Da?o Moral
![<span >Messi y Maradona han apoyado las causas de La Garganta Poderosa, que los ha entrevistado y fotografiado en diversas ocasiones. Foto: La Garganta Poderosa.</span>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/MSVCBUEPRBOH2YSOBI666Q5YA4.jpg?auth=e805640b4b20a9a5c239a956cd7ac4c424572a0e8a1977ee3ce750dc8ad61883&width=414)
Por, La Garganta Poderosa, revista de cultura villera
Un grito de dignidad
La Garganta Poderosa es una de las revistas de mayor circulaci¨®n en la Argentina, aunque es mucho m¨¢s que eso. Nacida como parte de un proyecto de organizaci¨®n barrial popular, r¨¢pidamente fue ganando seguidores y su estructura organizativa, La Poderosa, diversificando sus acciones con un amplio trabajo comunitario y la formaci¨®n de diversas cooperativas productivas.
Se trata de una de las iniciativas pol¨ªticas y culturales m¨¢s innovadoras de la ¨²ltima d¨¦cada. Su revista impacta por las portadas y contraportadas, donde siempre una figura de gran renombre nacional o internacional se presenta elevando un enorme grito de indignaci¨®n ante las injusticias, los atropellos, la violencia policial, las violaciones a los derechos humanos, el racismo, la discriminaci¨®n de g¨¦nero, el femicidio, la defensa de la escuela p¨²blica, del trabajo digno y contra las p¨¦simas condiciones de vida que deben soportar los m¨¢s pobres en las grandes ciudades argentinas y del mundo. Artistas, futbolistas y deportistas, renombrados periodistas y pol¨ªticos de los m¨¢s diversos pa¨ªses han posado para La Garganta, mostrando su forma de gritar: Messi, Maradona, Di Mar¨ªa, T¨¦vez, las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, Joaqu¨ªn Sabina, Ren¨¦ de Calle 13, Evo Morales, Jos¨¦ Mujica, Eduardo Galeano y el Premio Nobel de la Paz, Adolfo P¨¦rez Esquivel, entre tantos otros. En sus contraportadas, las mismas figuras se comprometen siempre con algunas de las causas por las que luchan los militantes de La Poderosa, especialmente, la exigencia de justicia ante los frecuentes asesinatos de ni?os, ni?as y j¨®venes pobres por parte de las fuerzas de seguridad p¨²blicas. Tambi¨¦n, expresan su apoyo a la demanda que estructura y da sentido al trabajo pol¨ªtico de La Poderosa: la necesidad de urbanizar los barrios m¨¢s pobres, las villas miserias, espacios abandonados, estigmatizados y discriminados en las grandes ciudades argentinas, particularmente, en Buenos Aires, bajo una administraci¨®n conservadora y reaccionaria que entiende la gesti¨®n de la ciudad como un gran negocio inmobiliario y pone el horizonte de los derechos urbanos en el uso generalizado de la bicicleta.
La Garganta naci¨® en Zavaleta, una villa que en los a?os sesenta fue denominada ¡°n¨²cleo habitacional transitorio¡± y que, desde aquel momento, persiste en una amplia superficie cercada por las v¨ªas del ferrocarril y el Riachuelo, un surco de agua inmunda y nauseabunda que rodea Buenos Aires. Un conglomerado cuya naturaleza ¡°transitoria¡± nunca gener¨® m¨¢s que hip¨®critas promesas de atenci¨®n por parte de cada uno de los gobiernos civiles y militares que administraron la Ciudad de Buenos Aires en los ¨²ltimos 50 a?os. Abandonada por el poder p¨²blico, Zavaleta, como tantas otras villas argentinas, es escenario de inmensos abusos por parte de los poderes que act¨²an siempre con total impunidad: el tr¨¢fico de drogas y las fuerzas de seguridad.
La Garganta comenz¨® a gritar en Zavaleta y lo hizo con admirable valent¨ªa, especialmente en la lucha por la necesidad de hacer justicia en la muerte de Kevin Molina, un ni?o de ocho a?os asesinado ante la complicidad policial; de Luciano Arruga, un joven de 16 a?os asesinado por negarse a robar para la polic¨ªa, y de tanto otros que, como ellos, son las v¨ªctimas cotidianas de ciudades partidas, gobernadas por la impunidad, por la prepotencia de un poder que las administra ante la indolencia de quienes aspiran a que sus barrios nunca sean contaminados por los pobres, por los negros, por los villeros del arrabal, por los que habitan esas riveras mugrientas, llenas de casas y de personas provisorias, precarias, transitorias.
La Garganta naci¨® en Zavaleta como una grito de dignidad. Afirma su condici¨®n villera no por adherir a ning¨²n culto est¨¦tico de la pobreza que s¨®lo podr¨ªa sensibilizar a quienes no la sufren, sino para declarar la necesidad de hacer visible lo que el poder oculta, para mostrar y ponerle nombre a lo que el poder pretende condenar al anonimato y a la indiferencia. Desde entonces, no par¨® de crecer, ejerciendo la militancia social y construyendo una nueva forma de comunicar, de contar las historias silenciadas, de interpelar a una casta de poderosos que se pretenden invencibles, de hacer del periodismo un ejercicio de libertad y autonom¨ªa.
