Dos botas que hablan
Los muertos contin¨²an caminando durante un tiempo, por mera inercia, hasta que caen en la cuenta de lo ocurrido
Vengo de un mundo en el que una de las preocupaciones m¨¢ximas era el desgaste de los zapatos: tarde o temprano, aunque fueran de hierro, daban muestras de agotamiento y, tras decenas de intervenciones quir¨²rgicas, perec¨ªan. La muerte de los zapatos implicaba tal quebranto econ¨®mico que a veces continu¨¢bamos llev¨¢ndolos despu¨¦s de su fallecimiento y hasta su corrupci¨®n total. Un respeto, en fin, para el calzado, al que la moda relega a la categor¨ªa de ¡°complemento¡± como la Seguridad Social otorga al cuidado de la boca la condici¨®n de un lujo. No obstante, y pese a su gran valor, aqu¨ª se ha enterrado a la gente siempre con zapatos. Si lo primero que uno hace al llegar a casa es descalzarse, lo perentorio, cuando llega al inframundo, es disponer de un buen calzado por si el negocio de Caronte queda lejos. No sabemos cu¨¢nto hay que caminar en el m¨¢s all¨¢, ni por qu¨¦ clase de terrenos.
Observen este par de botas. Aparecieron en una fosa com¨²n, producto del aqu¨ª te pillo, aqu¨ª te mato del franquismo. El verdugo podr¨ªa haberlas robado, pues no sobraban las de esta calidad y la guerra es la guerra y todo eso. No lo hizo, seguramente por no a?adir m¨¢s culpa a su crimen, y para que el ajusticiado pudiera alcanzar sin llagas en los pies las orillas de la laguna Estigia. Es un decir, quiz¨¢ no ten¨ªa noticias de la laguna Estigia, pero tal vez cre¨ªa que los muertos contin¨²an caminando durante un tiempo, por mera inercia, hasta que caen en la cuenta de lo ocurrido. Y aqu¨ª est¨¢n, 60 o 70 a?os despu¨¦s, momificadas, para decirnos algo que no sabemos lo que es.
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