A la pata coja
Lo dram¨¢tico es asistir a una negociaci¨®n extremada, que tiene m¨¢s que ver con la idea del p¨®ker que nos hacemos los que no sabemos jugar, que con el ideal de uni¨®n pol¨ªtica y social.
Ser¨ªa bueno que el presidente del Gobierno espa?ol, en plena crisis de la deuda griega, no repitiera tanto que nosotros no somos Grecia y se autoaplicara su ley mordaza,?infame ya en el mundo entero. Incluso si fuera cierto, si nosotros hemos hecho los deberes econ¨®micos y andamos camino de la excelencia financiera, es grotesco que los dos pa¨ªses de Europa con mayores cotas de paro y la m¨¢s enorme cat¨¢strofe de empleo juvenil anden midi¨¦ndose a ver qui¨¦n lo hace peor. La solidaridad es tambi¨¦n un gesto, no solo una palabra gastada.
Por m¨¢s que nos tengamos que morder las ganas de presumir cuando nos va mejor que al vecino, no est¨¢ de m¨¢s recuperar la an¨¦cdota del pagano que ret¨® al gran sabio fariseo Hillel a que le resumiera la Tor¨¢ mientras se sosten¨ªa a la pata coja. El sabio acert¨® a sintetizarla en una sola frase: ¡°No le hagas a otro lo que no quieras que se te haga a ti¡±.
Los espa?oles, frente al problema griego, debemos intentar colocarnos en su lugar. La convocatoria del refer¨¦ndum busca apuntalar a un Gobierno que no quiere traicionar las esperanzas que despert¨®. Pero en contra de lo que creemos, las votaciones no traen la soluci¨®n, sino tan solo un reparto de las culpas en caso de que todo salga mal. El gobernante del futuro tiende a ser una persona que elude la responsabilidad y por ahora no se ha encontrado mejor m¨¦todo para llevarlo a cabo que apoyar sus decisiones trascendentales sobre el acuerdo mayoritario. Pero, a lo mejor, tambi¨¦n los gobernantes europeos podr¨ªan convocar un refer¨¦ndum entre sus ciudadanos y hacerles la misma y enrevesada pregunta para saber qu¨¦ quieren hacer mayoritariamente con el asunto de la deuda griega. Y as¨ª un aparente ideal democr¨¢tico se transformar¨ªa en un est¨²pido enfrentamiento patri¨®tico.
Lo que est¨¢ en juego es una idea de Europa que no representan los acreedores griegos ni la rapi?a financiera. Tampoco la verdad geogr¨¢fica del conflicto avala esta especie de refer¨¦ndum donde el pie decide si quiere seguir formando parte del cuerpo al que no puede dejar de pertenecer. A una duda imposible, le sucede una respuesta imposible.
Lo dram¨¢tico es asistir a una negociaci¨®n extremada, que tiene m¨¢s que ver con la idea del p¨®quer que nos hacemos los que no sabemos jugar, que con el ideal de uni¨®n pol¨ªtica y social. La ¨²nica respuesta es que no queremos jugar a ese juego.
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