?Dos y dos son cinco, maldito!
Los derechos y las libertades son gente ind¨®mita, no les gusta quedar apalancados en casa. Prefieren la calle y las plazas
¡°La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro¡±, escribe en su diario Winston, un personaje disidente en el mundo de pesadilla que retrata George Orwell en su obra 1984. El hombre encargado de entrarle en raz¨®n, un interrogador llamado O¡¯Brien, le muestra cuatro dedos y trata de convencerlo de que, en realidad, son cinco. Winston intenta resistir y responde con desesperaci¨®n: ¡°?C¨®mo puedo evitar ver lo que tengo ante mis ojos? Dos y dos son cuatro¡±. Y O¡¯Brien le dice: ¡°A veces, Winston. A veces son cinco. A veces son tres. A veces son todos al mismo tiempo. Tienes que esforzarte m¨¢s. No es f¨¢cil recobrar la raz¨®n¡±.
En El silencio de los animales, un libro peligroso, tengan cuidado, de esos que cambian la mirada, John Gray (Inglaterra, 1948) explica que Orwell pudo tomar esta idea tan aritm¨¦tica de la libertad como reacci¨®n a la expresi¨®n apod¨ªctica del capo nazi Hermann G?ring: ¡°Si el F¨¹hrer as¨ª lo quiere, dos y dos ser¨¢n cinco¡±. Semejante teor¨ªa la llevaron a la pr¨¢ctica: el acto o mandato del jefe se constituye en ley. Pero Gray apunta otra muy veros¨ªmil fuente de inspiraci¨®n: la de la propaganda del r¨¦gimen estalinista sovi¨¦tico, a partir del testimonio del periodista Eugene Lyons, Enviado especial a la utop¨ªa, que describe unos grandes carteles luminosos en Mosc¨² en los que se anuncia la magia del plan quinquenal con la f¨®rmula: 2+2=5.
La escombrera de la historia est¨¢ llena de grandes imperios de pseudorrealidad. Los esl¨®ganes triunfales deslumbran un tiempo, pero incluso las ficciones publicitarias, pol¨ªticas o comerciales, tienen que sustentarse en un ¡°mentir verdadero¡±. Deben tener, como los buenos relatos, un contenido de verdad. En sus memorias, Editing (Arte de poner los puntos sobre las ¨ªes), el legendario editor Jacobo Muchnik cuenta un episodio de su juventud como publicista. Lo contrat¨® el Gobierno de Uriburu (1930) para una campa?a de imagen aprovechando la cercan¨ªa del carnaval y con el lema: ¡°?Siembra alegr¨ªa!¡±. Con honestidad a prueba de fracasos, concluye don Jacobo: ¡°Y result¨® el carnaval m¨¢s f¨²nebre de toda la historia argentina¡±.
La escombrera de la historia est¨¢ llena de grandes imperios de pseudorrealidad
Hay muchos lugares en el mundo donde la gente est¨¢ obligada a decir que dos y dos son cinco. Por pedir libertad de palabra, por atreverse a escribir que el poder civil no deb¨ªa estar sometido a la religi¨®n, el bloguero Raif Badawi ha sido encarcelado y sometido a tormento en Arabia Saud¨ª. Por decir que dos y dos son cuatro.
Me gusta leer con un l¨¢piz, siempre un l¨¢piz, a mano. Es una manera de zurcir el texto con un hilo de complicidad. Subrayo en El silencio de los animales: ¡°El conocimiento humano aumenta, pero la irracionalidad humana se mantiene igual¡±.
Aqu¨ª y ahora, se oye decir con cierta frecuencia que somos unos privilegiados. ?Qui¨¦n puede negarlo conociendo la historia de Raif, despellejado por decir que dos y dos son cuatro, ca¨ªdo inconsciente, sin poder contar ya los latigazos que le arrancan la piel y el ¨¢nima de las palabras?Pero me resulta inquietante esa idea de que todav¨ªa se considere un privilegio ser libre en el mundo de hoy. Esa idea de vivir una especie de excepcionalidad, la del ¡°mundo libre¡±, lleva a algunos a una conclusi¨®n m¨¢s perturbadora: los derechos y las libertades existen para no ejercerlos. O no ejercerlos demasiado. Pero los derechos y las libertades son gente ind¨®mita, no les gusta quedar apalancados en casa. Prefieren la calle, airearse en las plazas, darle al palique, andar a pie, en bicicleta, darse un chapuz¨®n, y hacer el amor en los museos, en las bibliotecas, en los cines, dispensando la met¨¢fora.
Dice el ministro de Exteriores del Gobierno, y lo afirma ante empresarios extranjeros, que si el pueblo espa?ol decide cambiar ese Gobierno, har¨¢ un disparate.
As¨ª que quien piense eso, ser¨¢ libre, s¨ª, pero disparatado.
El pensamiento del ministro tiene una l¨®gica que muchos comparten. ?Para qu¨¦ cambiar de Gobierno, y de pol¨ªtica econ¨®mica, si estamos en un proceso de recuperaci¨®n? La discusi¨®n, sobre todo en la calle, es cu¨¢nto hay de realidad y de pseudorrealidad en el discurso oficial del crecimiento. Aumentan los beneficios y, a la vez, aumenta la desigualdad.
Hace muy bien el Gobierno en ejercer el derecho al optimismo y afirmar, ¡°?Siembra alegr¨ªa!¡±, que dos m¨¢s dos son cinco. Pero la libertad consiste en poder decir libremente un disparate: dos y dos son cuatro. Uno de los lapsus m¨¢s celebrados en los ¨²ltimos a?os: ¡°Aumenta el conocimiento humano, pero la irracionalidad humana se mantiene igual¡±.
elpaissemanal@elpais.es
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