ez Cabeza de Vaca.
La Mille Miglia sirvi¨® para desarrollar los turismos
de las grandes marcas
La Mille Miglia, que se celebr¨® 13 veces antes de la II Guerra Mundial y 11 tras la contienda, sirvi¨® para desarrollar los grandes turismos de las grandes marcas de la ¨¦poca, Alfa Romeo, Ferrari, Maserati y Porsche. Adem¨¢s de los condes Maggi y Mazzotti, participaron en su fundaci¨®n el periodista Giovanni Canestrini y el piloto y dirigente deportivo Renzo Castagneto. El objetivo era muy claro: remontar de alguna manera la crisis que golpeaba por aquel entonces las carreras automovil¨ªsticas. Y el m¨¦todo, que funcion¨® a pedir de boca durante tres largas y complicadas d¨¦cadas, fue organizar una competici¨®n que, aunque protagonizada por la ¨¦lite, pudiese ser presenciada por el mayor n¨²mero de aficionados. ¡°Se puede decir¡±, explica Marco Makaus, el consejero delegado de la actual Mille Miglia, ¡°que lo que se buscaba era lo mismo que, desde el punto de vista del ciclismo, se logr¨® con la Vuelta Ciclista a Espa?a o el Giro: llevar el deporte a la misma puerta de la casa de la gente, a sus calles, a sus plazas. Hay que tener en cuenta que entonces no se dispon¨ªa de la radio o la televisi¨®n para seguir en directo los eventos deportivos¡±.
La v¨ªspera de la Navidad de 1926, los cuatro amigos trazaron sobre una mesa un boceto de recorrido, una especie de ocho que, saliendo y regresando a Brescia, pasase por Roma y por el mayor n¨²mero de localidades posibles. El resultado fue una carrera de 1.600 kil¨®metros, y de ah¨ª lo de Mille Miglia (Mil Millas). El 26 de marzo de 1927 se celebr¨® la primera competici¨®n. De los 77 equipos que tomaron la salida ¨Cde los que solo dos eran extranjeros¨C, 55 llegaron a meta. La pareja vencedora fue la formada por Ferdinando Minoia y Giuseppe Morandi, que a bordo de un OM (Officine Meccaniche) emplearon algo m¨¢s de 21 horas, a una velocidad media de 77 kil¨®metros por hora. ¡°Lo m¨¢s curioso del asunto¡±, rememora Marco Makaus, ¡°era que la gente de la ¨¦poca no se pod¨ªa imaginar que tal distancia ¨Cunos 1.600 kil¨®metros¨C se pudiese cubrir en apenas 22 horas; pensaban que se necesitar¨ªan varios d¨ªas. As¨ª que cuando los primeros coches llegaron a la meta, no hab¨ªa nadie para recibirlos. Hay que tener en cuenta que entonces el autom¨®vil era considerado un juego de ricos para ir al teatro o cubrir distancias muy peque?as, no todav¨ªa como un medio para viajar de una ciudad a otra¡±.
La Mille Miglia es hoy el recuerdo de aquellos locos y sus viejos cacharros
La carrera result¨® tal ¨¦xito que, a pesar de la guerra y de un grave accidente ocurrido en la edici¨®n de 1938 ¨Cfallecieron 10 espectadores, entre ellos siete ni?os¨C, fue ganando en prestigio hasta su suspensi¨®n definitiva en 1957. Aquel d¨ªa de finales de marzo, el revent¨®n de un neum¨¢tico o un fallo en la suspensi¨®n del veh¨ªculo fue el causante de la tragedia. Y, de hecho, Enzo Ferrari fue sometido a un proceso judicial del que sali¨® absuelto algunos a?os despu¨¦s. Aunque tal vez tambi¨¦n pudo influir en el accidente la manera de exprimir la vida del marqu¨¦s de Portago. Aquella especie de pr¨ªncipe Caravita espa?ol que fue Alfonso Antonio Vicente Eduardo ?ngel Blas Francisco de Borja Cabeza de Vaca y Leighton, Fon para los amigos, siempre pis¨® a fondo. Nacido en Londres en 1928, hijo del marqu¨¦s de Portago y de la estadounidense Olga Leighton, el destino de Alfonso ¨Cal igual que el de su padre¨C era vivir r¨¢pido, morir joven y dejar un cad¨¢ver bonito.
