¡°Yo estuve con los Beatles¡±
El inmortal cuarteto de Liverpool lleg¨® a Espa?a para dar sus dos primeros y ¨²nicos conciertos cuando los espa?oles permanec¨ªan sumergidos en el letargo franquista Aquel verano de 1965, la banda dej¨® una huella que va m¨¢s all¨¢ de lo musical. Cincuenta a?os despu¨¦s, los que m¨¢s cerca estuvieron de ellos rememoran aquellas noches
A media tarde del 2 de julio de 1965 aterriz¨® en Espa?a un avi¨®n con los Beatles a bordo. John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr pisaron Barajas a las 17.40. Lennon salud¨® tocado con su ic¨®nica gorra estilo baker boy mientras la banda descend¨ªa por la escalerilla. Todos, menos Paul McCartney, llevaban gafas de sol. La actriz Marta Fern¨¢ndez Muro era entonces una quincea?era que esperaba a sus ¨ªdolos entre la concurrencia. ¡°Fui con amigas del colegio y corr¨ªamos de un lado para otro intentando verlos¡±. No era f¨¢cil. La polic¨ªa franquista, los grises, imped¨ªan que los seguidores se acercasen a ellos. ¡°Fue un fen¨®meno curioso de ver¡±, recuerda la actriz. ¡°Y que vinieran, algo maravilloso¡±.
El movimiento estudiantil empezaba a entrar en ebullici¨®n. Manuel Fraga estaba al frente del Ministerio de Informaci¨®n y Turismo. El dictador Franco imped¨ªa al papa Pablo VI peregrinar a Santiago de Compostela ¨Cera a?o santo¨C por considerarle inc¨®modo para su mandato. As¨ª lat¨ªa Espa?a hace justo medio siglo. En el estricto estilo de vida impuesto por el r¨¦gimen franquista se abri¨® una fisura. Cuatro ¡°melenudos¡± brit¨¢nicos, como los describi¨® la prensa, llegaron a Espa?a para revolucionar el panorama. El cuarteto de Liverpool content¨® a sus seguidores espa?oles con dos conciertos, uno en Madrid y otro en Barcelona. Los ¨²nicos que dar¨ªan en Espa?a. Para aquellos que compartieron un momento con el grupo ¨Cen los conciertos, en los hoteles, en el avi¨®n¡¨C el tiempo no ha difuminado sus emociones. Medio siglo despu¨¦s, recuerdan aquel hito en sus vidas que supuso tambi¨¦n un punto de inflexi¨®n para el pa¨ªs m¨¢s all¨¢ de lo musical.
¡°A Ringo un agente le tom¨® por un admirador m¨¢s (la forma de vestir no distingu¨ªa a Ringo de sus fans, y los pelos tampoco)¡±, recogi¨® el c¨¦lebre periodista musical Joaqu¨ªn Luqui en su libro 3, 2 o 1¡ como an¨¦cdota del desem?barco. ¡°Le propin¨® un empuj¨®n de a¨²pa¡, y menos mal que un sargento se dio cuenta del traspi¨¦s y trat¨® de corregirlo como pudo. Seguro que ese sargento habr¨ªa estado d¨ªas enteros aprendi¨¦ndose de memoria, por fotograf¨ªa, la cara de los cuatro¡±. La imagen de los Beatles como chicos rebeldes ya era conocida en Espa?a. Justo por este motivo conseguir que pisaran suelo espa?ol no fue f¨¢cil. Francisco Berm¨²dez, agente art¨ªstico, tuvo que lidiar con el Gobierno para que se lo permitiera. ¡°Paco contrat¨® escenarios y carteles sin tener todav¨ªa permiso para los conciertos¡±, confiesa Jos¨¦ Luis ?lvarez, entonces director de la revista musical Fonorama. ?lvarez recuerda con sorna lo que Berm¨²dez argument¨® ante el ministro de la Gobernaci¨®n, Camilo Alonso Vega: ¡°Le dijo que eran caballeros de la Orden del Imperio Brit¨¢nico, que c¨®mo iban a entender que aqu¨ª se les negase la entrada¡¡±. Por su carcajada continua y la manera con la que el ansia atropella sus palabras, resulta f¨¢cil adivinar en los 75 a?os de este periodista al joven mel¨®mano que fue hace medio siglo.
