Nubarrones
En Espa?a son parad¨®jicamente tiranos los que cumplen las leyes, no los que las desaf¨ªan. Algunos est¨¢n m¨¢s preocupados por la reacci¨®n del Estado ante el plebiscito catal¨¢n que por este atropello al derecho a decidir de los ciudadanos
Gane quien gane las elecciones generales, lo ¨²nico que puede asegurarse es que tendremos un gobierno socialdem¨®crata, aunque se presente bajo otro r¨®tulo ideol¨®gico. En Europa nadie se contenta con menos en lo social, pero tampoco quiere menos libertad en lo pol¨ªtico. Como se?al¨® Tony Judt, ¡°la socialdemocracia es el discurso cotidiano de la pol¨ªtica europea contempor¨¢nea¡±. De modo que los mas aviesos y traviesos liberales hablan al ponerse serios como socialdem¨®cratas (sin dejar de hacer chistes sanguinarios contra ellos) y los comunistas mas dogm¨¢ticos tambi¨¦n cuando quieren conseguir votos (sin dejar de considerarles blandos oportunistas y siervos del capital). Es un alivio que sea as¨ª.
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Las democracias que forman la Uni¨®n Europea necesitan una reforma de su alianza en cuestiones esenciales como la inmigraci¨®n o la garant¨ªa de los derechos sociales y, si se logra, ser¨¢n los que piensan como socialdem¨®cratas los que la lleven a cabo, se definan a s¨ª mismo como tales o no. La UE se invent¨® para que nunca m¨¢s hubiera nazismo y para que el comunismo no se extendiese m¨¢s all¨¢ del tel¨®n de acero, de modo que es improbable que los herederos ideol¨®gicos de esas dos indeseables plagas sean los gestores m¨¢s adecuados para encabezar su regeneraci¨®n. Hace poco, viendo a Le Pen aplaudir y apoyar a Tsipras, hemos tenido prueba de ello.
La base necesaria para que la socialdemocracia pueda funcionar satisfactoriamente es la existencia de ciudadanos conscientes preocupados por lo com¨²n y lo p¨²blico, dentro de un Estado lo suficientemente fuerte como para no consentir privilegios discriminatorios en su funci¨®n protectora: es decir, que ampare el derecho a la diversidad pero impida la diversidad de derechos. Se logr¨® m¨¢s o menos durante la Guerra Fr¨ªa y tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, aunque fue decayendo despu¨¦s aceleradamente. Como tambi¨¦n se?al¨® Tony Judt, ¡°la paradoja del Estado de bienestar, y de hecho de todos los estados socialdem¨®cratas (y cristianodem¨®cratas) de Europa, era simplemente que con el tiempo su ¨¦xito mermar¨ªa su atractivo¡±. Todo ello agravado por la creciente deuda de la crisis econ¨®mica, la inmigraci¨®n desesperada de quienes huyen de estados fallidos o inexistentes, etc¨¦tera.
Las democracias de la UE necesitan una alianza en cuestiones como derechos sociales e inmigraci¨®n
La ciudadan¨ªa democr¨¢tica se basa en el derecho a decidir de cada cual. Este derecho tiene como cauce y l¨ªmite la ley constitucional que sustenta el Estado y es, obvio resulta decirlo, igual para todos. En Espa?a o¨ªmos cosas sorprendentes como que ninguna Constituci¨®n europea reconoce el derecho a decidir, cuando todas se basan en ¨¦l, o partidos que proponen incluir ese novedoso derecho en el ordenamiento constitucional, o sea que proponen la revolucionaria idea de que los zapatos por fin se acomoden a los pies. Naturalmente, el derecho a decidir es meramente pol¨ªtico, no prepol¨ªtico o suprapol¨ªtico. Por tanto, no depende de diferencias culturales, regionales, hist¨®ricas, etc¨¦tera¡ ni se aplica a entidades colectivas superiores al ciudadano libre e igual a todos los dem¨¢s.