Durante la presentaci¨®n de La Garganta: el libro, una obra que compila algunos de sus reportajes m¨¢s destacados, les propuse que escribieran una nota para Contrapuntos. ¡°?Para El Pa¨ªs? ?Est¨¢s seguro¡±, preguntaron.
Lo que sigue es la nota que me enviaron algunos d¨ªas m¨¢s tarde.
L¨¦ala, o c¨¢ntela, como prefiera. Pero h¨¢galo sabiendo que hay muchas formas de hacer de la palabra una herramienta de lucha por los derechos y por la dignidad humana.
Pablo Gentili
Joaqu¨ªn Sabina con La Garganta Poderosa. Foto: La Garganta Poderosa.
Da?o Moral - Por, La Garganta Poderosa
Damas y caballeros, solemnes ensayistas de los ecosistemas villeros que investigan como rupestres fen¨®menos biol¨®gicos, sometiendo a revisi¨®n sus fundamentos epistemol¨®gicos, rogamos acepten la cordial propuesta de analizar cient¨ªficamente los paradigmas de esa moral impuesta por dogm¨¢ticos y catedr¨¢ticos, desde las teor¨ªas doradas que iluminan las condiciones socialmente determinadas, sin socializar las determinaciones condicionales, que determinan los condicionamientos sociales.
Bien, nos propusimos escribir un primer p¨¢rrafo que no entendieran todos, para atrapar la atenci¨®n del tribunal moral de modos. Porque somos mal¨ªsimos repitiendo lo que otros dijeron, pero somos muy buenos apagando el humo que nos vendieron, as¨ª que no esperen citas de los autores que citaban pensadores, que citaban Dioses, que ahora citan los profes. No, no tenemos un gran bagaje te¨®rico acumulado, ni la diplomacia de la burocracia con aire acondicionado. ?Est¨¢ mal? Ni siquiera sabemos qu¨¦ carajo significa el ¨ªndice Merval, el Ibex o el Riesgo Pa¨ªs, pero sabemos que han meado durante a?os el problema de ra¨ªz: todav¨ªa seguimos esperando los ca?os que se lleven el pis. ?Y saben qu¨¦? No van a lograr que los tratemos de Usted. Porque mientras sigan imponiendo sus prioridades a nombre de la educaci¨®n, ser unos maleducados seguir¨¢ siendo nuestra mejor opci¨®n. Tal como cuando abrimos La Garganta en Zavaleta, desobedeciendo a los que cagaron al periodismo en todo el planeta, ahora pateamos los manuales de la necedad ante la santidad de sus ahorros, esa ¡°realidad¡± que nos prefiere pibes chorros.
Shhh, c¨¢llense, degenerados, atrevidos, indocumentados, ?est¨¢n evidenciando la educaci¨®n decadente! No, estamos diciendo que la moral miente, porque no hace falta ning¨²n doctorado para darse cuenta que la academia sigue siendo el semillero del mercado, un pedazo de infraestructura donde los excluidos pueden ir cada tanto a dar ternura. ?Y a dar c¨¢tedra? Nooo, qu¨¦ locura.
Muy bonita la revista y sus puntos de vista, pero siempre ¡°en voz baja por favor¡±, no vaya a ser que se asuste alg¨²n solmene orador. O que empiece a temblar, cuando descubra que los negros sabemos hablar. Hay c¨ªnicos de verdad, atrincherados en el ficticio universo de cualquier universidad, para perpetuar el silencio de los villeros y renovarle la concesi¨®n al kiosco de los voceros. ?Acaso desde el campo ilustrado han amplificado nuestras voces o nuestras cooperativas de trabajo? ?Corran el culo entonces y dejen subir a los de abajo!
Hist¨®ricamente, han intentado adiestrarnos como mascotas, tanto que les dejamos todas las reglas rotas. Y entonces decidimos mear en su pedestal¡ Vamos a construir una cultura de lo anormal. Vamos a ser el grito que los desplome. Vamos a cagar donde se come. Vamos a festejar el cumple de Fidel. Vamos a limpiarnos con el mantel. Vamos a combatir la pasta base. Vamos a eructar en clase. Vamos a ir a contramano. Vamos a meterles un gol con la mano. Y al final vamos a demostrarles que, sin ning¨²n tutor, nos portamos mucho mejor.
La quijotesca clase dominante y la clase media que se monta cual Rocinante cabalgan tras el dinero y el ego, las dos zanahorias que el sistema les ofrece a los pendejos, mientras dice que los pobres nos reproducimos como conejos. No aman. Consumen. Cagan, pero no lo asumen. Y tan apartados de la miseria que existe, necesitan un diario para encontrar una mirada triste, una inundaci¨®n o el cuerpo que mancill¨® una violaci¨®n. S¨®lo con eso, tienen un ¡°fot¨®n¡±, porque hacen comunicaci¨®n con la misma liviandad que sacan conclusiones, desde el c¨®modo lugar en el que est¨¢n, defendiendo las buenas costumbres que aprendieron del ¡°qu¨¦ dir¨¢n¡±. Ojo, igual tenemos un plan para alimentar la esperanza: nos ense?an el protocolo, cuando tengamos llena la panza. ?Pero el problema son los modos, el tono y las palabrotas! Que no rompan las pelotas.
