La escuela de los monos cosmonautas sovi¨¦ticos apunta a Marte
El m¨¢s antiguo centro de experimentaci¨®n con primates del mundo prepara un proyecto para participar en la exploraci¨®n del planeta desde la autoproclamada rep¨²blica de Abjasia
No es lo que uno esperar¨ªa o¨ªr a los pies del Gran C¨¢ucaso. En lo alto de una colina boscosa a las afueras de Sujumi, la capital de Abjasia, una rep¨²blica independizada de Georgia con la ayuda de Rusia a principios de los a?os 90, resuenan estridentes gritos de monos tropicales. La mayor¨ªa son macacos Rhesus, originarios del Asia central y meridional, y babuinos hamadrya del nordeste africano, pero tambi¨¦n hay macacos cangrejeros de las islas del sudeste asi¨¢tico, macacos de cara roja japoneses, de cola de cerdo sure?os ¡ªoriginarios de la pen¨ªnsula malaya e Indonesia¡ª y papiones de Anubis y monos verdes subsaharianos. Cuando uno alcanza la cima del monte Trapetsia, y poco antes de conseguir verlos, tambi¨¦n le llega el olor de sus deposiciones.
Est¨¢n expuestos en las grandes y obsoletas jaulas de paredes y suelo embaldosados que rodean en semic¨ªrculo una plaza de cemento presidida por la estatua de un babuino macho. Y se los considera una de las atracciones de la ciudad-balneario a orillas del mar Negro que en su d¨ªa fue destino veraniego de la nomenklatura sovi¨¦tica (Stalin ten¨ªa una dacha en otra de sus colinas). La gu¨ªa Lonely Planet del C¨¢ucaso dedica un recuadro a estos animales, porque no hay mucho m¨¢s que ver en Sujumi m¨¢s all¨¢ de las cicatrices de la guerra contra los georgianos, cuyas im¨¢genes de exaltaci¨®n patri¨®tica no se cansa de repetir la televisi¨®n local dos d¨¦cadas despu¨¦s.
Las visitas de las familias locales y de los escasos viajeros que llegan a la ciudad ¡ªse pagan unas decenas de rublos rusos por la entrada¡ª ayudan a sobrevivir a un recinto que, aunque tras una primera impresi¨®n lo parezca, "no es un zoo", se aprestan a aclarar sus empleados. Unas 60.000 personas pasearon el a?o pasado ante los cobayas del que fuera en 1927 el primer centro de investigaci¨®n m¨¦dica con primates del mundo y uno de los complejos cient¨ªficos estrella de la URSS: el Instituto de Patolog¨ªa Experimental y Terapia de la Academia de Ciencias. Sus vetustas y desconchadas dependencias se extienden por detr¨¢s de las jaulas, entre la arboleda.
"Aqu¨ª se desarrollaron vacunas contra el t¨¦tanos, la difteria, el tifus, el c¨®lera o la gangrena gaseosa. Tambi¨¦n se probaron vacunas contra la polio, el sarampi¨®n o la hepatitis A", destaca su director desde 2009, Zurab Mikvabiya, un traumat¨®logo de 64 a?os de edad. "Por primera vez en el mundo se dispuso de modelos de tumores malignos experimentales en simios y se cre¨® el primer modelo de leucemia viral en primates, lo que permiti¨® descubrir m¨¦todos eficaces para la prevenci¨®n y el tratamiento de lesiones por radiaci¨®n", a?ade.
Solo en 1959 fueron irradiados 232 babuinos: en plena Guerra Fr¨ªa, resultaba vital conocer los efectos de las armas at¨®micas sobre los humanos (el inter¨¦s renaci¨® despu¨¦s del desastre de Chern¨®bil en 1986)
Solo en 1959 fueron irradiados 232 babuinos: en plena Guerra Fr¨ªa, resultaba vital conocer los efectos de las armas at¨®micas sobre los humanos (el inter¨¦s renaci¨® despu¨¦s del desastre de Chern¨®bil en 1986). Aunque los fines no fueran siempre los m¨¢s justificables, el sufrimiento de los pobres monos de Sujumi result¨® muy productivo para la ciencia: la primera penicilina sovi¨¦tica, suministrada a ellos antes que a nadie, salv¨® miles de vidas de soldados heridos durante la Segunda Guerra Mundial. Los experimentos realizados en el centro dieron lugar a m¨¢s de 5.000 publicaciones cient¨ªficas. Algunas investigaciones sobre fisiolog¨ªa, patolog¨ªa y psicolog¨ªa fueron supervisadas por el mism¨ªsimo Iv¨¢n P¨¢vlov, el premio Nobel descubridor del reflejo condicionado.
