Jane Goodall: ¡°Son sexis los chimpanc¨¦s¡±
La c¨¦lebre estudiosa de los primates, de 81 a?os, asegura que las vidas de esos animales pueden ser tan felices y desgraciadas como las nuestras. ¡°Es solo una cuesti¨®n de grado"
La primat¨®loga m¨¢s famosa del mundo y seguramente la cient¨ªfica viva m¨¢s popular de nuestro tiempo se somete con paciencia franciscana al apretado programa de entrevistas que le han organizado. Cuenta 81 a?os (naci¨® en Londres en 1934), pero desde luego no los representa y demuestra su proverbial resistencia.
Va vestida muy funcional, con una simple camisa y mocasines que, observo, son iguales que los que calza sobre el terreno en ?frica (como muestran las famosas fotos de la revista National Geographic que hay sobre una mesa). No veo por ninguna parte a H (de Hope, esperanza), su famoso chimpanc¨¦ de peluche, y temo que se lo haya comido un cong¨¦nere ¨CGoodall descubri¨® con pesar que los simios que m¨¢s se parecen a nosotros no solo hacen la guerra organizada entre ellos (en Gombe libraron una de cuatro a?os) y son fervientes carn¨ªvoros que depredan a otros monos, sino que son capaces de practicar el infanticidio y el canibalismo, lo que desde luego no resulta muy animoso¨C, pero por la tarde el monito aparecer¨¢ en el acto, instalado en el atril.
Jane Goodall es menuda, enga?osamente fr¨¢gil y parece extra?amente al margen del tiempo. Irradia calma, serenidad, sosiego. Es imposible estar ante ella sin pensar en las largu¨ªsimas horas que ha pasado observando pacientemente monos, as¨ª que acabo haci¨¦ndome un l¨ªo con el bol¨ªgrafo. No parece que lo que ve ahora le despierte un inter¨¦s comparable al que le provoc¨® en su d¨ªa la vieja Flo de orejas ra¨ªdas y nariz bulbosa. Pero se muestra muy atenta y gentil. Luego afrontar¨¢ la sesi¨®n de fotos con renovada resignaci¨®n, aunque al final, en un gesto con una punzada de rebeld¨ªa, se sentar¨¢ en el suelo, junto a las plantas. ¡°Ahora me pongo como me gustar¨ªa estar¡±, zanjar¨¢.
Es reciente la tr¨¢gica historia de Ad¨¢n y Eva, los Bonnie & Clyde chimpanc¨¦s fugados de un zoo en Mallorca y que, tras ser perseguidos implacablemente por la polic¨ªa, hallaron un final tr¨¢gico: abatida a tiros ella, ahogado en la persecuci¨®n ¨¦l. Conozco el caso, muy triste. No deber¨ªan ocurrir esas cosas, hay otros m¨¦todos. No se deber¨ªa llegar a esos extremos.
?Qu¨¦ ve en el fondo de los ojos de un chimpanc¨¦? Como si mirara en los de un ser muy cercano. Veo una personalidad, una mente. Siento que me sumerjo en los ojos de alguien que tiene mucho que ense?arme.
?Qui¨¦nes son? ?Algo as¨ª como nuestros hermanos peque?os? Biol¨®gicamente est¨¢n muy cercanos. ?Tan cercanos! En su anatom¨ªa, en su sangre; sufren las mismas enfermedades, la polio, el sida, la hepatitis; su cerebro es muy parecido. Es solo una cuesti¨®n de grado lo que nos separa.
Pero hay una barrera infranqueable, dice usted, y lo dice con gran pena, me parece. Son otra especie. Cada criatura tiene sus caracter¨ªsticas. Ellos, aunque evolucionan, lo hacen en su propia direcci¨®n; no son humanos, nunca lo ser¨¢n. Creer otra cosa es un error. Yo jam¨¢s pierdo de vista esa l¨ªnea divisoria por muy borrosa que pueda ser.
Y sin embargo sus vidas, sus relaciones, sus rencillas, tal y como las ha recogido usted en sus libros, tras tantas horas de observaci¨®n, nos resultan tan pr¨®ximas¡ Parecen personajes de novela. ?Lo son! Las historias de las familias de los chimpanc¨¦s son muy parecidas a las de la gente. Buenas y abnegadas madres, j¨®venes promiscuas, machos est¨²pidos¡
Hay mucho sexo bueno y tranquilo en la vida de las chimpanc¨¦s¡±
?Dir¨ªa usted que todas las familias felices de chimpanc¨¦s se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera? ?¡?
Bueno, parafraseaba a Anna Karenina. Quiero decir si son tan intensas sus historias como las nuestras. Ah, seguro. Y algunas de sus vidas son muy terribles, especialmente en el caso de las hembras. Pero tambi¨¦n hay historias felices y divertidas.
