Mi Instagram puede ser mi terapeuta
El hashtag #edfamily propone el paso de las comunidades pro-anorexia y bulimia a la 'familia' en recuperaci¨®n
Internet tiene una innegable capacidad de construir comunidades y tendencias; unas m¨¢s sanas que otras. Nos llevamos las manos a la cabeza con la ¡°revoluci¨®n¡± del thigh gap (muslos tan delgados que no llegan a tocarse) y no paramos de ser testigos de todo tipo de ¡°pruebas infalibles¡± sobre lo can¨®nico de nuestra belleza: que si apoyar el ¨ªndice bajo la nariz y hasta la barbilla (el fingertraptest) o retorcernos para tocarnos el ombligo de la forma m¨¢s disparatada posible con el desaf¨ªodelombligo. Estos fen¨®menos se mueven casi a la misma velocidad que lo hizo el famoso Ice Bucket Challenge del pasado a?o, y, lamentablemente, algunos han llegado para quedarse.
Instagram, presi¨®n social y trastornos de la alimentaci¨®n
Desde el comienzo de la web social, los espacios creados por usuarios han permitido poner en contacto a personas con todo tipo de peculiaridades, aficiones y obsesiones. Esto puede ser liberador y eliminar los estigmas, pero a cambio nos ha tra¨ªdo las enormes comunidades Pro-Ana y Pro-Mia en las que personas de todo el mundo, generalmente mujeres muy j¨®venes, compart¨ªan sus trucos para convivir diariamente con la anorexia y la bulimia.
Si esto ya era un fen¨®meno imparable en la ¨¦poca de las webs personales, los foros y los primeros blogs, qu¨¦ decir ahora que Instagram se ha convertido en uno de los principales medios sociales, y lo hace lleno de fotos de caderas y clav¨ªculas prominentes (con o sin reto de las monedas), de delgad¨ªsimas mu?ecas, de personas fr¨¢giles e intensas que conviven nada menos que con el food porn; esa adoraci¨®n por la comida que ya no tiene que ver s¨®lo con la presentaci¨®n o el capricho y que ha dejado de ser una demostraci¨®n del exceso para convertirse tambi¨¦n en una forma de vida, compartida y ritualizada a trav¨¦s de la comunidad (vegana, cel¨ªaca, paleo¡)
En palabras de MelissaFabello, activista por la imagen corporal y contra los des¨®rdenes alimenticios, vivimos en una sociedad obsesionada por el control. Idealizamos la anorexia, por encima de otras formas de trastornos alimenticios, por lo que esta tiene de autocontrol, de sacrificio, de reto. Se numera, se cuantifica: calor¨ªas ingeridas, calor¨ªas consumidas, peso perdido. No s¨®lo es un problema el ideal andr¨®gino de belleza o la fijaci¨®n con el IMC; es tambi¨¦n la forma en que alabamos la abstinencia, el esfuerzo.
Cada vez m¨¢s, Instagram est¨¢ poblado de expertos en fitness y sus seguidores que hacen desaf¨ªos de 8 o 12 semanas para conseguir el cuerpo perfecto y comparten diariamente sus avances, sus minutos de cardio, kil¨®metros recorridos, o recetas ¡°detox¡±. Por supuesto, todas estas iniciativas pueden ser recomendables y est¨¢n ayudando, por ejemplo, a combatir el sedentarismo instalado en nuestras sociedades. Pero no siempre est¨¢n supervisados por profesionales y desde luego no hay forma de controlar el riesgo de que se conviertan en el disparador que d¨¦ rienda suelta a comportamientos autodestructivos en lugar de saludables.
Entra en juego la familia
Sin embargo, recientemente comienza a verse en Instagram un nuevo hashtag que no nos reta (nada de challenges) y que no es ¡°pro¡± nada, aunque s¨ª suele acompa?ar a los consejos #proana y #promia¡ Pero para desmontarlos. Se trata de personas en recuperaci¨®n de distintos trastornos alimenticios, que en lugar de presumir de lo escaso de sus raciones o del ejercicio realizado comienzan a presumir de ser capaces de recuperar sus curvas, de comer dulces, de recuperar sus vidas. Es la #edfamily (EatingDisordersFamily), y el apelativo no es casual, ya que se trata de una lucha en la que la familia, tanto en sentido real como ahora tambi¨¦n en el figurado, juega un papel fundamental.
En sus fotos hay comida, por supuesto. Mucha comida, de hecho; es Instagram y es tambi¨¦n el foco de las diferentes enfermedades a las que esta familia se ha estado enfrentando. Pero hay m¨¢s: rayos de sol, sonrisas, ratos con amigos, pies en piscinas, mascotas. Es la vida tal y como la vemos a trav¨¦s de Instagram, tal y como estas personas empiezan a recuperarla.
Sin embargo, tambi¨¦n encontramos im¨¢genes de cuentas bloqueadas por la red social, a ra¨ªz de una supuesta violaci¨®n de sus t¨¦rminos de servicio, en principio por el fomento de conductas autolesivas. Como en el caso de los pezones, de las lactantes o de tantas otras decisiones rid¨ªculas tomadas arbitrariamente por estos medios (como bloquear la etiqueta #curvy), ser¨ªa una ocasi¨®n excelente para plantearnos que no podemos vallar Internet, y que quiz¨¢ si queremos hacer algo por las personas que lo usan deber¨ªamos empezar a dise?ar este tipo de iniciativas constructivas en lugar de bloquear cuentas o eliminar fotograf¨ªas. Esperemos que, tarde o temprano, los medios sociales alcancen la mayor¨ªa de edad y reconozcan, tambi¨¦n, la de sus usuarios.
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