Pero el instituto se har¨ªa mucho m¨¢s c¨¦lebre por otro tipo de trabajos. Durante a?os, se convirti¨® en escuela de los monos cosmonautas sovi¨¦ticos. Entre 1983 y 1996, y al igual que hicieron Estados Unidos, Francia y Argentina, la URSS lanz¨® al espacio seis misiones con sat¨¦lites tripulados por primates no humanos, en concreto macacos Rhesus. En 1989, la Bion 6 logr¨® el r¨¦cord de permanencia de una nave transportando a estos animales fuera de la atm¨®sfera terrestre, con 13 d¨ªas y 17 horas.
En "una de las p¨¢ginas m¨¢s brillantes de su historia", subraya el director, el centro de investigaci¨®n abjasio colabor¨® con el Instituto de Problemas Biom¨¦dicos de Mosc¨² en la selecci¨®n y preparaci¨®n de los candidatos. "Las investigaciones consistieron en la simulaci¨®n de las condiciones de vuelo, con hipodinamia e ingravidez. Los ejemplares fueron elegidos con criterios espec¨ªficos: deb¨ªan tener de 2,5 a 3 a?os de edad, ser diestros y machos alfa y presentar un buen estado som¨¢tico", explica Mikvabiya.
Sujumi particip¨® en cuatro de las seis misiones Bion, con ocho macacos. Los pioneros fueron Abrek y Bion, que regresaron sanos y salvos del primer vuelo en 1983. Otros dos, Yerosha y Dryoma, pasaron trece d¨ªas en el espacio en 1987, instaurando una marca que durar¨ªa dos a?os. Dryoma acabar¨ªa siendo regalado a Fidel Castro. La falta de fondos puso fin al programa en los 90. El diminuto museo del instituto, tres desvalidas salas, muestra una foto en blanco y negro del pobre Yerosha encajado en la claustrof¨®bica nave con la cabecita cubierta de sensores, que una gorra con su nombre?trata de ocultar.
Proyecto en Marte
La ¨²ltima vez que se enviaron a Mosc¨² nuevos aspirantes involuntarios a astronautas fue en 1991, pero Abjasia podr¨ªa volver a verse involucrada en la conquista del cosmos. "El instituto participar¨¢ en un proyecto para enviar seres humanos a Marte", presume su responsable. Se trata del programa ruso Mars 500, puesto en marcha en 2008 con la colaboraci¨®n de la Agencia Espacial Europea, que tiene por objetivo prever las consecuencias m¨¦dicas y psicol¨®gicas para las personas de un viaje al planeta rojo.
En el marco del proyecto, un grupo de seis voluntarios pas¨® 520 d¨ªas en completo aislamiento entre 2010 y 2011. Un a?o antes, otros seis hab¨ªan llegado a los 105 d¨ªas de simulaci¨®n de la traves¨ªa, "pero en un determinado momento qued¨® claro que no se pod¨ªa enviar a humanos a Marte porque no existe todav¨ªa una tecnolog¨ªa que les pueda proteger adecuadamente de las radiaciones c¨®smicas", recuerda Mikvabiya.
"Entonces se propuso crear en nuestro instituto una biosfera cien por cien aut¨®noma en la que crecer¨ªan plantas y en la que vivir¨ªan algunos monos, que interactuar¨ªan con un robot que cuidar¨ªa de ellos y los alimentar¨ªa con las plantas. Algunas de ellas proceder¨ªan de semillas enviadas durante un tiempo a la estaci¨®n Mir y sembradas despu¨¦s en Abjasia", prosigue.