El concierto hab¨ªa comenzado a fraguarse dos meses antes. Estando Jos¨¦ Luis ?lvarez en la Feria de Abril de Sevilla se enter¨® de que el representante de los Beatles, Brian Epstein, se encontraba en la misma ciudad. ¡°Empec¨¦ a llamar a todos los hoteles hasta que di con ¨¦l y se puso al tel¨¦fono. Me dijo que mi revista era estupenda y yo pens¨¦ que se estaba confundiendo de persona¡±. El periodista se atrevi¨® a preguntarle si el grupo vendr¨ªa a Espa?a. ¡°Dijo tajantemente que no. En Reino Unido vend¨ªan 900.000 copias; en Espa?a, apenas 3.500. Le contest¨¦ que aqu¨ª hab¨ªa registrados 1.500 tocadiscos, as¨ª que 2.000 personas lo hab¨ªan comprado sin poder o¨ªrlo. Epstein era un hombre de n¨²meros, eso debi¨® de convencerle¡±.
Del avi¨®n al hotel. En Madrid, al F¨¦nix; hoy apostillado Gran Meli¨¢. En Barcelona, al Avenida Palace. En 1989, el F¨¦nix fue reformado casi por completo, pero a¨²n se conservan las habitaciones en las que descansaron los ilustres hu¨¦spedes. Se distinguen porque llevan el nombre del beatle al que acogieron en cada puerta. Una placa dorada certifica que la hoy 426 es la suite John. Desde su interior sigue vi¨¦ndose a la estatua de Col¨®n apuntar hacia la fuente de Cibeles. La seriedad de las habitaciones contrasta con la decoraci¨®n tem¨¢tica de la suite que ocuparon al d¨ªa siguiente en Barcelona, donde la m¨¢s que reconocible imagen del cuarteto sobre un paso de cebra corona la cama. En la conferencia de prensa que dieron en ambos hoteles los periodistas les hicieron preguntas como ¡°?les gusta Espa?a?¡± o ¡°?con qu¨¦ frecuencia se cortan el pelo?¡±. ?lvarez se averg¨¹enza al recordarlas: ¡°Eran unas cosas tan absurdas¡¡±. La prensa tom¨® aquellos peinados como objeto de burla. ?lvarez acudi¨® a la comparecencia de Madrid y se interes¨® por el encuentro que hab¨ªan tenido con Elvis Presley. Esto le abri¨® literalmente la puerta de la habitaci¨®n del grupo. Fue el ¨²nico reportero que consigui¨® entrevistarlos en privado. Se col¨® en el hotel junto al fot¨®grafo Francisco Barahona, llamaron a la planta y un ¡°mat¨®n¡± abri¨®. ¡°Paul dijo: ¡®Que entren, que entren¡¯. Pasamos y Harrison se acordaba de que hab¨ªa preguntado cosas con coherencia¡±.
McCartney, Starr y Harrison estaban en la habitaci¨®n junto a un tocadiscos. ¡°Empezamos a hablar de m¨²sica y yo les ense?¨¦ un ejemplar de la revista Fonorama, donde aparec¨ªa una caricatura de ellos y comenzaron a re¨ªrse mucho¡±, prosigue ?lvarez. Las carcajadas debieron despertar a Lennon en el dormitorio separado que hab¨ªa dentro de la suite, porque ¡°apareci¨® con cara de sue?o¡±. Hablaron, sobre todo, de m¨²sica. El fot¨®grafo propuso hacer una foto todos juntos. ¡°Recuerdo que hab¨ªa una mesa que molestaba para la imagen y Lennon le dio una patada para apartarla¡±.
Pero quien atesora un reportaje fotogr¨¢fico exclusivo es la periodista Juana Biarn¨¦s. ¡°Me estaba incorporando a un mundo de hombres y sent¨ªa que deb¨ªa demostrar el doble¡±. As¨ª que decidi¨® comprarse un billete para Barcelona en el mismo vuelo que el grupo. Cuando ya hab¨ªan despegado, se meti¨® en el lavabo, mont¨® la c¨¢mara que llevaba en el bolso y dispar¨® hacia la cola del avi¨®n, donde estaban sentados. ¡°Ellos ni se esperaban que fuera fot¨®grafa, porque era una mujer¡±. Al rato la descubri¨® uno de los guardaespaldas, pero ella ya ten¨ªa sus fotos. Aun as¨ª, se atrevi¨® a tirar algunas m¨¢s cuando ya hab¨ªan aterrizado. ¡°Mi padre, que fue mi maestro, me ense?¨® que pod¨ªa hacer muchas fotos pero que la foto ten¨ªa que estar. Y ya que estaba en Barcelona¡¡±. Se encamin¨® decidida al Avenida Palace.
