Las ¨¦lites distra¨ªdas
La ¨²nica manera de evitar que se polarice la sociedad es amortiguar las diferencias de clase
¡°Hay siete clases de espa?oles¡ s¨ª, como los siete pecados capitales. Esto es: los que no saben; los que no quieren saber; los que odian el saber; los que sufren por no saber; los que aparentan que saben; los que triunfan sin saber y los que viven gracias a que los dem¨¢s no saben. Estos ¨²ltimos se llaman a s¨ª mismos ¡°pol¨ªticos¡± y a veces hasta ¡°intelectuales¡±.
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Con estas palabras, all¨¢ por 1904, P¨ªo Baroja, sorprend¨ªa a sus compa?eros de tertulia (Valle Incl¨¢n, Azor¨ªn, Guti¨¦rrez Solana) en el Nuevo Caf¨¦ de Levante, de la calle Arenal.
Un siglo despu¨¦s, la pulsi¨®n a la desobediencia ¨Cmuy apareada con el relativismo moral- de los que aparentan que saben, de los que triunfan sin saber o de quienes viven gracias a que los dem¨¢s no saben, se ha visto avivada por los nuevos movimientos pol¨ªticos, que progresan ante la aparente desidia de los poderosos.
Una novedad sugestiva para los que no saben, los que no quieren saber y los que odian el saber, pues viene a significar que cada cual se permite decidir qu¨¦ es lo que le conviene y qu¨¦ es lo que no. Como ejercicio de libertad -o expansi¨®n del caos, seg¨²n se mire- es realmente fant¨¢stico. Por lo que hace a la indolencia de los m¨¢s soleados, cuesti¨®n de clima moral.
?Y ha sido en Espa?a ¨Cmadre y nodriza del anarquismo- donde ha despuntado esta goller¨ªa, cuyo impulso germinal nace en quienes, parad¨®jicamente, tienen la misi¨®n de elaborar las leyes; esas que despu¨¦s algunos se niegan a cumplir por no estimarlas justas.
El ¨²ltimo objetor, uno de los candidatos a las pr¨®ximas elecciones catalanas de este oto?o. Encabeza la lista de un partido considerado ¡°antisistema¡±, de modo que quienes elijan esa papeleta lo har¨¢n a sabiendas de lo que se les promete: barra libre y normativa a la carta. No me diga usted que no es tentador: ¡°Esta s¨ª, esta no, esta me la salto, esta me lo tendr¨¦ que pensar¡¡±. Sin duda, un reclamo imbatible.
D¨ªas antes de ocupar su despacho en la plaza de San Jaume, la alcaldesa de la Ciudad Condal, tambi¨¦n manifest¨® su intenci¨®n de desobedecer las leyes que le parecieran injustas. Advirtieron, a rengl¨®n seguido, los juristas -con esa admonici¨®n tan escolar del "dos m¨¢s dos son cuatro"- que, si se llegara a concretar esa voluntad, la batllesa podr¨ªa estar incurriendo en un delito de desobediencia y prevaricaci¨®n.
La desobediencia es un acto voluntario y libre. Pero la desobediencia civil no cabe en el ordenamiento jur¨ªdico espa?ol
Ya en el cargo, pocas semanas despu¨¦s de esta proclama, orden¨® a los braceros del consistorio que retirasen ¨Cen streaming- el modesto busto del anterior monarca, sin sustituirlo, en unidad de acto, por una fotograf¨ªa del actual jefe del Estado.
No hay ingenuidad que valga porque saben lo que hacen, que no es otra cosa que apilar en desva¨ªdas cajas de cart¨®n signos pol¨ªticos, religiosos o militares, que no se compadecen con los suyos. La maniobra incluye el cambio de nombre de calles y plazas, en un af¨¢n por desmantelar iconos inc¨®modos.
Una vez m¨¢s, el bucle interminable de la historia de Espa?a. De nuevo, el revisionismo activado por la alternancia; la eterna querella de una sociedad partida por la mitad; el apaciguamiento como atenuante del conflicto; y, como tel¨®n de fondo, los complejos derivados de la pretendida inferioridad moral. Un paisaje que inhibe a los unos y estimula a los otros.