Los babuinos de la reserva escaparon y deambularon durante meses por las monta?as y los pueblos, donde murieron cazados, de hambre o de fr¨ªo
Seg¨²n Mikvabiya, los investigadores del complejo han desarrollado t¨¦cnicas que no tienen parang¨®n en el mundo, como el colgamiento oblicuo o la hipoquensia (restricci¨®n de actividad) horizontal, que logran reducir el fuerte impacto sobre el organismo de los primates de una larga permanencia en ingravidez: afecciones en los sistemas de coordinaci¨®n y el equilibrio, p¨¦rdida de peso, disminuci¨®n de la actividad del sistema nervioso, de la que regula la temperatura corporal o de la que genera los diferentes constituyentes de la sangre.
Bajo la direcci¨®n del laureado primat¨®logo ruso Bor¨ªs Lapin, se han desarrollado adem¨¢s programas de entrenamiento y test de actividad de los animales similares a los de los astronautas humanos. Sin embargo, Marte queda ahora un poco m¨¢s lejos: el programa ha tenido que ser suspendido ante la imposibilidad de cubrir sus elevados costes.
H¨ªbridos de chimpanc¨¦ y humano
El instituto de Sujumi tiene tambi¨¦n su leyenda negra. Se ha escrito que en ¨¦l se realizaron en los a?os 1920 siniestros experimentos para crear un h¨ªbrido de chimpanc¨¦ y humano dirigidos por el c¨¦lebre bi¨®logo Ilya Ivanov, que entre otros ¨¦xitos hab¨ªa conseguido cruzar cebras con caballos y asnos. Algunos titulares de prensa han hablado de un supuesto intento de fabricar subhumanos destinados a trabajar como esclavos o a formar parte de ej¨¦rcitos estalinianos invencibles.
Se trata de exageraciones sensacionalistas, pero algo hubo. Ivanov, principal proveedor de ejemplares durante los primeros a?os del centro, intent¨® realmente inseminar a hembras de chimpanc¨¦ con esperma humano en estudios financiados por el gobierno sovi¨¦tico, pero tambi¨¦n por mecenas brit¨¢nicos y estadounidenses. Su pretensi¨®n era demostrar lo irrefutable de la teor¨ªa de la evoluci¨®n. A Mosc¨² le prometi¨® el mejor material de propaganda antirreligiosa jam¨¢s so?ado.
Pero no lo hizo en Sujumi. Los experimentos se llevaron a cabo en la entonces ?frica Occidental Francesa, la gran colonia subsahariana. Seg¨²n Mikvabiya, al que claramente incomodan las preguntas relacionadas con este asunto, "hall¨¢ndose en Guinea, donde se encontraba consiguiendo animales para el instituto, inocul¨® a dos hembras de chimpanc¨¦ con material humano. El resultado fue negativo. Una muri¨® de camino a Sujumi y la otra, cuando lleg¨®, a los cinco o seis meses de la inseminaci¨®n. La autopsia no mostr¨® signos de embarazo. El resto de lo que se cuenta al respecto es un mito".
La documentaci¨®n personal conservada del cient¨ªfico apunta a que s¨ª intent¨® bastante m¨¢s. Sea como fuere, Stalin le agradeci¨® a su manera sus esfuerzos para dotarle de supersoldados, o por lo menos de argumentos anticreacionistas: muri¨® en el exilio acusado de contrarrevolucionario en 1932. Una ¨®pera sat¨ªrica inacabada de Dmitri Shostak¨®vich de ese mismo a?o, Orango, redescubierta en 2004, se inspir¨® en sus proyectos.
Tambi¨¦n se ha especulado sobre supuestos transplantes de gl¨¢ndulas de monos a los envejecidos gerifaltes del partido, desesperados por prolongar su longevidad, o por lo menos su virilidad. "?Eso son tonter¨ªas! Nunca se llevaron a cabo. El cuerpo los rechazar¨ªa", protesta el veterano profesor Vlad¨ªmir Barkaya, que empez¨® a trabajar en el centro en 1961. Sin embargo, destaca, en Sujumi se investiga sobre algo que tal vez s¨ª podr¨ªa alargar la vida humana, o por lo menos garantizarle una vejez m¨¢s c¨®moda.
Se trata de la dehidroepiandrosterona (DHEA), una hormona que generan las gl¨¢ndulas suprarrenales y de la que los ancianos presentan d¨¦ficit. En dos meses hizo mejorar a varios viejos monos enfermos su capacidad de reacci¨®n, su memoria y su actividad sexual. Incluso les sali¨® de nuevo pelo en las calvas, aseguran en el centro.
