El club de la Felicidad Clandestina
Si pensamos en hojas de peri¨®dico, qu¨¦ contempor¨¢neo suena el verso de Nobre: ¡°Caed, hojas, caed, tumbar melancol¨ªas¡±
Hay miles de personas, cientos de miles, millones que cada d¨ªa, casi siempre por la ma?ana, y muchas veces con el alba, toman en el mundo una decisi¨®n ¨¦pica y liberal. Comprar un peri¨®dico en papel. Tal vez usted es uno de esos seres extravagantes, valientes y melanc¨®licos. Le felicito, le doy el p¨¦same y le acompa?o en el sentimiento. Es usted un activista, consciente o inconsciente, que lucha contra el Apocalipsis, que se enfrenta al destino, como los h¨¦roes griegos.
La desaparici¨®n de la prensa, de los diarios en papel, y de revistas, hebdomadarios y magacines, se presenta ya como algo m¨¢s real que una profec¨ªa. Es una extinci¨®n en marcha. Para la mayor¨ªa de los expertos, pertenece al orden de los fen¨®menos que obedecen a lo que se denomina el Shock de lo Inevitable, un desencadenamiento de hechos que conducen a una consecuencia irremediable, justificada o no. En la profesi¨®n period¨ªstica, con la excepci¨®n de tribus o muy paleol¨ªticas o muy vanguardistas, ya nadie discute esa defunci¨®n.
La desaparici¨®n de la prensa se presenta como algo m¨¢s real que una profec¨ªa
Estamos en v¨ªsperas de velatorio. Puede o¨ªrse el ensayo de un r¨¦quiem que anuncia el silencio de las rotativas. Puede tardar un par de a?os, un lustro o dos. Depende del ¨ªmpetu prof¨¦tico.
Si en vez de hojas de ¨¢rboles, pensamos en hojas de peri¨®dico, qu¨¦ contempor¨¢neo suena el ir¨®nico verso del portugu¨¦s Ant¨®nio Nobre: ¡°?Caed, hojas, caed, tumbar melancol¨ªas!¡±.
Y, sin embargo, qu¨¦ significan, por ejemplo, en Espa?a, esos miles, decenas de miles, cientos de miles de personas que se obstinan en ese activismo de acercarse a un quiosco o a un lugar donde se despachan peri¨®dicos, lo compran (uno, y a veces varios), lo llevan debajo del brazo, con lo que eso tiene de signo personal, y le dedican tiempo, su tiempo, a leerlo. Todo eso supone un gasto o una inversi¨®n, seg¨²n se mire. El comprarlo, el llevarlo debajo del brazo, el tiempo de leerlo. La confianza de meterlo en casa, de ofrecerle un lugar visible, de acogerlo. ?De d¨®nde sale esa gente? ?Por qu¨¦ va contra corriente? ?Por qu¨¦ no se rinde?
Podr¨ªa pensarse que en esta multitud resistente abundan los que no tienen acceso a Internet o son al¨¦rgicos a la tecnolog¨ªa digital. Lo sorprendente es que una gran parte de esos argonautas que se aventuran a la b¨²squeda cada vez m¨¢s dificultosa de un quiosco no son analfabetos digitales. Es m¨¢s, hay personas que trabajan con los cacharros de la nueva econom¨ªa, jornaleros de la pantalla, que picotean noticias en el quiosco global, y que necesitan en alg¨²n momento del d¨ªa una dosis t¨¢ctil de sensibilidad tipogr¨¢fica.
Las vanguardias art¨ªsticas, como los cubistas, integraron recortes de peri¨®dicos en sus obras como el injerto de una nueva naturaleza. Hoy vemos esas piezas a la manera de un bodeg¨®n del viejo realismo. S¨ª, el peri¨®dico acaba siendo m¨¢s antiguo que el pescado que envolv¨ªa. Llega un momento en que esa materialidad nost¨¢lgica parece su ¨²nica defensa. Uno de los argumentos m¨¢s consistentes para defender la prensa me lo dio hace poco un motorista: ¡°No hay nada como un peri¨®dico pegado a la piel para mantener a raya el viento helado¡±. Hasta el peor peri¨®dico, en ese sentido, es un buen peri¨®dico: una naturaleza primitiva que nace cada d¨ªa. Un anacronismo sentimental, un presente recordado. En la psicogeograf¨ªa smart y online, resulta asombroso el espect¨¢culo de esos extra?os viajeros del tiempo que todav¨ªa despliegan esos f¨®siles de papel en un aeropuerto o en una cafeter¨ªa.
Hay quien presenta el hundimiento de la estirpe de los Gutenberg y Minerva como un avance para el medio ambiente. Pero no son los peri¨®dicos la causa de la deforestaci¨®n de los bosques amaz¨®nicos ni de los pulmones verdes del planeta. El uso de corchos artificiales ha sido nefasto para la supervivencia de los alcornoques. Las mejores publicaciones impresas utilizan hoy papel ecol¨®gico. Es un elemento de identidad. Influye en la est¨¦tica, en el dise?o, y alimenta la mirada t¨¢ctil de una nueva tribu que reivindica el biblioerotismo, lo que Clarice Lispector nombr¨® en un relato inolvidable: la ¡°felicidad clandestina¡±.
Asistimos a una revoluci¨®n tecnol¨®gica que impulsa transformaciones positivas
Asistimos a una gran revoluci¨®n tecnol¨®gica que impulsa transformaciones positivas, pero que tambi¨¦n puede cavar grandes fosas de marginaci¨®n si no se administra con esa forma elegante de inteligencia que es la igualdad. La experiencia ilustrada de la galaxia Gutenberg no va a naufragar dram¨¢ticamente como La balsa de la Medusa. Tal vez los miles, cientos de miles, millones de personas que cada d¨ªa abren un peri¨®dico o un libro en papel no formen parte de una reserva en extinci¨®n. Yo, al contrario, los veo como adolescentes que disfrutan de un primer amor. Son el club de la Felicidad Clandestina.
elpaissemanal@elpais.es
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