Vida gay 1: Tomar tu mano
No es que sea cobarde. Conozco el estruj¨®n que hace en la tarde un insulto homof¨®bico y quiero evitarte el mal momento
Tu mano, una mano tan peque?a que es casi la mano de una ni?a y cuyo pulgar aprieto con el m¨ªo cuando cruzamos la calle. Tu mano de mujer, de u?as ligeramente largas y sin pintar, de dedos que surgen en montes surcados por l¨ªneas en las que una vez te leyeron en Valencia en un mercado de pulgas un futuro escandaloso y sublime.
Retiro mi mano para que nuestro paseo genere el menor odio posible
Tu mano decide agarrar la m¨ªa. Se desliza contra el tel¨®n que es mi abrigo de la que surge esa otra, resfriada y t¨ªmida de un bolsillo, para regresar a casa como topo en el hueco de la tuya. Luego 10 dedos parten el agua entrecruzada de una piscina de la que sacan orgullosas sus cabezas en forma de u?a para descansar intercalados y contentos los unos con los otros.
Pero el miedo llega con la insistente precisi¨®n de una gastritis a llenar de viento mojado la fogata que unos peque?os exploradores acaban de encender en nuestras palmas. Retiro mi mano temerosa de otras que hacen se?as obscenas en los balcones y que lanzan, desde all¨ª, un envase de leche podrida o una llave inglesa contra mi cabeza. Manos de se?ora o de joven, manos que tienen agarrado por los cojones el desempe?o afectivo de las m¨ªas.
Esta reacci¨®n es ya en m¨ª un reflejo inmediato. No es que sea cobarde. Conozco el estruj¨®n que hace en la tarde un insulto homof¨®bico y quiero evitarte el mal momento. Retiro mi mano para que nuestro paseo genere el menor odio posible.
elpaissemanal@elpais.es
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