A principios de los a?os 90, el instituto viv¨ªa sus mejores momentos. Albergaba 7.000 animales de 20 especies (lleg¨® a haber chimpanc¨¦s, orangutanes y gorilas) y trabajaban en ¨¦l m¨¢s de mil personas, trescientas de ellas investigadores. En una finca de 25 hect¨¢reas cerca del r¨ªo Inguri, que hoy marca la tensa y militarizada frontera con Georgia, se hab¨ªa conseguido adaptar al clima semitropical de esta costa a medio millar de babuinos, de los que ya hab¨ªa nacido la decimotercera generaci¨®n cauc¨¢sica. Nadie pod¨ªa augurar lo que estaba a punto de pasar.
Entre 1983 y 1996, y al igual que lo hicieron EE UU, Francia y Argentina, la URSS lanz¨® al espacio seis misiones con sat¨¦lites tripulados por primates
Poco despu¨¦s caer¨ªa la URSS y llegar¨ªa la debacle. La guerra estall¨® en 1992 y dur¨® un a?o; caus¨® casi 10.000 muertos y se sald¨® con la independencia de facto de Abjasia, que solamente reconocen Rusia, Nicaragua, Venezuela y los diminutos estados oce¨¢nicos de Tuvalu, Vanuatu y Nauru, adem¨¢s de las tambi¨¦n autoproclamadas Osetia del Sur, Transnistria y Nagorno Karabaj. El conflicto b¨¦lico provoc¨® da?os muy graves al instituto de los que a¨²n no se ha repuesto.
Las instalaciones fueron saqueadas y los combatientes diezmaron a los animales, aunque una parte de ellos pudo ser evacuada a un centro similar de Sochi, en Rusia. Muchos murieron tiroteados y otros fueron robados por los soldados para usarlos o venderlos como mascotas a cien d¨®lares la pieza pese a los carteles de "peligro de infecci¨®n" con los que los empleados trataban de disuadirlos. Algunos animales realmente infectados con virus peligrosos acabaron vagando por los patios y huertos de la ciudad.
Los babuinos de la reserva escaparon y deambularon durante meses por las monta?as y los pueblos, donde murieron cazados, de hambre o de fr¨ªo. Seg¨²n un informe de 1996, solo se salvaron 300 animales. Pero, para Mikvabiya, tan da?inas como las p¨¦rdidas materiales fueron "el aislamiento informativo, el silencio sobre la existencia del instituto como centro cient¨ªfico y el mensaje de algunos medios informativos occidentales que afirmaban que se encontraba en ruinas".
Tras a?os de mera supervivencia, el complejo trata de renacer de sus cenizas con el apoyo del gobierno abjasio (que opina que "un estado sin ciencia no es un estado") y ayudas financieras de Rusia y Alemania. El n¨²mero de animales se ha incrementado hasta los 600, se ha vuelto a acondicionar una finca para la cr¨ªa en semilibertad y se llevan a cabo nuevas investigaciones. En un momento en que en buena parte del mundo se cuestiona o limita por motivos morales la experimentaci¨®n con primates no humanos, no faltar¨¢n quienes se sientan tentados a acudir a un pa¨ªs tan remoto y aislado como Abjasia para probar all¨ª toda clase de descubrimientos. Delegaciones alemanas y estadounidenses han visitado en los ¨²ltimos a?os el instituto, que tambi¨¦n ha negociado convenios con instituciones cient¨ªficas chinas.
A los pies de la colina, los decr¨¦pitos bloques de viviendas muestran a¨²n los desgarros de la metralla, la inmensa sede gubernamental de once plantas contin¨²a reducida a su esqueleto (por su heroica resistencia durante la guerra, de su fachada cuelga una enorme condecoraci¨®n pintada en una lona) y el destartalado paseo mar¨ªtimo a?ora a los ba?istas sovi¨¦ticos, pero la ciudad-balneario espera tambi¨¦n el retorno de tiempos mejores. Antes de la guerra albergaba a 120.000 habitantes. Hoy no llegan a la mitad. Por lo menos, pese a lo que afirman las gu¨ªas de viajes, ya funcionan los cajeros autom¨¢ticos, porque las tarjetas de cr¨¦dito resultan in¨²tiles en la triste Abjasia, que para el resto del mundo sigue siendo una regi¨®n de Georgia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.