As¨ª las cosas, estos d¨ªas hemos asistido al alarde del nuevo alcalde de Santiago, que no ha acudido a la ofrenda al ap¨®stol, momento de hondo contenido institucional, en la catedral compostelana. Y aunque no haya incumplido ninguna ley s¨ª parece haber cometido un error porque el Camino de Santiago y sus adyacencias, no solo las econ¨®micas, son nucleares para la ciudad maravillosa que administra y representa.
La desobediencia, en todos los ¨®rdenes de la vida, es un acto voluntario y libre. El problema surge cuando se cuestionan leyes que rigen la convivencia y que son, por tanto, de obligado cumplimiento para todos. Pero es que, adem¨¢s, la desobediencia civil no cabe en el ordenamiento jur¨ªdico espa?ol. La valoraci¨®n que cada cual haga de las leyes, es cosa bien distinta del margen de maniobra de que disponga, que es en cualquier caso inexistente. As¨ª que, de entrada, las leyes se respetan porque de lo contrario, entra en escena la Fiscal¨ªa abriendo diligencias.
Tampoco hay que soslayar la evidencia de que hay algunos jueces que, en lugar de aplicar las leyes, pretenden legislar en sus fallos. Ni la consabida politizaci¨®n de la justicia, condescendida por los sucesivos Gobiernos de PSOE y? PP. Por ello, la ciudadan¨ªa tiene la sensaci¨®n de que queda escaso rastro de la separaci¨®n de poderes. Y mientras no se subsane este desarreglo, no hay reforma que valga.
Cabe, entonces, hacerse alguna pregunta, que tiene que ver con las ¨¦lites que parecen distra¨ªdas, ese grupo de patricios, pol¨ªticos influyentes, grandes empresarios y banqueros que no han sufrido el mordisco de la crisis -importante causa y efecto de la desigualdad y la injusticia- pero tampoco replican, con una visi¨®n serena de las transformaciones que precisa un pa¨ªs libre ya del rescate, a quienes buscan darle la vuelta al tablero.
A las ¨¦lites les toca abordar aquellos asuntos que interesan a la mayor¨ªa
?Tiene que seguir la masa neutra, inerte y desmochada, al socaire de esas ¨¦lites que, sin haber perdido sus privilegios, asisten -como desganadas- a lo que est¨¢ ocurriendo, mientras asisten, en sesiones vespertinas, a clases de filosof¨ªa?
Para que la sociedad ofrezca resistencias, a las ¨¦lites les toca abordar aquellos asuntos que interesan a la mayor¨ªa. Porque no es lo mismo respetar las leyes que desobedecerlas. La inversi¨®n busca seguridad jur¨ªdica y estabilidad pol¨ªtica. No da igual la independencia de un territorio que la unidad de cinco siglos. La ejemplaridad no es una responsabilidad de baja intensidad. No es suficiente con pedir perd¨®n cuando ya se han inferido da?os a terceros. Y as¨ª sucesivamente.
Pero mucho me temo que no se trata de un problema de distracci¨®n sino de arrogancia ante la seguridad de que la tierra no explotar¨¢ por mucho que lo advierta la raz¨®n. Es bien sabido que la ¨²nica manera de evitar que se polarice la sociedad es amortiguar las diferencias de clase, ya que si estas se siguen acentuando -como lleva ocurriendo en los ¨²ltimos 25 a?os- es impensable que haya estabilidad. En definitiva, lo que irrumpe es la tensi¨®n ideol¨®gica, como se viene manifestando en Grecia.
Hay ocasiones en la historia -y esta parece ser una de ellas- en que resulta obligado encender las luces de posici¨®n. Los privilegiados nunca pueden ser el problema. Porque si no se rompe con las apat¨ªas que la afligen, la sociedad envejece y las ¨¦lites -que han sobrevivido a los cambios de gobierno- no pueden desestimar a esa "mayor¨ªa silenciosa" que ha vuelto a las urnas en las pasadas elecciones municipales y auton¨®micas, en busca de un cambio profundo.
La forma de evitar que la historia termine d¨¢ndole la raz¨®n a Antonio Machado: "Las masas son un invento de la burgues¨ªa para ametrallarlas mejor", es abandonar la distracci¨®n y embarcarse en un viaje con rumbo cierto.
No vaya a ser que se est¨¦ hundiendo el Titanic y andemos preocupados con el men¨² de la cena.
Luis S¨¢nchez-Merlo ha sido Secretario General de la Presidencia del Gobierno (1981-1982)
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