Su progenitor fue actor, deportista y hasta h¨¦roe de guerra en el bando franquista hasta que la muerte lo alcanz¨® en 1941 mientras se daba una ducha tras un partido de polo. Hu¨¦rfano a los 12 a?os, Alfonso de Portago, cuyo padrino de bautizo hab¨ªa sido el rey Alfonso XIII y cuyas propiedades se extend¨ªan por Espa?a, Francia, Inglaterra y Estados Unidos, decidi¨® enseguida que su ¨²nico trabajo ser¨ªa la b¨²squeda del placer y la aventura. Los persigui¨® de la manera tradicional ¨Cesposa y amante compartieron llanto en su funeral¨C y de otra m¨¢s vanguardista para los ricos de la ¨¦poca: los deportes de riesgo. Antes de estrellarse en aquella curva de Mantua, el marqu¨¦s de Portago ya hab¨ªa probado el sabor de la adrenalina con el bobs?leigh ¨Clleg¨® a obtener la medalla de plata en el Mundial de este deporte en Saint-Moritz¨C y en aviaci¨®n deportiva, aunque le quitaron la licencia despu¨¦s de que se metiera con su aeroplano por debajo de un puente ferroviario de Palm Beach con tal de ganar una apuesta. De car¨¢cter fanfarr¨®n, su llegada a la Mille Miglia estuvo precedida de alg¨²n encontronazo con la direcci¨®n de Ferrari. ¡°Portago era un piloto aguerrido y r¨¢pido, a veces comet¨ªa algunos errores¡±, subraya la p¨¢gina oficial de la prestigiosa marca, donde se recuerda que se hab¨ªa ganado el apodo de ¡°el piloto loco¡±. Sol¨ªa decir: ¡°Hay que arriesgarse para llamar la atenci¨®n de las marcas. Si se escapa de la muerte los dos primeros a?os, la mitad de la batalla est¨¢ ganada¡±.
El marqu¨¦s, que ya hab¨ªa disputado victorias a los grandes de la ¨¦poca, Fangio, Moss, Collins o Hawthorn, estaba obsesionado con convertirse en piloto oficial de la escuder¨ªa italiana. Volvi¨® a escribir a Ferrari pidi¨¦ndole un volante oficial, pero recibi¨® como respuesta unas fotos suyas haciendo un monumental trompo. De modo que no tuvo m¨¢s remedio que contentarse con el estatus de ¡°cliente privilegiado¡±. Como explica el jefe actual de Mille Miglia, ¡°en aquella ¨¦poca hab¨ªa pilotos de ¨¦lite a sueldo de las grandes marcas; otros que, gracias a su capacidad econ¨®mica, se pod¨ªan permitir el lujo de comprar sus propias m¨¢quinas e inscribirse en las carreras, y, ya en los a?os cincuenta, centenares de personas que usaban su coche de todos los d¨ªas y se apuntaban a la competici¨®n. Se daba incluso el caso de j¨®venes que ped¨ªan a sus padres el coche para un fin de semana, dici¨¦ndoles que se iban a estudiar o de excursi¨®n con los amigos, y volv¨ªan el lunes con el veh¨ªculo destrozado¡±.
El marqu¨¦s espa?ol no ten¨ªa ese problema. En 1956, gracias a la lesi¨®n de otro piloto, logr¨® por fin su sue?o: un puesto en el equipo oficial de f¨®rmula 1 al volante de un Ferrari-Lancia D50. No lo disfrut¨® ni un a?o. La muerte de Alfonso Portago, de su copiloto y amigo Edmund Nelson y de los nueve aficionados supuso tambi¨¦n el final de la Mille Miglia. ¡°Fue¡±, asegura Marco Makaus, ¡°la ¨²ltima gran competici¨®n sobre carretera abierta. Igual que en la Par¨ªs-Viena o en la Par¨ªs-Madrid, se produc¨ªan demasiados accidentes con v¨ªctimas¡±. Ahora la Mille Miglia ya no es una competici¨®n. Solo se trata de un espejismo del pasado, una excusa para pasear cada primavera por Italia y recordar a aquellos locos y sus viejos cacharros.
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