?Por qu¨¦ los ricos pueden hablar de la pobreza con el mismo temple que hablan de la Revoluci¨®n Francesa, entre aires de superaci¨®n y arrogancia? ?Porque las tienen a la misma distancia! Pero cambia la cosa, se?ora, cuando se escribe a mil por hora, con la mierda flotando junto a la computadora. ?Pensaba que viv¨ªamos haciendo grandes tapas? No, vivimos destapando cloacas.
Alta sociedad. Si s¨®lo conducen los acad¨¦micos en los medios, la pol¨ªtica y la universidad, ?qui¨¦n interpreta nuestra realidad? ?Qu¨¦ le deja a la hija de la vecina una tesina que nos toma como objetos inanimados? ?Qui¨¦n orden¨® que los pobres trabajen para los graduados? ?Tendr¨¢n posgrados en acostarse sobre colchones mojados? ?Sabr¨¢n sobrevivir sin ambulancia? ?Y al estigma de la vagancia? ?Planear¨¢n embarrarse tambi¨¦n, para llevar el barro a los barrios donde vive el Bien? ?Nos seguir¨¢n hablando del karma, cuando descubran que no tenemos timbre, ni alarma? ?Qu¨¦ cosa fuera, la villa sin afuera? ?No hay cierto progresismo genial que nos exprime? Menos pregunta el capital, y reprime.
Ayer, quer¨ªan discutir la inseguridad en el Ministerio de Seguridad, como si de verdad existieran centros de rehabilitaci¨®n buenos y gratuitos, para que no sigan siendo fortuitos los rescates en los combates que conforman el n¨²cleo del meollo. Hoy, la inseguridad debe discutirse en el Ministerio de Desarrollo, porque s¨®lo as¨ª, alg¨²n puto d¨ªa, al anochecer de la hipocres¨ªa, daremos por finalizados en los medios de comunicaci¨®n, todos estos debates plagados de ciencia ficci¨®n y guionados cada semana por el misterio que suele escurrirse en la hipocres¨ªa. Ma?ana, la inseguridad debe discutirse en el Ministerio de Econom¨ªa.
Y por lo pronto, con firmeza, nos oponemos a la cosificaci¨®n de la pobreza, porque el altruismo causa da?os importantes cuando echa a correr sus blancos elefantes, adjudic¨¢ndose una supuesta maestr¨ªa, que s¨®lo encubre su egolatr¨ªa. ?O hasta cu¨¢ndo vamos a creer que los pol¨ªticos deben ser ¡°profesionales¡±? Tal vez, hasta que todos los intelectuales hayan terminado de leer todo eso que quieren saber, antes de escribir un texto que vos tambi¨¦n puedas entender.
La caca huele mal, pero el problema estomacal nace con el men¨² del restaurante: auto caro, casa gigante y pilcha careta, acompa?an la zanahoria berreta de cada desayuno, mientras otros eligen fumarse uno, disfrazarse del Che o ¡°atacar al imperio¡± revolviendo un caf¨¦, con az¨²car o con sal, porque total, todos se vuelven a encontrar en el mismo lugar. Y no precisamente celebrando una revoluci¨®n, sino mirando tetas por televisi¨®n, puesto que todo conduce a la misma ostia y al mismo vino, tras ese largo camino de los escritorios hasta los barrios sin ca?os, ¡°n¨²cleos habitacionales transitorios¡± hace m¨¢s de 50 a?os¡ ?Qu¨¦ hacemos? Respiremos, todav¨ªa: si el peronismo se hizo masas como tercera v¨ªa y la Tercera Rep¨²blica de Venezuela alcanz¨® una utop¨ªa, tal vez haya una tercera clase media que transforme a la Argentina, dejando atr¨¢s el uniforme y la exito¨ªna.
Corte, corte, corte. ?Vieron qu¨¦ baj¨®n, la generalizaci¨®n? Ahora ya saben c¨®mo se siente ser la clase desclasada, la cultura despreciada y la cuenta pendiente de cualquier d¨¦cada ganada, perdida o empatada. Sin ego¨ªsmo, ni pesimismo, la realidad se transforma, pero van a tener que hacernos un lugar en la misma plataforma. Porque el desarrollo social no se trata de cambiarnos los olores, ni de calmarnos los dolores, ni de corrernos con los codos del presupuesto, para que la coartada no huela mal: nuestros modos son el impuesto a su tan preciada moral.
Algunas de las portadas de La Garganta Poderosa.
M¨¢s sobre La Garganta Poderosa en Contrapuntos:
Un ni?o, Mandela y los derechos de algunos humanos
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