Punto y coma
El punto y aparte es un signo ortogr¨¢fico que se emplea cuando acaba un p¨¢rrafo o una idea. Tambi¨¦n se emplea para expresar que una persona marca el final de una etapa en su vida.
El punto y coma es tambi¨¦n un signo ortogr¨¢fico, sin embargo, su uso es m¨¢s arbitrario y depende de la sensaci¨®n que desee transmitir el escritor. Indica una pausa mayor que la de una coma y menor que la de un punto. Es ambas cosas a la vez y ninguna de las dos, como el hijo de un emigrante.
El hijo de un emigrante indio nacido en Espa?a, sin duda, es espa?ol, pero tan solo oficialmente. Aunque resulte una obviedad, las personas son mucho m¨¢s de lo que indica su documento de identidad. Uno no pertenece al lado de la frontera en que ha nacido, pertenece a su padre y su madre. La sociedad, el colegio, las amistades o el entorno pueden influir, pueden formar y timbrar nuestra personalidad, pero nuestra familia es quien nos insufla los valores primigenios de la vida, quien nos gu¨ªa, quien nos educa y forja nuestro temple, quien enturbia las aguas de nuestra conciencia con sus aciertos y limitaciones. Legado que pronto pasa a ser nuestro. Por tanto, habiendo nacido en Espa?a, tambi¨¦n soy indio, de forma latente y profunda. Los sedimentos de mi identidad han sido fraguados con la tierra de mis padres. Como arcilla, la familia molde¨® mi personalidad y la vaga idea de qui¨¦n soy.
Uno es un fruto que proviene de un ¨¢rbol, que a su vez bebe de unas ra¨ªces que est¨¢n enterradas en lo m¨¢s hondo de la tierra, y para descubrir qui¨¦nes somos y por qu¨¦ somos como somos, no basta con limitarse a uno mismo, sino que uno ha de observarse en el contexto hist¨®rico, social, pol¨ªtico y econ¨®mico. Pues la historia de los hombres determina nuestra historia.
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A menudo, el hijo del emigrante siente desde la infancia el deseo de ser como los dem¨¢s cuando de alg¨²n modo intuye que es diferente. El color de su piel no es igual a la de sus compa?eros, ni siquiera la forma en que le crece el pelo, el idioma de sus padres suena raro en el colegio, sus dioses son curiosidades para los dem¨¢s y las tradiciones suenan graciosas explicadas en voz alta. De alg¨²n modo, en el proceso de adaptaci¨®n reniega de su familia y trata de asemejarse a sus amigos. Es la ceguera de la adolescencia, se imponen los c¨¢nones de los dem¨¢s sobre los de uno mismo. Pensemos en una ciudad provinciana que derrumba su casco hist¨®rico, su riqueza, su legado y su personalidad, para erigir edificios anodinos de cemento y cristal. ?Qu¨¦ gran p¨¦rdida no supondr¨ªa?
Los hijos de los emigrantes son iguales a sus amigos y diferentes a sus padres; son iguales a sus padres y diferente a sus amigos. Son un punto y coma. Ser hijos de emigrantes es ser dos cosas a medias, viven con un pie a cada lado de la valla. Al no tener donde enraizar, el hijo de un emigrante es dadivoso y cr¨ªtico con ambas culturas. En lo m¨¢s hondo de su coraz¨®n comprende que no hay pa¨ªs ni frontera, que la ¨²nica patria del hombre es su mente. Uno es nacional de s¨ª mismo, de su pensamiento: con ¨¦l puede dibujar barreras o abrir puertas, crear puentes y establecer lazos de uni¨®n entre los pueblos o forjar barrotes y esposas.
Uno no puede ser un punto y aparte en la vida. Uno es la continuaci¨®n de algo, un eslab¨®n en una cadena. Tabula rasa s¨ª, porque podemos aprender y descubrir qui¨¦nes somos, podemos derribar antiguos prejuicios y deshacernos de la ignorancia de nuestro entorno; pero no para ignorar nuestro pasado.
Recientemente un conocido me coment¨® que le parec¨ªa muy extra?o que hijos de emigrantes indios nacidos en Espa?a solo se casen entre ellos, cuando realmente tienen en s¨ª muy poco de ¡°indios¡± y m¨¢s de ¡°espa?oles¡±. ¡°Son normales, como nosotros¡±, fueron sus palabras textuales. Le expliqu¨¦ que desde mi punto de vista, uno es un punto y seguido de sus padres. Exigir normalidad es simplemente pedir que uno se acomode a los dem¨¢s, que se adapte a ellos. Los hijos de emigrantes que se casan entre ellos, pueden hacerlo por cuestiones raciales o culturales, pero en la mayor¨ªa de los casos se debe a una experiencia compartida, a una visi¨®n semejante, a una forma de entender la vida. Todos los hijos de emigrantes comparten el mismo salto generacional. Son cal¨¦ndulas que provienen de un rosal.
Uno no puede ser una ¡°coma¡± y perpetuar los aciertos o errores de sus antepasados en el pasaje de la Historia. Tampoco debe ser ¡°un punto y aparte¡±, renegar de sus ancestros o su cultura, porque el lugar donde ha emigrado ¡ªsiendo la misma tierra, el mismo aire y el mismo sol¡ª, recibe un nombre diferente. Uno debe ser un ¡°punto y coma¡±, porque las ideas que nos separan no pueden ser tan diferentes cuando provienen de una misma necesidad: ser felices y vivir en libertad. Uno debe ser la continuaci¨®n y la separaci¨®n, el presente y el futuro, como un corredor de relevos, portando la antorcha del ayer para iluminar su ma?ana.
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