Cuando uno dice que desde el punto de vista pol¨ªtico no hay catalanes, ni vascos ni andaluces (ni mucho menos miniestados con voluntad propia como Catalu?a, Euskadi o Galicia) despierta hoy el esc¨¢ndalo de quien niega la evidencia: ?no es evidente que existen catalanes o vascos de identidad inconfundible? Pero tambi¨¦n existen de manera inconfundible varones y mujeres, ateos y creyentes, negros, blancos y amarillos, pero nadie se escandaliza porque tales diferencias no se reflejen en formas de ciudadan¨ªa distintas. Son distintos, pero no pol¨ªticamente distintos. La libertad del ciudadano, a partir de la ley compartida, es poder definirse como prefiera cultural, ideol¨®gica, est¨¦tica o er¨®ticamente: parecerse a quien quiera o diferir de todos. Pero ninguno, individual o colectivamente, tiene derecho a decidir por s¨ª mismo y excluyendo a los dem¨¢s sobre lo que afecta a todos.
Despu¨¦s de ver y oir a los socialistas en Catalu?a y Euskadi, tras la verg¨¹enza de Navarra y los pactos poselectorales, yo no votar¨ªa a Pedro S¨¢nchez ni aunque se presentara solo a las urnas con todos los rivales encarcelados por corrupci¨®n. Pero tengo curiosidad por conocer esa reforma federal que promete y que, aunque nadie la reclama, est¨¢ convencido de nos va a encantar a todos. Se parece a esos padres que explican al ni?o llor¨®n lo bonito que es el kit de qu¨ªmica recreativa que va a regalarle en lugar de la pistola de rayos laser que ¨¦l quiere.
El ¡®prus¨¦s¡¯ no es malo porque sea ilegal, sino que es ilegal porque es malo para la democracia
No faltan cuestiones que podr¨ªan tratarse en una reforma constitucional: recuperaci¨®n de competencias estatales en Sanidad o Educaci¨®n, supresi¨®n de la alusi¨®n arcaica e inconcreta a los ¡°derechos hist¨®ricos¡±, supresi¨®n de privilegios tributarios en el Pa¨ªs Vasco o Navarra, reforzamiento expl¨ªcito del laicismo en educaci¨®n y dem¨¢s ¨¢reas, etc¨¦tera¡ Pero me parece que ¨¦sas no son las que propone el se?or S¨¢nchez. Lo suyo suena m¨¢s bien a blindar el control nacionalista sobre las partes de Espa?a que han decidido adjudicarse, pero rogando que a cambio de esa concesi¨®n no hablen de independencia¡al menos en los pr¨®ximos cinco a?os. Por cierto, lo del ¡°hecho diferencial¡± es otra melonada: si A difiere de B, tambi¨¦n B difiere de A. Parafraseando el lema de Rebeli¨®n en la granja, la novela de George Orwell, todos somos diferentes y no hay unos m¨¢s diferentes que otros. Para eso est¨¢ el Estado.
En Espa?a son parad¨®jicamente tiranos los que quieren cumplir las leyes, no los que las desaf¨ªan. Algunos parecen m¨¢s preocupados por la reacci¨®n del Estado ante el pleibiscito separatista en Catalu?a que por este mismo atropello al derecho a decidir de los ciudadanos. Me recuerda aquel desafortunado titular de este peri¨®dico tras los atentados del 11 de septiembre (¡°El mundo teme la reacci¨®n de USA¡±), como si el peligro no fuese el nuevo terrorismo global sino el cabreo de Bush.
Porque el ¡°prus¨¦s¡± no es malo porque sea ilegal, sino que es ilegal porque es malo para la democracia. Y lo peor ser¨ªa que el Gobierno estatal no hiciese nada efectivo para impedirlo. Algunos se inquietan: ?suspender la autonom¨ªa? ?y luego qu¨¦??encarcelar a Mas? ?y luego qu¨¦? Preguntas parecidas se hac¨ªan en el Pa¨ªs Vasco cuando se intentaba acabar con el doble juego de los que pretend¨ªan a la vez estar en el Parlamento y apoyar a ETA. ?Ilegalizar Herri Batasuna? ?Y luego qu¨¦? ?Encarcelar a la mesa nacional de HB? ?Y luego qu¨¦? Pues luego ETA renunci¨® a la lucha armada.
Fernando Savater es escritor.
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