Beckett en la tormenta
El creador irland¨¦s tuvo una revelaci¨®n que le condujo a escribir ¡°sobre las cosas que verdaderamente le afectaban¡±. La versi¨®n m¨¢s ortodoxa ubica esa ¡°epifan¨ªa¡± en el muelle de Dun Laoghaire, en plena tempestad
?Marcel Proust? Durante largo tiempo se acost¨® temprano. ?Samuel Beckett? En una noche de tormenta, al final del muelle de Dun Laoghaire, pas¨® por una experiencia epif¨¢nica que cambi¨® la direcci¨®n de toda su escritura¡ Parece que hayamos entrado en un diccionario de t¨®picos literarios, pero no vamos a continuar, porque nos detenemos en ese lugar com¨²n sobre Beckett. Cuando me contaron por primera vez el lluvioso episodio de la ¡°revelaci¨®n¡± en el muelle, cre¨ª haber captado la intensidad de aquel momento, pero con el tiempo he o¨ªdo y le¨ªdo diferentes versiones. Porque si bien todo indica que la ¡°epifan¨ªa¡± tuvo lugar, nunca estuvo claro, en caso de existir, qu¨¦ clase de mensaje exactamente fue el que tanto cal¨® en Beckett al final de aquel muelle en el que, por cierto, las autoridades irlandesas han terminado incluso por poner una placa que recuerda el espiritual acontecimiento.
Otros art¨ªculos del autor
Pero ?qu¨¦ pas¨® all¨ª de verdad? La versi¨®n m¨¢s ortodoxa, es decir, la inscrita en la placa, dice que, despu¨¦s de la II?Guerra Mundial, en Dun Laoghaire, en plena tempestad, Beckett descubri¨® que encontrar su voz propia pasaba por algo tan simple, pero tambi¨¦n tan esencial, como ¡ªal llegar a este punto, es curioso pero siempre hay algo que me impide completar la historia¡ª ¡°escribir las cosas que uno siente¡¡±.
Si las cosas fueran as¨ª, qu¨¦ f¨¢cil ser¨ªa todo, suelo pensar cuando, boicoteado por interferencias de todo tipo, oigo a medias o quiero creer que oigo a medias la historia de la epifan¨ªa del muelle. Y es que si fuera todo tan sencillo ¡ªvas y te adentras en una escollera irlandesa y al rato, bajo la lluvia, encuentras la manera de escribir las cosas que sientes¡¡ª ya ni har¨ªan falta duros esfuerzos personales ni escuelas de letras; bastar¨ªa con verter sobre el papel las cosas que sentimos, es decir, en cierta forma bastar¨ªa con seguir aquel consejo tan interesante como burdo del rom¨¢ntico alem¨¢n Ludwig B?rne: ¡°Durante tres d¨ªas consecutivos fu¨¦rzate a escribir todo lo que se te pase por la cabeza sin artificios y sin hipocres¨ªa; escribe lo que pienses de ti mismo, de tus mujeres, de Goethe, de la Guerra Turca, del Juicio Final, o tus superiores, y te quedar¨¢s estupefacto al ver cu¨¢ntos pensamientos nuevos han salido fuera: en eso consiste el arte de convertirse en un escritor genuino en tres d¨ªas¡±.
Encontr¨® el espacio donde mejor pod¨ªa convertir su mundo en una s¨ªntesis de contrasentidos de la raz¨®n
Al enfocar el tema de la noche epif¨¢nica en su biograf¨ªa de Beckett, Anthony Cronin cuenta que hay una confusi¨®n entre lo que, a trav¨¦s de la obra teatral La ¨²ltima cinta (Krapp's Last Tape), narr¨® Beckett acerca de su experiencia de aquella noche y lo que ocurri¨® de verdad. Seg¨²n la cr¨®nica quebrada y fragmentada de los hechos que puede escucharse en La ¨²ltima cinta, todo sucedi¨® bajo una intensa lluvia en ese espol¨®n irland¨¦s, ¡°entre la espuma de las olas que brillaba a la luz del faro y el anem¨®metro que daba vueltas como una h¨¦lice¡±. Pero las interrupciones en la cinta impiden o¨ªr la totalidad de la historia que, por otra parte, tal como se?al¨® el m¨¦dico dublin¨¦s Eoin O?Brien, es una pura y absoluta invenci¨®n. Porque Beckett tuvo un momento epif¨¢nico, s¨ª. Pero este, seg¨²n O?Brien, tuvo lugar en realidad en el peque?o muelle ¡ªnada que ver con Dun Laoghaire¡ª que hay cerca de la casa del hermano de Beckett, concretamente en el puerto de Killiney.