Un rato antes hab¨ªan llegado ya los Beatles. All¨ª los esperaba Carlos Rojas, entonces jefe de recepci¨®n. Ten¨ªa 25 a?os. Asegura que la llegada fue ¡°muy discreta¡± y que no manifestaron ninguna exigencia. ¡°Para m¨ª, una entrada m¨¢s, el paje les acompa?¨® a la habitaci¨®n¡±. El botones se llama Joan Tejedor: ¡°Eran simp¨¢ticos y tra¨ªan unas monteras que les hab¨ªan regalado¡±, recuerda hoy. Con esos mismos tocados actuar¨ªan despu¨¦s en la plaza de toros de la Monumental. Tejedor carg¨® sus bolsas y los acompa?¨® junto a Joan Gaspart. El hoy presidente del consorcio Turisme de Barcelona, expresidente del FC Barcelona, era hijo del due?o del hotel. ¡°El se?or Gaspar tuvo que dejarle un pantal¨®n a uno de ellos, creo que a Lennon, porque los tra¨ªan muy arrugados¡±.
Jos¨¦ Luis ?lvarez se col¨® en el hotel para entrevistarlos. Un ¡°mat¨®n¡± abri¨® la puerta de la habitaci¨®n. ¡°Paul dijo: ¡®Que entren, que entren¡¡±
La fot¨®grafa Biarn¨¦s lleg¨® al hotel unas horas antes del concierto. ¡°Pregunt¨¦ en recepci¨®n en qu¨¦ planta estaban y me dijeron que no podr¨ªa salir del ascensor porque hab¨ªa matones¡±. Biarn¨¦s sali¨® a la planta que ten¨ªan reservada desde el montacargas y llam¨® a la puerta. ¡°Se acordaban de que era la del avi¨®n, les dije que solo quer¨ªa hacer unas fotos y aceptaron. Debieron pensar que era una fan¡±. Biarn¨¦s pas¨® tres horas con ellos, retrat¨¢ndolos mientras hablaban de flamenco, de guitarras y de Espa?a. ¡°Hab¨ªa mucha camarader¨ªa entre ellos, eran unos chicos muy relajados¡±.
Aunque la entrada al Palace Avenida hab¨ªa sido tranquila, ¡°el problema vino despu¨¦s¡±, recuerda el entonces botones Joan Tejedor. Los curiosos ya colapsaban la salida principal y la banda deb¨ªa partir hacia la Monumental. Tuvo que guiarlos por las tripas del hotel y sacarlos por la puerta de atr¨¢s.
Ambos conciertos, Madrid y Barcelona, tuvieron la misma estructura: una ristra de bandas los precedieron y luego los Beatles enloquecieron al p¨²blico con el mismo repertorio. Ni un solo bis. Pero el alma de la actuaci¨®n fue diferente. En la plaza de toros de Las Ventas, el poco p¨²blico convirti¨® el show casi en un teatrillo. ¡°No hab¨ªa mucha gente, pero s¨ª mucho entusiasmo¡±, puntualiza Jos¨¦ Barranco, miembro de la banda Los Pekenikes, teloneros aquella noche. No es de extra?ar, pocos pod¨ªan pagar una entrada. El precio oscilaba entre las 75 y las 450 pesetas. Un dineral para la ¨¦poca. Barranco se sinti¨® igualmente afortunado de poder tocar. Cuando terminaron su actuaci¨®n se esper¨® en la escalera que conduc¨ªa al escenario a que desfilaran los ¨ªdolos. ¡°Los hab¨ªan metido en la enfermer¨ªa porque en Las Ventas no hab¨ªa camerinos. Entonces sali¨® Paul McCartney, me se?al¨® y les dijo a los otros: ¡®Mira, un ni?o con barba, y todos se rieron¡±. Barranco no se afeita desde 1964.
En la Monumental de Barcelona, el concierto fue mucho m¨¢s multitudinario. Gino P¨¦rez ten¨ªa 14 a?os aquel 1965. Le pidi¨® permiso y el dinero a su padre y compr¨® una entrada. ¡°Ochenta pesetas era dinero entonces, pero fue memorable¡±. Con cada detalle que relata repite una frase: ¡°Es como si lo estuviera viendo ahora¡±. Al llegar al recinto, ¡°los grises estaban pegando palos y me ca¨ª al suelo¡±.
All¨ª estuvo tambi¨¦n Eduardo Lluch, con solo 11 a?os. ¡°Mi t¨ªo le hab¨ªa regalado un disco de los Beatles a mi padre unos a?os antes y ah¨ª empec¨¦ mi colecci¨®n¡±. En la mente de Lluch los recuerdos se ven ¡°en blanco y negro¡± y describe el ambiente como ¡°agradable¡±. ?l no tuvo problemas para entrar, pero Gino P¨¦rez s¨ª debi¨® correr para que la polic¨ªa no le dejara sin ver a sus ¨ªdolos: ¡°Me incorpor¨¦ y ya hab¨ªa perdido a mis amigos, as¨ª que corr¨ª¡±. Antes de entrar en la Monumental, advierte que vio una de las im¨¢genes m¨¢s impactantes de su vida: ¡°Un mont¨®n de j¨®venes hab¨ªan subido un seiscientos a la acera y sobre ¨¦l estaban montando otro para poder subirse, saltar el muro y colarse¡±.
