Una herencia milenaria en ruinas
La ciudad vieja de la capital yemen¨ª San¨¢, patrimonio de la humanidad, est¨¢ reducida a escombros por una guerra tribal
Los yemen¨ªes ya se han acostumbrado a im¨¢genes como estas. Primero suenan los motores de los aviones que sobrevuelan la zona. De ah¨ª se escucha el estremecedor impacto de la bomba. A la que sigue el caos de transe¨²ntes que se precipitan para despejar los escombros con la esperanza de encontrar a alguien con vida. Pensativos, los hombres remangan el bajo de sus t¨²nicas y a cuclillas intentan digerir que la casa de su vecino ya no existe. Y que los que habitaban ese hogar reconvertido en monta?a de piedras, tambi¨¦n han desaparecido bajo los escombros. Como los cinco civiles muertos en el bombardeo de la aviaci¨®n de la Coalici¨®n liderada por Arabia Saud¨ª, que el 12 de junio golpe¨® el casco antiguo de la capital yemen¨ª, dejando esta instant¨¢nea tras de s¨ª.
Se tratar¨ªa de una imagen m¨¢s, de un bombardeo m¨¢s, si no fuera porque los escombros que contempla este joven son patrimonio de la humanidad, hoy en peligro. Una herencia milenaria arquitect¨®nica ¨²nica heredada de la mezcolanza en un pa¨ªs donde han confluido artes y estilos llegados de Asia, ?frica y Oriente Medio. Masivamente habitada, la ciudad vieja de Sanaa es el orgullo de su gente. Los vecinos transitan a diario sus callejas que conforman un laberinto conectando los siete mercados que alberga.
Cada d¨ªa, docenas de curiosos se acercan al lugar del impacto donde solo queda un enorme boquete. No s¨®lo entre la hilera de construcciones verticales de peque?os ventanales, sino tambi¨¦n dejando un amargo vac¨ªo en el orgullo yemen¨ª. Para ellos, las luchas de poder entre facciones tribales rivales que asolan al pa¨ªs no justifican estos escombros. Lo perciben como un ataque deliberado a su cultura, a su historia, que rebasa toda l¨®gica b¨¦lica.
Cada una de las 6.500 casas del caso viejo es ¨²nica, con motivos y decoraciones a?adidas como parches durante siglos. Zahira Abdelal, de 35 a?os, ha perdido la suya, en la que naci¨® y que hered¨® de su abuelo. Tan s¨®lo queda en pie la puerta. Su vecina Sabiha acabada de remodelar su hogar, hoy pulverizado. Cada tarde acude, como hiciera cuando su casa segu¨ªa en pie, a dar de comer a los gatos callejeros del vecindario. Hoy esparce latas de at¨²n entre unos escombros que dif¨ªcilmente pueda reconstruir.
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