Diario de un cubano (III): La esquela inadmisible
<h6 > <h6 >Somos los ni?os perdidos de nunca jam¨¢s <h6 > habitando en la misma tierra. <h6 >Nos unen lazos invisibles de amor milenario <h6 >aunque lo ignoremos. <h6 >Carmen Robles
Y me vi all¨ª, enfrente de aquel cartel: una imagen de un ni?o con mirada picaresca me daba la bienvenida. Imagino que tendr¨ªa unos siete a?os, vest¨ªa camiseta clara y unas gafas con montura azul. Debajo pod¨ªa leerse una fr¨ªa sentencia: ¡°Ni?o perdido, se necesita informaci¨®n¡±.
Un sorbo de saliva seca me colapso la garganta por unos segundos. Quiz¨¢s aquello era parte del asombro, del lento despertar o el incierto camino hacia mi nueva vida. La verdad es que me qued¨¦ paralizado. Hered¨¦ en mis genes la tradici¨®n de venerar tanto a la inocencia como al matriarcado. Los latinos solemos ser muy apegados a nuestra ra¨ªz, a nuestros lazos familiares, pero es la condescendencia por los ni?os lo que m¨¢s nos identifica.
En mi pa¨ªs, algo as¨ª nunca se hubiera sabido a no ser por el boca a boca. Cada desaparici¨®n es un secreto no admitido e inadmisible, la publicidad de un hecho tan extravagante no es parte de la pol¨ªtica editorial de ning¨²n noticiero, ni es objetivo de ninguna valla publicitaria o tabl¨®n de anuncio.
Pero all¨ª estaba aquella figura tan fr¨¢gil, como pidiendo la clemencia del que pasaba, la s¨²plica de ser encontrado, de estar en un lugar sin destino, solo preso en los bordes de aquella cristalera. Todos pasaban, nadie se deten¨ªa a mirar, su imagen era opacada por grandes carteles comerciales, los apuros diarios pasaban por alto aquel pedazo de realidad.
Me pregunt¨¦ entonces cu¨¢l era el origen de aquella aparente apat¨ªa. Podr¨ªa ser que la vida aqu¨ª fuese tan ef¨ªmera que no hubiera tiempo de pararse ante un anuncio como ¨¦ste o quiz¨¢s est¨¢n saturados de noticias tan perturbadoras. Para m¨ª ten¨ªa que ser hoy; contaba con poco tiempo antes de mi pr¨®ximo vuelo y, como todo reci¨¦n llegado, rebuscaba en cada esquina, tratando de descubrir cada detalle de mi nuevo presente con la paciencia de un detective.
Alguien me coment¨® entonces que lo ocurrido con aquel ni?o era uno de los tantos sucesos que se viv¨ªan a diario, solo hab¨ªa que mirar los noticieros para enterarse. Por primera vez, alguien me dec¨ªa que las noticias malas exist¨ªan en la televisi¨®n. En mi tierra, las cosas malas siempre pasaban en el extranjero, solo escuch¨¢bamos con desconcierto los planes de producci¨®n y estupefactos qued¨¢bamos con las celebraciones en honor a los m¨¢rtires y cuantas fechas memorables acontecieran en el mundo.
La desaparici¨®n de un ser humano parec¨ªa historia del pasado, cuando unos y otros luchaban por la grotesca supremac¨ªa de ideales tergiversados. Nunca pens¨¦ que las noticias de un secuestro contado por el gran Garc¨ªa M¨¢rquez, ser¨ªan en Europa titulares de prensa.
Pero la realidad siempre nos desborda, no importa si se cuenta o no, siempre supera el l¨ªmite del consciente humano, y r¨¢pidamente se termina aceptando por la mayor¨ªa bajo la absurda premisa de que no quedase otra cosa que hacer. Las esquelas siempre me frustraron; aquel chico era una cr¨®nica sin resoluci¨®n, me hubiera gustado buscarlo, saber donde reir¨ªa ma?ana y con qu¨¦ unicornio so?ar¨ªa hoy.
Al final tuve que seguir, lidiar con la crudeza de abandonarle, unirme al desfile de los apurados pasajeros que, nerviosos, aceleraban el paso para huir, para llegar, para descubrir, como yo, que la vida es variada y a la vez ¨²nica.
Toldos ocres cubr¨ªan las paredes de un largo pasillo y un letrero anunciaba la ejecuci¨®n de una obra, una tarde despu¨¦s supe que all¨ª hab¨ªa explotado una bomba terminado con la vida de otros que como yo, a lo mejor tambi¨¦n buscaba un sue?o.
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