Hablando de las hembras, su existencia, sometidas a los violentos machos que las usan muy a su antojo, invita a pensar si el machismo y la violencia de g¨¦nero no tienen unas ra¨ªces biol¨®gicas, si no son comportamientos de monos que hay que erradicar culturalmente. Eso sospecho. Tambi¨¦n es cierto que si la existencia es muy dura para algunas chimpanc¨¦s, para otras no. Las hembras en general parecen disfrutar mucho con el sexo. Hay mucho sexo bueno y tranquilo en su vida.
Hay mucho sexo en la vida de los chimpanc¨¦s por lo que explica usted. S¨ª. Son sexis los chimpanc¨¦s
A usted la bes¨® profundamente uno. ?A m¨ª? No lo recuerdo.
Pues es como para acordarse. S¨ª, Lucy, lo explica en ese maravilloso libro que es Through a Window sobre sus a?os con los chimpanc¨¦s de Gombe. Ah, pero ella era una chimpanc¨¦ criada en cautividad, no un ejemplar salvaje. Me mir¨® mucho rato a los ojos, lo que fuera que vio le gust¨® y esa fue una forma de mostrar que me aceptaba. Muchas veces han puesto su brazo en torno de mis hombros y me han acariciado.
A un colega suyo, Frans de Waal, el estudioso de los bonobos, los chimpanc¨¦s pigmeos, que utilizan el sexo como medio de pacificaci¨®n social ¨Cy que vivan los bonobos¨C, una hembra le bes¨® y cuando ¨¦l se dio cuenta ya ten¨ªa la lengua en la garganta. S¨ª, as¨ª son los bonobos, muy especiales en ese terreno.
En cambio, la sociedad chimpanc¨¦ es muy violenta. Esa guerra de los cuatro a?os en Gombe, los atronadores e hirsutos despliegues de fuerza de los machos (Figan usaba incluso viejas latas para hacer m¨¢s ruido), las peleas (usted describe c¨®mo Satan recog¨ªa con la mano la sangre que brotaba de una gran herida en la mejilla de Sniffy y se la beb¨ªa), las rencillas de las hembras que llevan al infanticidio. ?Han sido agresivos con usted? S¨ª, he sido arrastrada, pisoteada, me han arrojado piedras que podr¨ªan haberme matado. Pero tambi¨¦n me han querido mucho. En realidad, creo que, por muy brutal que sea su comportamiento a veces, no son capaces como nosotros de actos de crueldad deliberada.
?Le han dejado cicatrices? [La primat¨®loga se limita a alzar la mano derecha: le falta la falange del pulgar. Trago saliva. Jane Goodall observa con curiosidad cient¨ªfica, no exenta de cierto humor, mi reacci¨®n] Me arranc¨® el pulgar un chimpanc¨¦ que estaba en una jaula en un centro de experimentaci¨®n con primates, al tratar de tranquilizarlo. Lo ten¨ªan metido en una jaula muy peque?a, era horrible, un sitio espantoso. He visitado muchos lugares de esos.
?Le guarda rencor? No, no. No fue su culpa.
Si les concedemos derechos ¨Cse ha hablado incluso de darles la propiedad de sus selvas¨C, quiz¨¢ tambi¨¦n haya que pedirles responsabilidades. Acaso alg¨²n d¨ªa veamos juzgar a un chimpanc¨¦. Por algunos actos como el de Passion, que le arranc¨® de los brazos el hijo a Gilka, lo mat¨® de un mordisco en la frente y se lo comi¨® con su familia. Yo no lucho por darles derechos como los nuestros, lucho para que los seres humanos seamos conscientes de nuestras responsabilidades hacia ellos y hacia la naturaleza en general. Abusamos de los chimpanc¨¦s, y de tantos otros seres. Nadie sabe c¨®mo evolucionar¨¢n los chimpanc¨¦s, pero la cuesti¨®n primordial hoy es si sobrevivir¨¢n a la destrucci¨®n tan r¨¢pida que estamos causando de su h¨¢bitat, como de toda la naturaleza.
Su vida de primat¨®loga y sus descubrimientos, incluso la oposici¨®n de que fue objeto por parte de los colegas mascu?linos ¨Cpor no hablar de un romance con un piloto de guerra (el segundo marido de Goodall, Derek Bryceson, muerto de c¨¢ncer en 1980, hab¨ªa sido piloto de la RAF)¨C, inspiraron la conmovedora novela de William Boyd Playa de Brazzaville. En realidad estoy muy enfadada con William Boyd porque cogi¨® trozos de mi libro y los utiliz¨® sin consultarme. Adem¨¢s, despu¨¦s de eso, solo hizo un donativo de 100 libras para el centro de investigaci¨®n de Gombe.