Hasta el momento epif¨¢nico, cuenta Cronin, se hab¨ªa esforzado Beckett por hacer lo que se da por supuesto que hace un novelista, esto es, describir un mundo que sea un simulacro realista del mundo que le rodea. Dicho de otro modo, hab¨ªa intentado ser creativo en el sentido m¨¢s convencional del t¨¦rmino. Pero en Killiney todo confluy¨® para que comprendiera que deb¨ªa ir por un camino distinto y ¡°volcarse en lo oscuro, escribir sobre el mundo interior, con todas sus tinieblas, ignorancia, e incertidumbre¡±. A consecuencia de esto, comprendi¨® ¡°que Joyce hab¨ªa avanzado todo lo posible en la direcci¨®n del mayor conocimiento, en el control del propio material. Siempre estaba sum¨¢ndole cosas; no hay m¨¢s que ver sus galeradas para comprobarlo. Comprend¨ª que mi camino estaba en el empobrecimiento, en la falta de conocimiento y en la eliminaci¨®n, en restar m¨¢s que en sumar¡±.
Y tambi¨¦n entendi¨® que para esta clase de operaci¨®n de restar se impon¨ªa la utilizaci¨®n del mon¨®logo en primera persona, pues cualquier otro modo verbal implicar¨ªa la omnipotencia de la que hu¨ªa. Podemos, si queremos pensarlo as¨ª, suponer que ce?irse a un mon¨®logo interior fue el consejo que le dio la voz en el muelle del puerto de Killiney. Pero tambi¨¦n podemos pensar que no hubo voz, que no pasaron las cosas como en esa pel¨ªcula en la que Charlton Heston encarna a Mois¨¦s y que solo hubo un pensamiento que no est¨¢ registrado en ning¨²n lugar y que se perdi¨® en el tiempo.
Cuando le¨ª la biograf¨ªa de Knowlson sobre Beckett, me sorprendi¨® ver que all¨ª hab¨ªa una nueva vuelta de tuerca en el relato de la epifan¨ªa y el giro radical; me sorprendi¨® descubrir que Beckett insisti¨® a su futuro y seguramente definitivo bi¨®grafo para que deshiciera el malentendido creado por las palabras de Krapp en La ¨²ltima cinta y explicara que todo aquello no pas¨® en Dun Laoghaire, y menos en Killiney, sino ¡°en la habitaci¨®n de su madre en Foxrock¡±, porque all¨ª hab¨ªa sido donde en realidad hab¨ªa experimentado la ¡°revelaci¨®n¡± y hab¨ªa podido por fin comenzar a escribir ¡°sobre las cosas que verdaderamente le afectaban¡±.
En realidad fue en la casa de la madre vieja y enferma donde m¨¢s cerca pod¨ªa estar de la verdad
Pens¨¦ que todo quedaba m¨¢s claro con este cambio de escenario: desaparec¨ªa la iconograf¨ªa rom¨¢ntica (tormenta, muelle, fuerzas naturales, tempestades interiores) y tambi¨¦n el muelle de Killiney y lleg¨¢bamos a un lugar m¨¢s ¨ªntimamente suyo, la casa de la madre vieja y enferma, el espacio donde m¨¢s cerca pod¨ªa estar de la verdad y donde mejor pod¨ªa convertir su mundo en una s¨ªntesis de los contrasentidos de la raz¨®n.
As¨ª pues, la gran tormenta se perdi¨® en el tiempo, pero pudo haber tenido lugar en 1946 en la casa de Foxrock, puede que fuera una tempestad interior y, al igual que al final de Molloy, no fuera en la medianoche ni lloviera. Y no debi¨® de existir se?al exterior que le hiciera hallar un camino en la escritura. ?Pudo llegarle la revelaci¨®n a trav¨¦s de su madre? Qui¨¦n sabe, tambi¨¦n pudo ser a trav¨¦s de un polic¨ªa: ¡°Usted se llama Molloy, dijo el comisario. S¨ª, dije, acabo de acordarme. ?Y su mam¨¢?, dijo el comisario. Yo no comprend¨ªa. ?Tambi¨¦n se llama Molloy?, dijo el comisario. ?Se llama Molloy?, dije yo. S¨ª, dijo el comisario. Yo reflexion¨¦. Usted se llama Molloy, dijo el comisario. S¨ª, dije yo. ?Y su mam¨¢?, dijo el comisario, ?tambi¨¦n se llama Molloy? Yo reflexion¨¦¡±.
Le viniera de donde le viniera, la revelaci¨®n pudo llegarle desde la ribera de lo peor impeorable. Entonces, parodiando su estilo, deber¨ªamos preguntarnos ¡°qu¨¦ revelaci¨®n para qu¨¦ cuando¡±. No estaba muy equivocado al decirse que hab¨ªa que restar y volcarse en lo oscuro, en la m¨¢s negra niebla de las tinieblas.
Enrique Vila-Matas es escritor.
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