Invasi¨®n, conquista, expansi¨®n y aniquilaci¨®n
A diferencia de los nazis, los Daesh tienen confeso un vasto programa de sojuzgamiento y aniquilaci¨®n
Empezamos a enterarnos hace un a?o de la existencia del mal llamado ¡°Estado Isl¨¢mico¡±, cuando ¨¦ste proclam¨® su ¡°califato¡±. A los musulmanes que lo detestan ¨Cla gran mayor¨ªa¨C les revienta que en la prensa se lo nombre de este modo: por mucho que se anteponga ¡°el autoproclamado¡±, a la gente se le queda la idea de que esa organizaci¨®n es en efecto un Estado. El t¨¦rmino recomendable es DAESH, acr¨®nimo de ¡°al-Dawla al-Islamiya fi Iraq wa al-Sham¡±, que, aunque en ¨¢rabe signifique ¡°Estado Isl¨¢mico de Irak y Sham¡±, ofrece la ventaja de que los componentes de esa organizaci¨®n odian ser as¨ª conocidos, porque, leo, ¡°Daesh¡± suena parecido al verbo ¡°Daes¡± (apropiadamente, ¡°aplastar, pisotear¡±), y a ¡°Dahes¡± (¡°quien siembra la discordia¡± o algo semejante, mis conocimientos de esa lengua son nulos).
Resulta incomprensible la relativa pasividad con que se han tomado el auge y expansi¨®n de este movimiento tanto los pa¨ªses ¨¢rabes, directamente amenazados por ¨¦l, como los occidentales, indirectamente pero tambi¨¦n. Se habla de los Daesh como de terroristas, y es cierto que no descartan los habituales m¨¦todos de ¨¦stos y que infunden terror all¨ª donde se instalan. Pero los grupos terroristas de las ¨²ltimas ¨Cmuchas¨C d¨¦cadas no contaban con un ej¨¦rcito en toda regla ni se dedicaban a conquistar territorio sin importarles lo m¨¢s m¨ªnimo las fronteras establecidas. Aspiraban, a lo sumo, a hacerse con el poder en un territorio determinado y preexistente, que acaso podr¨ªa ampliarse en el futuro (caso de ETA y el Pa¨ªs Vasco-Franc¨¦s), pero no a sangre y fuego, no al asalto. En consonancia con los prop¨®sitos declarados de Daesh, se trata de un fen¨®meno m¨¢s parecido a las invasiones musulmanas del siglo VIII que a las pr¨¢cticas de cualquier grupo terrorista convencional, incluido Al Qaeda. De hecho, Daesh quiere regresar a un siglo antes, el VII, el del profeta Mahoma, para que la gente vuelva a vivir como entonces y las leyes sean tambi¨¦n las de entonces o peores. Los miembros de Daesh, por supuesto, son los primeros en contravenir la doctrina: seg¨²n eso, no deber¨ªan utilizar v¨ªdeos, ni tecnolog¨ªa punta, ni siquiera armas de fuego, sino combatir a caballo con espadas, lanzas y flechas. Sus adeptos m¨¢s brutos no reparan en la contradicci¨®n.
Resulta incomprensible la relativa pasividad con que se han tomado el auge de este movimiento tanto los pa¨ªses ¨¢rabes como los occidentales
A lo que m¨¢s recuerda esta pol¨ªtica de expansi¨®n y conquista, en tiempos modernos, es al avance nazi por Europa a partir de 1939, que provoc¨® la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, Hitler hab¨ªa disimulado mucho m¨¢s que los Daesh. Su partido se hab¨ªa presentado a elecciones y se hab¨ªa encaramado al poder a trav¨¦s de ellas, mediante pactos. No anunci¨® desde el principio que pensaba exterminar a gran parte de la poblaci¨®n mundial, incluidos los jud¨ªos todos, sino que fue tomando paulatinas medidas discriminatorias contra ellos, y de hecho ocult¨®, durante los seis a?os de guerra, la existencia de los campos de aniquilaci¨®n. Hubo un periodo, es bien sabido, en que a la Alemania nazi se le aplic¨® la ¡°pol¨ªtica de apaciguamiento¡±, que se demostr¨® un gran error: las democracias occidentales se aven¨ªan a concesiones a ver si as¨ª se calmaban y moderaban los nazis. Hay que saber distinguir qu¨¦ individuos y colectivos toman eso siempre por debilidad: cuanto m¨¢s se les concede, m¨¢s se envalentonan y exigen.
Con los Daesh est¨¢ claro que no se puede hablar; est¨¢ claro que no son ¡°apaciguables¡±, que no hay componendas ni razonamientos que valgan, est¨¢n descartadas las palabras pacto o persuasi¨®n. No s¨¦ c¨®mo estar¨¢n las cosas cuando se publique esta columna, pero cuando la escribo acaban de hacerse con el control de Ramadi, en Irak, y de Palmira, en Siria, cuyas extraordinarias ruinas romanas probablemente destruir¨¢n por ¡°preisl¨¢micas¡±. Tienen ya bajo su bota la mitad de Siria y parte de Irak, y enclaves libios. Una coalici¨®n internacional los bombardea desde el aire hace meses, con escaso ¨¦xito. Los pa¨ªses cercanos hacen poco o no hacen nada. He le¨ªdo a articulistas informados que los Daesh estar¨ªan encantados de recibir un ataque terrestre occidental; que es uno de sus objetivos, porque disparar¨ªa una reacci¨®n en cadena a su favor; y que por tanto no conviene caer en esa trampa. Puede ser. Pero la falta de una acci¨®n decidida contra ellos no est¨¢ evitando su avance ni su crecimiento, y no se frenar¨¢n por s¨ª solos. A diferencia tambi¨¦n de los nazis, los Daesh tienen confeso un vasto programa de sojuzgamiento y aniquilaci¨®n. Su plan es el exterminio de casi todo bicho viviente, y ya lo llevan a cabo en sus territorios y ciudades: de los chi¨ªes y no s¨¦ si de otros ¡°herejes¡± de su religi¨®n; de los yazid¨ªes, kurdos, jud¨ªos, cristianos, agn¨®sticos, de los que fuman u oyen m¨²sica, de los dem¨®cratas (por no haberse atenido a las inmutables leyes del siglo VII). Si pudieran, nos eliminar¨ªan a todos. No es una mera fantas¨ªa enloquecida de improbable cumplimiento: se est¨¢ ejecutando ya donde mandan, con especial crueldad hacia las mujeres, esclavizadas sin m¨¢s. Que yo sepa, nunca se hab¨ªa pregonado un genocidio generalizado en un sitio, nunca se hab¨ªa empezado a llevar a efecto, y los pa¨ªses vecinos ¨Cy los lejanos, pero nada est¨¢ ya lejano¨C se hab¨ªan casi cruzado de brazos y se hab¨ªan puesto a mirar el espantoso espect¨¢culo por Internet.
elpaissemanal@elpais.es
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