El paso del tiempo
Los a?os afectan tanto a Meg Ryan como a Casillas y de rebote a Sara Carbonero
El otro d¨ªa en la playa le¨ªa una entrevista a Parker Posey, una de las musas indies de los a?os noventa. En ella la actriz, que acaba de rodar una pel¨ªcula de Woody Allen, explicaba que le asombr¨® como despu¨¦s de su paso por el Festival de Cannes, sus fans solo le hablaban del traje que luci¨® en la alfombra roja. ¡°Es m¨¢s importante el traje y la alfombra roja que la pel¨ªcula¡±, exclamaba. El reba?o digital es as¨ª. Cualquier instante, objeto, persona, puede agrandarse y escrutarse obsesivamente. Adquieren importancia cosas que nunca antes lo fueron, porque la inmediatez lo permite. Y as¨ª como las agrandamos, tan r¨¢pida y f¨¢cilmente las olvidamos. O sustituimos por otras.
Es lo que ha pasado con el ¡°nuevo rostro¡± de Meg Ryan. La actriz acudi¨® a un desfile de la alta costura en Par¨ªs y nadie recuerda qu¨¦ desfile era o si hubo alguna prenda relevante porque todo ha quedado eclipsado por el furor digital ante lo que muchos consideran un da?o irreversible antes que una cirug¨ªa.
Es un furor f¨¢cil y barato. Puedes abusar de ese ya abusado rostro con tus dedos. Burlarte, desde tu juventud, de la crisis de una mujer de cincuenta y tantos a la que no se le permite envejecer. Las redes sociales est¨¢n en manos de j¨®venes sin filtro. Como los ni?os, que no piensan dos veces lo que van a decir.
Una cirug¨ªa pl¨¢stica toma tiempo. Sobre todo a que se ajuste al rostro. Y en un lifting no buscas rejuvenecer, en realidad sabes que vas a hacerte una cara para la siguiente d¨¦cada. Eso s¨ª, Meg Ryan decidi¨® hacerse una cara de socialit¨¦ texana cuando todos tenemos demasiado viva su imagen de loquita deliciosa. Pero es que la mayor¨ªa de las veces las loquitas deliciosas se convierten en estiradas damas de sociedad en cualquier ciudad.
El paso del tiempo afecta tanto a Meg Ryan como a Iker Casillas y de rebote a Sara Carbonero. La pareja que endulz¨® lo m¨¢s agrio de la crisis con su famoso beso, se va a Oporto. No es demasiado lejos, cinco horas en coche desde la Finca, la urbanizaci¨®n de los millonarios j¨®venes. Cinco horas con Iker. As¨ª se ha resuelto un partido que tuvo momentos muy complicados. Se van pero no muy lejos. Hay que ver la parte positiva de todo esto, Sara: estar¨¢s 500 kil¨®metros m¨¢s lejos de tu suegra con 15 millones m¨¢s, mientras disfrutas del dulce vino de Oporto a su salud.
Lamentablemente desde este fin de semana el mundo es un poquito m¨¢s vulgar por la desaparici¨®n de Leopoldo Rod¨¦s. Todos valoramos su contribuci¨®n para hacer de Barcelona una de las ciudades m¨¢s reconocibles del mundo, su pasi¨®n por la cultura, la democracia y su capacidad para modernizar el empresariado espa?ol. Me gustar¨ªa agregar que Rod¨¦s fue un hombre de estilo. El ¨²ltimo caballero. No hab¨ªa nada en sus movimientos y actos que no desprendiera un sello propio, algo m¨¢s que elegancia y educaci¨®n. Era estilo, que no es un don, es un ideal que generalmente se define por una serie de c¨®digos que su portador elige muy temprano en la vida y se pasa a?os puli¨¦ndolos. En un escritor, por ejemplo, el estilo est¨¢ en la puntuaci¨®n. Las comas convierten las frases en m¨²sica. En Leopoldo, el estilo acompa?aba su inteligencia. Eran la misma cosa. Y disfrutaba comparti¨¦ndolo, con la mayor cantidad de personas, de cualquier edad, talento o condici¨®n. La mayor demostraci¨®n de su estilo era su casi invisibilidad. Rod¨¦s pertenec¨ªa a una generaci¨®n que consideraba el protagonismo un exceso. Que restring¨ªa sus apariciones a actos muy concretos, casi supervisados. Como si hubiera decidido vivir bajo ese precepto que la gente decente sale en los peri¨®dicos un m¨¢ximo de tres veces. Al nacer. Cuando se casa. Y al marcharse.
Cuando su esposa, Ainhoa Grandes, me invit¨® a conocerle Leopoldo me habl¨® de amigos comunes venezolanos mientras me acercaba uno de sus legendarios dry Martini. Yo, nervioso ante un tit¨¢n de la sociedad, le pregunt¨¦ si las vasijas perfectamente alineadas en su sal¨®n eran precolombinas. ¡°No, son etruscas¡±, me respondi¨®, con total afabilidad achicando el oc¨¦ano que las separaba. Uno recuerda las cosas m¨¢s absurdas cuando alguien desaparece. Sent¨ª inmediato respeto hacia ¨¦l por esa manera suya de subrayar y a la vez corregir mi ignorancia. Me gusta pensar que hizo muchas cosas de esa manera, en especial conseguir que los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona contribuyeran a modernizar la imagen de Espa?a. Y tambi¨¦n la manera en que nunca envejeci¨®, siempre fue activo, curioso y moderno. Aunque para hacerlo, sus trajes jam¨¢s se modificaran sobreviviendo a todas las tendencias. Igual que su dry Martini, exacto, helado, seco. El sabor de la inteligencia.
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