Los teloneros de aquel concierto fueron los Sirex y su cantante, Leslie, lo recuerda as¨ª: ¡°Levantamos al p¨²blico del asiento¡±. Cerraron la primera parte y estaban exhaustos. ¡°Salimos a descansar y entonces, Paul McCartney, que ven¨ªa del lavabo, pregunt¨® que si estaba cansado y yo le dije en mi ingl¨¦s: ¡®In five minutes, you also¡± (algo as¨ª como ¡°en cinco minutos, t¨² tambi¨¦n¡±). Tras un desfile de teloneros, la voz del presentador Torrebruno salt¨® al ruedo: ¡°?Y ahora s¨ª, ha llegado el momento, bienvenidos, amigas y amigos, aqu¨ª est¨¢n por primera vez en Espa?a los fant¨¢sticos, los ¨²nicos, los Beatles!¡±. Las notas de Twist and Shout comenzaron a sonar sin ensayos previos. Ambas plazas de toros no hab¨ªan presenciado nunca tanto movimiento de cabeza. Gino P¨¦rez escuch¨® la voz lejana mientras buscaba un hueco entre el p¨²blico. Lluch ya estaba de frente al escenario, ¡°arriba a la derecha¡±. Rosi Tasso, otra fan, esperaba acompa?ada de su marido y de una barriga de seis meses. Ella bromea con la idea de que ¡°es m¨¢s que probable que fuese la ¨²nica loca que en esas condiciones iba a ver a unos melenudos que ocasionar¨ªan (seg¨²n el Gobierno de Franco) un revuelo¡±.
El vocalista de los Sirex guarda una imagen del principio del concierto: ¡°A John se le cay¨® la arm¨®nica al suelo, Paul se la recogi¨® y se la puso. Vi muy buen rollo en el escenario. Fue una noche que nos repercute todav¨ªa hoy¡±. Lo dice porque el grupo volver¨¢ a tocar en la Monumental de Barcelona el pr¨®ximo 3 de julio para conmemorar la visita de los brit¨¢nicos. Preceder¨¢ a los Bootleg Beatles, la ¨²nica formaci¨®n de imitadores que cuenta con el visto bueno de McCartney y Starr. La banda brit¨¢nica dar¨¢ dos conciertos en Madrid y Barcelona con los teloneros de entonces y los temas de siempre.
Cuando Tasso rememora aquel d¨ªa, confiesa que se sinti¨® ¡°por fin europea¡±: ¡°Ya no solo ve¨ªamos folcl¨®ricas y flamenco¡±. Pero por unos minutos se arrepinti¨® de haber asistido. Cuando finaliz¨® el concierto, la gente sal¨ªa tranquilamente. ¡°Pero la polic¨ªa carg¨® sobre nosotros¡±. Tasso se meti¨® en el hueco de un ¨¢rbol intentando proteger su barriga de los golpes mientras su marido la cubr¨ªa. ¡°Por un momento pens¨¦: ¡®?D¨®nde te has metido?, ?por qu¨¦ has venido?, vas a perder a tu hijo¡±. Sinti¨® p¨¢nico, pero aquello pas¨®. Hoy se enorgullece de decir que ella estuvo all¨ª y de que aquel hijo sea un seguidor tan apasionado del cuarteto de Liverpool.
Gino P¨¦rez fue al hotel de Barcelona para intentar verlos tras la actuaci¨®n. Consigui¨® acercarse hasta que un portero le par¨®. ¡°Le dije que mi padre era periodista y que estaba dentro. Casi cuela¡±. Pero le echaron. Guarda toda la prensa del d¨ªa siguiente y la entrada plastificada. Y fotos, discos, parafernalia¡ Un aut¨¦ntico santuario de su grupo favorito. P¨¦rez hizo amigos durante el concierto con los que a?os despu¨¦s mont¨® una revista musical y con los que sigue en contacto. Lluch tuvo la suerte de volver a encontrarse con McCartney en dos ocasiones m¨¢s. ¡°Fui al aeropuerto de Barcelona y sali¨® en limusina. Sac¨® la mano por la ventanilla y dijo que me acercara: ¡®Supongo que te har¨¢ ilusi¨®n conocerme¡±. En 2008, tambi¨¦n pudo estar cerca de Ringo Starr en Liverpool. ¡°Cada agosto iba a tocar con mi banda y aquel a?o lo volv¨ª a ver¡±. Un momento ¨²nico. ¡°Pude ver en persona a los m¨¢s grandes¡±, concluye Tasso. ¡°Era feliz¡±.
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