Pero ?le gust¨® la novela? No, no me gust¨®. Y hab¨ªa mucho sexo expl¨ªcito que me pareci¨® innecesario.
Pues, ya que volvemos a hablar de sexo, creo que ha habido mucho pudor mal entendido en los estudios sobre los chimpanc¨¦s. Se parecen demasiado a nosotros y entonces su vida sexual se ha observado con cierta reticencia. Incluso se ha tratado de disimular los genitales de los machos en las fotos.
?Se ha sonrojado ante alg¨²n comportamiento sexual de los chimpanc¨¦s? Yo, qu¨¦ va, no, no.
Pues a m¨ª me ha impactado una foto de Through a Window en que el babuino Ayax trata de montar a la chimpanc¨¦ Moeza en lo que es todo un canto a la relaci¨®n entre especies. Se da el caso de chimpanc¨¦s interesados en las babuinas, y al contrario. En una ocasi¨®n observ¨¦ al chimpanc¨¦ de siete a?os Flint realizando los gestos de apareamiento de su especie frente a una babuina, Apple, que no entend¨ªa el c¨®digo, excepto por lo del pene erecto. Finalmente se le ofreci¨® a la manera babuina, diferente de como lo hacen las hembras chimpanc¨¦s. ?l qued¨® algo perplejo, pero, esforz¨¢ndose ambos, cediendo un poco uno y un poco la otra, lo consiguieron. Fue algo extraordinario. Una de las m¨¢s incre¨ªbles secuencias de comunicaci¨®n entre especies diferentes de animales que he visto jam¨¢s.
En otro orden de cosas. ?Cree que los chimpanc¨¦s tienen alg¨²n sentido de la trascendencia? ?Manifiestan alg¨²n comportamiento digamos prerreligioso? ?Sabemos tan poco, tenemos tanto que descubrir! Lo que est¨¢ claro es que tienen una mente muy compleja y son capaces de emociones y cualidades muy refinadas: alegr¨ªa, tristeza, felicidad, amor, compasi¨®n, autosacrificio. Y realizan esas danzas de la lluvia, como las llamamos, una manifestaci¨®n muy singular.
Jane Goodall
Naci¨® en Londres en 1934. Su familia no pudo enviarla a la universidad y trabaj¨® como secretaria. En 1956, una amiga la invit¨® a su granja en Kenia y all¨ª conoci¨® al que ser¨ªa su mentor, el paleont¨®logo Louis Leakey, que pr¨¢cticamente la adopt¨® y la orient¨® hacia el estudio de los chimpanc¨¦s. En 1960, Goodall lleg¨® por primera a vez a Gombe, una reserva en las orillas del lago Tanganika, donde la investigadora descubri¨® que estos primates comen carne, fabrican herramientas, practican la guerra y el canibalismo, y trab¨® una relaci¨®n emocional con algunos de la especie. En 1963, National Geographic la hizo famosa. Doctorada en Etolog¨ªa por Cambridge, en 1977 funda el Instituto Jane Goodall para la investigaci¨®n de la vida salvaje. En 2002 la ONU la nombra mensajera de la paz y en 2004 es distinguida como dama del Imperio Brit¨¢nico.
?Las he visto! En un v¨ªdeo suyo; parece que realizaran alg¨²n tipo de ceremonia. Los chimpanc¨¦s reaccionan ante las tormentas, y tambi¨¦n ante las cascadas, con una serie de movimientos r¨ªtmicos de desaf¨ªo o fascinaci¨®n que parecen reflejar un sentido de lo maravilloso. Otras veces se quedan contemplando los saltos de agua y las corrientes como ensimismados. Puede que haya algo ah¨ª. Todos esos comportamientos resultan apasionantes y desconcertantes. Dadas sus capacidades intelectuales, ?por qu¨¦ no podr¨ªan tener tambi¨¦n alguna clase de espiritualidad?
?Entienden la muerte? Uno de los momentos m¨¢s dram¨¢ticos que he visto fue a Olly, una madre, llevando cuidadosamente a su hijo de un mes enfermo de polio en brazos, durante la epidemia de 1966 en Gombe, y c¨®mo al morir ya lo cargaba como si fuera solo una cosa. Est¨¢ claro que distinguen entre estar vivo y muerto. Flint muri¨® de tristeza tras la muerte de su madre, la querida Flo.
?Y sentido de culpa? Est¨¢ el caso de Vicky, una chimpanc¨¦ educada en cautividad. Le daban un premio por usar el retrete. Una vez cogi¨® la golosina yendo hacia el lavabo, pero se ensuci¨® encima antes de llegar, y entonces devolvi¨® compungida el premio.
