El Derby del vac¨ªo
Hace veinte a?os, cuando triunfaba Lanfranco ¡®Frankie¡¯ Dettori, los hip¨®dromos, Inglaterra y Europa eran lugares m¨¢s dichosos. Este a?o, el jockey milan¨¦s revivi¨® la apoteosis popular y la extravertida felicidad en la carrera de Epsom
Recordando el trauma de la muerte de su padre, escribi¨® Alfonso Reyes: ¡°Despu¨¦s me fui rehaciendo como pude, como se rehacen para andar y correr esos pobres perros de la calle a los que un veh¨ªculo destroza una pata; como aprenden a trinchar con una sola mano los mancos; como aprenden los monjes a vivir sin el mundo, a comer sin sal los enfermos¡±. ?Afortunado ¨¦l, que se reh¨ªzo! Cuando este cinco de junio tuve ante m¨ª la bulliciosa pradera de Epsom, ferviente de gloriosas expectativas, me dije: ¡°Aqu¨ª estuvo el jard¨ªn de mis delicias, ahora triunfo de la muerte¡±. Desolado, devastado y sin embargo id¨¦ntico. Es el designio del amor que una presencia radiante lo llene todo y la ausencia de esa presencia todo lo vac¨ªe. S¨®lo una cosa falta y ya todo sobra.
El Derby de este a?o ten¨ªa un pron¨®stico muy abierto. El preparador irland¨¦s Adrian O¡¯Brien, que hab¨ªa ganado las tres ¨²ltimas ediciones, vi¨® fracasar en las pruebas preparatorias a sus candidatos m¨¢s cualificados, John F. Kennedy y Ol¡¯Man River. Sin embargo le quedaba a¨²n la baza de los pintores, Giovanni Canaletto y Hans Holbein, acompa?ados de una cima ilustre, Kilimanjaro. Pero ninguno concluyente, todos fr¨¢giles y dudosos. Tambi¨¦n hab¨ªa que contar con Elm Park, espl¨¦ndido de l¨¢mina y el m¨¢s brillante a dos a?os, aunque perjudicado por el terreno seco en el que todo indicaba que iba a correrse la prueba. Los admiradores del gran Sea The Stars, que venci¨® en 2009, pusimos esperanzas en su hijo Storm of Stars, parecido f¨ªsicamente a su padre y con actuaciones nada desde?ables. Tampoco faltaba un aspirante franc¨¦s, Epicuris, con an¨¦cdota: reacio a los cajones de salida, s¨®lo se apaciguaba acompa?ado en ellos por un experto en ¡°susurrar a los caballos¡±, al que hab¨ªan vetado las dr¨¢sticas normas h¨ªpicas de su pa¨ªs. Por eso en lugar de participar en el Jockey Club ¡ªequivalente franc¨¦s del Derby¡ª se acogi¨® al liberalismo ingl¨¦s y compet¨ªa en la dif¨ªcil carrera de Epsom.
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Faltan por mencionar los principales candidatos. La preparatoria m¨¢s acreditada del Derby es el Dante Stakes, que se disputa en York. El gran favorito para ganarla era Jack Hobbs, de impecable pedigr¨ª para el Derby y montado por Frankie Dettori. Pero tuvo que conformarse con el segundo puesto: el ganador fue Golden Horn, conducido por el joven astro William Buick. Los dos caballos ten¨ªan el mismo entrenador, el americano naturalizado ingl¨¦s John Gosden, pero el vencedor no estaba matriculado en el Derby porque se dudaba de su aptitud para una distancia de aliento. Hab¨ªa que suplementarlo para que pudiera correr la gran cl¨¢sica con un modesto reenganche de 75.000 libras [m¨¢s de 105.000 euros] y Gosden se entreg¨® a la tarea de convencer al esc¨¦ptico propietario. Mientras, el jeque de Dubai adquiri¨® a Jack Hobbs para que sus colores pudieran verse representados en la prueba: a pesar de ser due?o de los mejores sementales y yeguas que pueden conseguirse con dinero, el jeque rara vez logra criar algo decente y se dedica a comprar en el ¨²ltimo momento a los caballos de probada val¨ªa de los dem¨¢s. Resultado de todo ello fue un curioso intercambio: Jack Hobbs, con nuevos colores, ir¨ªa montado por el jinete titular del jeque, William Buick, mientras el finalmente reenganchado Golden Horn tendr¨ªa como jockey a Frankie Dettori.
