La mujer que le dio valor al arroz de los hombres
Consigue ingresos y autonom¨ªa para las 500 mujeres que forman parte de la cooperativa que preside en una regi¨®n arrocera de Burkina Faso
¡°Hola. Soy Mariam Nana, vengo de Burkina Faso. De la comuna de Bagr¨¦¡±. Esta mujer pide presentarse ¡°primero¡±. ¡°Antes de que comiencen las preguntas¡±, indica. Dichos su nombre, su origen y su cargo, entonces s¨ª, deja comenzar la conversaci¨®n. Casada y madre de dos hijos, la presidenta de la uni¨®n de cooperativas de mujeres vaporizadoras de arroz de su regi¨®n, no puede negar su liderazgo. Le sale.
¡°Es una asociaci¨®n de 21 cooperativas con 527 mujeres¡±. Quiere ser precisa en el n¨²mero, que confirma varias veces a la int¨¦rprete, en franc¨¦s. Y comienza a detallar en qu¨¦ consiste su labor: ¡°Trabajamos en la vaporizaci¨®n del arroz. Vemos que le damos un valor a?adido para que la poblaci¨®n de Burkina Faso se beneficie¡±. Mientras juega con su collar hecho de cacahuetes pintados de colores a juego con sus pendientes, Nana explica c¨®mo la cocci¨®n al vapor del cereal, una pr¨¢ctica culinaria tradicional que se realizaba ¡°desde siempre¡± en las casas, se convirti¨® en un negocio rentable y, en definitiva, en su modo de vida.
Tras un viaje a otra comunidad, en la que conoci¨® a mujeres que se hab¨ªan organizado con ¨¦xito para vender su arroz vaporizado, convenci¨® a varias vecinas de su propia aldea para hacer lo mismo y sacar rendimiento a esa tarea que les ocupaba tanto tiempo en el d¨ªa. Al principio, recuerda, eran diez y trabajaban en sus casas. ¡°Pronto vi que esto ten¨ªa futuro porque ten¨ªamos ingresos y podr¨ªamos mejorar la sociedad¡±, abunda. En poco tiempo, dice, ya eran 200 y produc¨ªan 60 toneladas anuales. Eso era en 2008; ahora tienen una f¨¢brica desde la que sacan al mercado 700 toneladas de arroz transformado ¡ª¡°mejorado, muy rico en nutrientes¡±, apostilla¡ª. Son m¨¢s de medio millar de empleadas y ganan dinero. M¨¢s que sus esposos. ?Su marca? Bon Riz Etuv¨¦ (traducido, buen arroz al vapor). De venta solo en Burkina Faso.
¡°Sin vaporizar, el kilo de arroz se paga a 320 francos centroafricanos (49 c¨¦ntimos de euro); despu¨¦s de que lo procesamos vale 340 (52 c¨¦ntimos)¡±, y echa una mirada r¨¢pida y disimulada a la libreta para comprobar que los n¨²meros est¨¢n bien.
Esos 20 francos (tres c¨¦ntimos) de diferencia son los que permiten a las mujeres cooperativistas de la comunidad llevar a sus hijos al m¨¦dico si enferman. Y los ni?os pueden ir a estudiar en vez de trabajar en el campo con sus padres. Con esas ganancias no solo pueden costearles su educaci¨®n, sino que, adem¨¢s, planean construir una escuela. Y, sobre todo, ellas ya no necesitan de los hombres para tomar decisiones que afectan a la econom¨ªa familiar. ¡°Cuando no exist¨ªa la cooperativa, viv¨ªamos mal porque no consegu¨ªamos hacer nada sin la ayuda de nuestros maridos¡±, afirma Nana.
¡°Ellos produc¨ªan arroz que la gente no compraba; pero cuando comenzamos a vaporizarlo, nosotras lo vend¨ªamos¡±. As¨ª es c¨®mo las mujeres empezaron a comprar el grano a sus maridos para procesarlo. Esa independencia y empuje de la poblaci¨®n femenina de Bagr¨¦ no fue, en primera instancia, bien acogida por los varones. ¡°No fue f¨¢cil convencerles de que nos permitieran trabajar. Pensaban que si empez¨¢bamos a ganar dinero, les abandonar¨ªamos¡±, sonr¨ªe ampliamente Nana, soltando media carcajada. Con el tiempo, relata la empresaria, se dieron cuenta de que lejos de quedarse solos, ellas estaban mejorando la vida de todos, la de ellos, la de sus hijos, la de la comunidad. ¡°Ahora, los hombres no solo nos permiten trabajar, sino que algunos presentan a sus esposas como candidatas para que trabajen en las plantas de vaporizaci¨®n¡±, a?ade.
Pese a los avances que describe, Nana reconoce que las tradiciones todav¨ªa ejercen de lastre para el desarrollo y la igualdad. ¡°Todav¨ªa impera la idea de que las mujeres se tienen que quedar en casa. Pero lo m¨¢s sorprendente es que las hay que ignoran que tienen derechos y que tienen que luchar. Es la pescadilla que se muerde la cola: se reproducen roles machistas porque muchas ni?as no van a la escuela y creen que su papel es cuidar del hogar¡±, analiza. ¡°?El Cor¨¢n no proh¨ªbe a las mujeres que puedan luchar! Solo dice que sean pacientes, respetuosas y que se ocupen de la familia. Pero lo que ganes trabajando va a ser para todo esto. Eso es lo que dice el Cor¨¢n¡±, expone su razonamiento sobre el asunto.
Ellos produc¨ªan arroz que la gente no compraba; pero cuando comenzamos a vaporizarlo, nosotras lo vend¨ªamos¡±
Ella lo hizo. Luch¨® por su familia, para que sus dos hijos no tuvieran que dejar la escuela por falta de recursos, como ella, en primaria. Y batall¨® por la comunidad. ¡°Pero no lo hice sola, tuve la ayuda de Oxfam Interm¨®n¡±, matiza. La ONG apoya su proyecto empresarial desde 2010. ¡°Construy¨® un centro de formaci¨®n, nos ha dotado de equipamiento y de fondos de garant¨ªa para que pidamos cr¨¦ditos a los bancos¡±, enumera. ¡°Es gracias a Oxfam que el Estado nos conoci¨®¡±. Y el mundo, podr¨ªa decirse. Tras su anterior visita a Espa?a en 2013 invitada por la organizaci¨®n, la ministra de promoci¨®n de la Mujer de Burkina Faso supo de Nana, quien fue protagonista de sendas apariciones en la prensa. ¡°Me dijo que quer¨ªa conocerme y que vendr¨ªa a Bagr¨¦ a visitar nuestra planta. En 2014 cumpli¨® su promesa. Vino y condecor¨® a todas las mujeres de la cooperativa¡±, relata orgullosa.
De nuevo en Espa?a, en el marco de un encuentro de mujeres protagonistas de la campa?a Avanzadoras de Oxfam, Nana asegura que su labor por su pa¨ªs es hoy mucho m¨¢s trascendental que vaporizar arroz. ¡°Hemos hecho que el nombre de nuestro pueblo sea conocido. La gente va a ver nuestra f¨¢brica. Y cuando me entrevistan, se habla de Burkina y demuestro que all¨ª hay mujeres que luchan¡±.
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