Los chimpanc¨¦s hacen mucha pol¨ªtica. S¨ª, alianzas, algunas muy complejas, para tomar el poder. Son especialmente los machos.
Es un tipo de pol¨ªtica a menudo muy sucio. S¨ª, as¨ª es. Son habituales las traiciones en los apoyos a un l¨ªder u otro, y la ruptura de pactos y alianzas.
Usted fue la primera en observar que los chimpanc¨¦s usan herramientas. ?Tienen tambi¨¦n arte o sentido est¨¦tico? En libertad, arte no; en cautividad es sabido que pintan. A su manera.
Hay un lugar elevado en Gombe donde usted se sentaba a observar a los chimpanc¨¦s, un lugar emblem¨¢tico de su vida, ahora lo llaman el Pico Jane. ?Sent¨ªa all¨ª que estaba donde ten¨ªa que estar? Me es muy dif¨ªcil vivir sin eso, y lo hago solo porque he de hacerlo, ocuparme de todas estas otras cosas.
?Qu¨¦ ha dejado all¨ª? Mucho. Pero quiero creer que algo lo he tra¨ªdo conmigo.
?Se identifica con los sentimientos de Isak Dinesen en Lejos de ?frica? La suya fue una experiencia muy anterior a la m¨ªa, otros tiempos, semicoloniales.
En su vida tambi¨¦n ha habido el amor por un aviador. Es diferente, el trato de ella con los hombres era horrible.
Desde su ni?ez le interesa la vida salvaje. ?En las pel¨ªculas de Tarz¨¢n se fijaba m¨¢s en Chita? No, no; de hecho, la primera vez que vi una pel¨ªcula de Johnny Weissm¨¹ller me qued¨¦ dormida, no entend¨ªa cu¨¢l era el problema. S¨ª era lectora compulsiva de libros de animales y selvas, me interesaba toda la fauna africana. Y la historia del Doctor Dolittle era mi favorita, porque ¨¦l pod¨ªa hablar con todas las criaturas. El Tarz¨¢n del cine no se parec¨ªa al de las p¨¢ginas de Edgar Rice Burroughs, al de mi imaginaci¨®n, al del primer libro del personaje que compr¨¦ a los 11 a?os por un chel¨ªn y que a¨²n hoy conservo.
Hace unos a?os conoc¨ª a Birut¨¦ Galdikas, a la que el viejo Louis Leakey le encomend¨® estudiar a los orangutanes como a Dian Fossey los gorilas y a usted los chimpanc¨¦s (el gran tridente de investigadoras de los primates). A Fossey ya no la podr¨¦ entrevistar. ?Qu¨¦ me he perdido? Era una mujer extra?a. Muy complicada. No ten¨ªa mucha empat¨ªa con las personas. Fue muy triste su suerte, que la asesinaran. Hablamos mucho, yo le dec¨ªa que ten¨ªa que entrenar a gente, gente de ?frica, para estudiar a sus gorilas, como hicimos en Gombe, pero ella no quer¨ªa. No quer¨ªa que los gorilas perdieran el miedo a los negros porque eso facilitar¨ªa que los furtivos los mataran luego.
Tanto tiempo en la selva, ?no ha tenido nunca un gran susto? No, nunca.
Son capaces de emociones refinadas: alegr¨ªa, amor, compasi¨®n¡¡±
?Ni con serpientes? Las cobras abundan en las orillas del lago Tanganika, junto a Gombe. A veces me han pasado serpientes entre las piernas mientras estaba quieta observando a los chimpanc¨¦s. Pero nunca les he tenido miedo.
?Es cierto que a su hijo Grub lo manten¨ªan en una jaula en Gombe para que no se lo llevaran los chimpanc¨¦s? S¨ª, era una especie de casita en la que estaba seguro cuando era peque?o. Los chimpanc¨¦s a veces se han comido ni?os. ?Por qu¨¦ no iban a hacerlo?
Todo esto, el inter¨¦s del p¨²blico, las conferencias ante grandes auditorios, las portadas de revistas, los encuentros con personalidades como Obama, los premios¡ ?Ser una celebridad la ha hecho vanidosa? ?No, no! S¨¦ qui¨¦n soy, me mantengo fiel a lo que siempre he sido. Esa parte de mi vida¡ he tenido que aprender a conciliarla con la m¨¢s personal.
?No le cansa todo eso? Me considero una persona feliz. He tenido mucha suerte en dos cosas: una buena salud, que es algo que nunca se valora bastante, y la habilidad para comunicar. Son dos regalos que me ha dado la vida y por los que le estoy muy agradecida.
Le parecer¨¢ una tonter¨ªa, pero no me resisto a preguntarle de qu¨¦ lado estaba usted en El planeta de los simios. [R¨ªe] En el de los simios, ?claro!
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