El pron¨®stico este a?o estaba m¨¢s abierto; los candidatos al triunfo eran fr¨¢giles y dudosos
Inmediatamente, los aficionados se decantaron por este ¨²ltimo. El milan¨¦s Lanfranco Frankie Dettori fue durante a?os la figura m¨¢s popular y emblem¨¢tica del turf brit¨¢nico. Su eterna p¨ªcara sonrisa, sus desaforados gestos de entusiasmo al triunfar ¡ªmas infantiles que arrogantes¡ª y su salto sin manos desde la silla tras ganar un gran premio, daban alegr¨ªa a la tarde h¨ªpica m¨¢s nublada. Aquellos fueron adem¨¢s los buenos tiempos: hace veinte a?os, cuando gan¨® en una tarde feliz de Newmarket las siete carreras de la jornada, hace diez, cuando consigui¨® su ¨²nico Derby, no s¨®lo los hip¨®dromos sino Inglaterra y Europa eran lugares m¨¢s dichosos. Despu¨¦s vino su mala racha, el verse postergado a jinetes m¨¢s j¨®venes, los seis meses de sanci¨®n por haber dado positivo en drogas, su despido de la cuadra del jeque, su dif¨ªcil empezar de nuevo montando caballos con pocas probabilidades, mientras llegaba la crisis econ¨®mica y los populistas antieuropeos a Gran Breta?a, mientras ca¨ªa la audiencia televisiva de las carreras (?incluso la BBC renunci¨® a retransmitir Epsom y Ascot!). Ahora parec¨ªa volver Dettori por sus fueros, a por otro Derby, y quiz¨¢ con ¨¦l regresara el pasado dichoso y dorado en que todos vibr¨¢bamos antes de cada prueba cl¨¢sica y no ten¨ªamos que limpiarnos las l¨¢grimas para enfocar bien los prism¨¢ticos.
A sus cuarenta y cuatro a?os, Dettori es el m¨¢s veterano de los jinetes de este Derby. Ser jockey es hoy asunto casi de adolescentes y con poco m¨¢s de los treinta empieza a pensarse en la jubilaci¨®n. Sin embargo el mexicano V¨ªctor Espinoza tiene casi la edad de Dettori y acaba de ganar la triple corona americana con American Pharoah, una haza?a que no se repet¨ªa desde 1978. Esta triple corona la forman tres carreras (la primera, el Derby de Kentucky), sobre tres distancias diferentes y corridas en apenas un mes, lo que exige gran calidad vers¨¢til al caballo y maestr¨ªa a su entrenador y a su jinete. Me ha producido envidia el entusiasmo que la victoria de American Pharoah ha desatado en los medios de informaci¨®n yanquis, incluso en los menos dados a la h¨ªpica. En Espa?a, las carreras de caballos est¨¢n suspendidas desde el pasado noviembre por est¨²pidas querellas vanidosas entre gente insignificante para todo menos hacer da?o y el asunto apenas asoma en alg¨²n diario. ?Con la de ruido que meti¨® la simple posibilidad de quedarnos un fin de semana sin f¨²tbol! Creo que hasta el Papa intervino para resolver el contencioso, pero los turfistas est¨¢ visto que no tenemos tanta suerte¡
En Espa?a, las carreras h¨ªpicas est¨¢n suspendidas por est¨²pidas querellas entre gente insignificante
Salieron los participantes del Derby de Epsom, con Hans Holbein y Elm Park marcando destacados el paso. A la zaga del pelot¨®n, Golden Horn y Dettori esperaban y esperaban. ?No ser¨ªa demasiada parsimonia? En la recta final, primero Storm of Stars y luego Jack Hobbs, con mayor br¨ªo, presentaron su ataque. Entonces, desde el fondo de la pista, vino por fin arrollador Golden Horn, magistralmente empujado por las expertas manos de Dettori. Gan¨® por m¨¢s de tres cuerpos. Despu¨¦s lleg¨® la gratificante apoteosis popular, el c¨¦lebre desmontar de un salto con los brazos en alto, la extrovertida felicidad del italiano que se olvid¨® por un rato de su militancia inglesa¡ ?La alegr¨ªa, que envidia! A¨²n me acuerdo un poco de c¨®mo era. Al final de Las palmeras salvajes de William Faulkner, el protagonista aniquilado por la muerte de su amada se detiene ante el abismo: ¡°Entre la pena y la nada, elijo la pena¡±. Pero ?y cuando la pena crece m¨¢s que la nada? Cuando se convierte en una nada que duele¡
Fernando Savater es escritor.
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