La ¨¦pica
Mientras sigamos pensando que el periodismo est¨¢ en decadencia estaremos impidiendo que nuestro trabajo cambie
La primera vez que trabaj¨¦ como periodista aprend¨ª algunas cosas ¨²tiles para la vida, como que lo mejor para que nunca se sepa si est¨¢s o no es dejar el ordenador encendido y una chaqueta en el respaldo de la silla. El alcohol se guardaba en los archivadores y no importaba que se retrasara tu tarea ¡ªcopiar y pegar en Internet de madrugada pieza a pieza el peri¨®dico¡ª porque alg¨²n compa?ero se hab¨ªa sentado en tu mesa a contar historias de corresponsales, columnistas y periodistas mitol¨®gicos, siempre hombres, siempre divorciados, depresivos y dips¨®manos. Las tres ¡°des¡± del periodismo, te dec¨ªan.
En los 15 a?os que han pasado desde entonces al periodismo no lo conoce ni su madre. En las redacciones se trabaja en Internet, se madruga y ni siquiera se fuma, pero las historias del viejo mundo persisten. A veces los reci¨¦n llegados son los m¨¢s mit¨®manos, porque ven en encajar en esa cultura su ¨²nica oportunidad.
Daniel Dennett dice que los humanos construimos historias como las ara?as tejen sus telas: porque no podemos evitarlo. Somos animales extra?os que leemos, escribimos, hablamos; y que para descansar de ello elaboramos cada noche ficciones en forma de sue?o. Creamos la mayor y mejor m¨¢quina para comunicar historias del mundo, Internet, y supongo que no es casualidad que su gran met¨¢fora haya sido siempre la tela de ara?a. En una civilizaci¨®n de castores ser¨ªa el equivalente a haber conseguido levantar la presa perfecta. Como seres narrativos, entendemos el mundo a trav¨¦s de las historias, pero cuando una narraci¨®n trabaja en nuestra contra en lugar de ayudarnos a sobrevivir se convierte en enfermiza. El periodismo est¨¢ enfermo de narraci¨®n, como dir¨ªa la escritora Carmen Pacheco.
La nostalgia por la ¨¦pica de la escritura y el viejo periodismo es consecuencia de un mundo que por fin desaparece. El oficio ¡ªque va, precisamente, de contar historias¡ª ha explotado como una palomita de ma¨ªz pero su iconograf¨ªa sigue siendo en blanco y negro, anal¨®gica, masculina, llena de tipos que se sientan en la esquina de tu mesa despu¨¦s del cierre porque, a diferencia de Stephen King (que ya sabemos que tiene el escritorio en el comedor familiar para recordar que lo importante es la vida que le rodea), volver pronto a casa les da terror.
Mientras sigamos pensando que el periodismo est¨¢ en decadencia porque esa narraci¨®n se desvanece, estaremos impidiendo que nuestro trabajo cambie. Y con ¨¦l, el mundo. Inventarle otra ¨¦pica puede ser, si no el mejor, al menos el oficio m¨¢s divertido.
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