Las ¨²ltimas selvas
El gu¨ªa pasa la mano suavemente por un tronco portentoso, sonrosado y cubierto de l¨ªquenes por zonas, mir¨¢ndolo con afecto. "Me gusta especialmente este ¨¢rbol", dice. "Se llama makor¨¦". Y explica que el hermoso gigante necesita de los elefantes para perpetuarse: la c¨¢scara de su fruta es tan dura, que s¨®lo el tracto digestivo de un paquidermo logra ablandarla y posibilita la germinaci¨®n entre las heces y la tierra. El makor¨¦ es un ¨¢rbol raro, precioso, pariente del karit¨¦ y el cacao y que crece, sobre todo, en Costa de Marfil. "Sin elefantes no puede existir este ¨¢rbol", apunta el gu¨ªa filos¨®ficamente, antes de hablar de la interdependencia entre todas las especies, el efecto mariposa, la cadena de la vida.
Escuchamos a Prudence Aka y estamos en Banco, una reserva natural que se sit¨²a en la misma capital econ¨®mica de Costa de Marfil, Abiy¨¢n. No llega a las 3.500 hect¨¢reas, pero es un aut¨¦ntico pulm¨®n verde para la ciudad y tambi¨¦n ejerce de acu¨ªfero y hasta de refugio de genios, de ceremonias animistas y de danzas tradicionales. En el pasado, su reputaci¨®n se vio enturbiada por la presencia de criminales y bandas armadas, los secuestros, el consumo y tr¨¢fico de drogas y otras desgracias. En parte, debido a su situaci¨®n junto a la MACA, el penal abiyan¨¦s, protagonista de fugas ocasionales. Hoy se tumba buc¨®licamente bajo el cielo nuboso de Abiy¨¢n, mostrando sus tesoros a los turistas, al tiempo que absorbe carbono y contaminaci¨®n y genera precioso ox¨ªgeno.
Costa de Marfil no puede competir con Kenia o Botsuana en lo que a vida salvaje se refiere: no hay sabanas, ni cr¨¢teres misteriosos, ni reba?os enzarzados en migraciones hom¨¦ricas. La mayor parte de los dos millones de hect¨¢reas de selva protegida que quedan en el pa¨ªs se reparten entre Como¨¦ y Tha?, dos reservas arrimadas a las orillas este y oeste del pa¨ªs respectivamente. En Tha?, Disney grab¨® un docudrama sobre la epopeya de un peque?o chimpanc¨¦, ?scar, adoptado por un cong¨¦nere mayor tras perderse de su grupo. Ambas reservas se pueden visitar, pero sus m¨¢rgenes se sit¨²an cerca de las fronteras ghanesa y liberiana, donde persisten tanto la posibilidad de tropezarse con cazadores furtivos como la presencia de alg¨²n grupo de ex combatientes que no han dejado las armas.
Seg¨²n la leyenda popular, Banco viene a ser el nombre deformado de un genio. Ejerce de reserva forestal desde 1926 gracias a los colonos franceses y se convirti¨® en el primer parque nacional del pa¨ªs en el a?o 1953, apenas 7 a?os antes de la independencia. S¨®lo un tercio de la reserva actual es selva primaria, tras sobrevivir a experimentos silv¨ªcolas y explotaci¨®n maderera. El gobernador Reste, franc¨¦s y naturalista en los a?os 30 del siglo pasado, cre¨® en su seno un arboretum en el que plant¨®, al estilo del bosque de Boulogne, ejemplares de 700 especies vegetales, de las que 47 son ex¨®ticas. En la actualidad, acoge insectos, reptiles, anfibios, aves y primates, entre los que hay que hacer una menci¨®n especial a unos pocos chimpanc¨¦s. Tambi¨¦n ejerce de hogar de 626 especies vegetales, de las que 26 son raras en ?frica occidental. Tiene un peque?o centro de interpretaci¨®n en el que Prudence Aka juega con los visitantes a adivinar a qu¨¦ animal pertenecen las huellas marcadas sobre moldes de yeso y se realiza una importante labor pedag¨®gica y de sensibilizaci¨®n sobre el conservacionismo y el medio ambiente. Tambi¨¦n tiene una escuela agr¨ªcola y visitas guiadas.
El paseo entre los ¨¢rboles de Banco hace pensar en los tiempos en que Costa de Marfil era pura selva. Hay pocos senderos practicables, apenas 20 de 40 kil¨®metros rehabilitados para abarcar su inmensidad, y la se?alizaci¨®n -en la que destacan las citas del padre de la independencia del pa¨ªs, F¨¦lix Houphou?t-Boigny- no favorece tampoco el paseo. Reina una quietud que se ve rota por el correteo de ara?as y las acrobacias de ranas diminutas entre la hojarasca y el canto de p¨¢jaros que los occidentales no conocemos. Uno podr¨ªa dormirse a la vera de uno de sus troncos, descuidadamente, sin recordar que aqu¨ª hay pitones y mambas negras y verdes, por no hablar de genios y misterios. Da la impresi¨®n de cierto abandono, a pocos pasos del lugar donde los fanicos se emplean a fondo en sus coladas y se desarrollan ceremonias animistas. Sin embargo, Banco se ve alterado por la organizaci¨®n frecuente de pruebas deportivas y el trasiego de las clases de la escuela forestal, que cierra en verano.
Houphou?t-Boigny dijo, en su momento, que el hombre ha llegado a la luna, pero no sabe fabricar un flamboy¨¢n o un canto de p¨¢jaro y vot¨® por proteger al pa¨ªs de errores irreparables de los que p¨¢jaros y ¨¢rboles pudieran arrepentirse en el futuro. En la d¨¦cada comprendida entre 1977 y 1987, precisamente en los tiempos en que ¨¦l dirig¨ªa Costa de Marfil, el pa¨ªs perdi¨® el 42% de su masa forestal. Hoy la deforestaci¨®n contin¨²a por la presi¨®n de los peque?os agricultores que quieren conseguir tierra cultivable y de las madereras. La presencia de camiones cargados con troncos enormes es constante en las carreteras de todo el pa¨ªs y su trashumancia se refleja en los huecos cada vez m¨¢s visibles que se dibujan en la fisonom¨ªa de un bosque que desaparece.
Entre las veredas y troncos de Banco, por desgracia, no se puede disfrutar de la presencia de ning¨²n elefante, s¨ªmbolo de Costa de Marfil. Todo hace presagiar que los makor¨¦ de Banco van a pudrirse y derrumbarse dentro de varias d¨¦cadas, estoicamente y sin descendencia.
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