Coleccionar silencios
Pocas veces las palabras y las ideas han valido menos que en esta ¨¦poca parlanchina
La noticia habla de una biblioteca de Helsinki que? ha conseguido multiplicar en poco tiempo el n¨²mero de sus usuarios. Kari L?ms?, su director, pens¨® que para conseguirlo ten¨ªa que cambiar el concepto de una biblioteca seria y aburrida, lo m¨¢s parecido a un inmenso almac¨¦n alejado de la vida, por otra m¨¢s participativa y alegre. Su proyecto se ha transformado en un modelo a seguir por otras bibliotecas estatales de Finlandia. Y es que en esas bibliotecas no solo se va a leer, se puede bailar, coser a m¨¢quina, dormir la siesta y asistir a conciertos. Nada que ver, sigue cont¨¢ndonos la noticia, con esas bibliotecas de siempre cuya quietud y solemnidad recuerdan el interior de los conventos y las iglesias.
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?Tiene sentido esto o nos estamos volviendo locos? L?ms? afirma que la raz¨®n de su ¨¦xito es haber creado una biblioteca refractaria al silencio. Pero ?se puede leer sin silencio, sin quietud? A¨²n m¨¢s, ?uno de los problemas m¨¢s graves de nuestra ¨¦poca no es nuestra incapacidad creciente para permanecer en silencio? No digo que est¨¦ mal que la gente baile, cosa a m¨¢quina, acuda a conciertos o a clases de cocina, pero ?una biblioteca es el lugar para hacerlo?
Nadie duda que el libro est¨¦ sufriendo una profunda crisis. Los profesionales del sector hablan sin cesar sobre qu¨¦ hacer para resolverla, y nadie ha dado con la soluci¨®n a un problema que m¨¢s que con el libro en s¨ª tiene que ver con el tipo de sociedad y el mundo que hemos creado. Nadie lee poes¨ªa, la novela se ha transformado, en el mejor de los casos, en un mero veh¨ªculo de entretenimiento, los teatros sobreviven con dificultad, y el cine trata de conjurar el lacerante espect¨¢culo de sus salas vac¨ªas inclin¨¢ndose cada vez m¨¢s al espect¨¢culo audiovisual. Y ?qu¨¦ decir de la cultura misma? Ha hecho tabula rasa de todo aquello que aliment¨® durante siglos los sue?os y los pensamientos de los hombres. ?Alguien lee hoy en d¨ªa la Odisea o la Il¨ªada, el Amad¨ªs de Gaula o los preciosos sermones de san Bernardo, ¡°Miel en la boca, c¨¢ntico en el o¨ªdo, j¨²bilo en el coraz¨®n¡±, as¨ª dec¨ªa el monje cisterciense que deb¨ªan ser las palabras que se elevaban a Dios. ?Qu¨¦ ha pasado en nuestro tiempo para que sintamos un desinter¨¦s tan absoluto por lo que hicieron y pensaron los hombres y mujeres que nos precedieron? No es extra?o que seres inquietos como Kari L?ms? hagan malabarismo para conjurar esta dolorosa desmemoria. Las nuevas bibliotecas ya no son iglesias, proclaman. Pero ?es tan malo que se les parezcan un poco? A los ni?os y ni?as de mi generaci¨®n se les ense?aba a respetar el silencio. No pod¨ªamos hablar en las capillas, en las salas de estudio, cuando ven¨ªan las visitas. El silencio era indisociable de las salas de cine, de los espacios de lectura, de los juegos solitarios, de la noche. Era el tiempo de la enso?aci¨®n, de la espera de lo inesperado, el tiempo de atender las otras voces del mundo: las voces de los aventureros, de los locos, las voces de los h¨¦roes y de los perseguidos.
Era el tiempo de la enso?aci¨®n, de la espera de lo inesperado, el tiempo de atender las otras voces del mundo
El personaje de un cuento Heinrich B?ll se dedica a coleccionar silencios. Le ha tocado vivir en una ¨¦poca y en un pa¨ªs terrible, la Alemania de despu¨¦s de la guerra, y trabaja en la radio. Una de sus tareas es preparar las cintas grabadas para su emisi¨®n. ?l debe revisarlas, y hacer cortes, para evitar las pausas innecesarias. Pero no tira esos trozos, los guarda en una caja con la intenci¨®n de volver a unirlos un d¨ªa y obtener as¨ª una cinta en que lo ¨²nico que se oiga es el silencio. La hermosa par¨¢bola no ha perdido su vigencia, pues no creo que haya existido un tiempo en que el silencio est¨¦ m¨¢s desvalorizado que hoy. Los medios de comunicaci¨®n han transformado al hombre contempor¨¢neo en un ser cada vez m¨¢s parlanch¨ªn y desinhibido, que no tiene problemas en opinar sobre lo primero que se le ponga a tiro. ?Supone esto que hoy d¨ªa las palabras est¨¦n m¨¢s valoradas que nunca? M¨¢s bien sucede lo contrario, y pocas veces las palabras y las ideas han valido menos. Puede que el ant¨ªdoto sea actuar como el personaje del cuento de Heinrich B?ll, y leer es una manera de hacerlo. ?No consiste justo en eso la lectura: en coleccionar silencios? El silencio es el espacio de la reflexi¨®n, pero tambi¨¦n del pudor. Por eso todos los que guardan algo valioso hablan en susurros, atentos a esas otras voces que cuentan la verdadera historia de lo que somos.
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
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