Se¨²l, la ciudad que comparte
A diferencia de otros pa¨ªses que se ponen trabas a la compartici¨®n, la capital surcoreana se ha embarcado en un ambicioso proyecto para fomentar este modelo econ¨®mico
¡°Existe una forma de consumir sin poseer¡±. Park Won-soon, alcalde de Se¨²l, est¨¢ convencido de ello. Por eso, en septiembre de 2012 puso en marcha un proyecto tan ambicioso y ejemplar como arriesgado: Se¨²l, la ciudad que comparte pretende, seg¨²n anunci¨® Park en su presentaci¨®n, ¡°promulgar pol¨ªticas que fomenten la aparici¨®n de empresas de econom¨ªa colaborativa y hacer as¨ª mejor uso de los recursos existentes a trav¨¦s de la compartici¨®n¡±. Casi tres a?os despu¨¦s, su ¨¦xito se antoja rotundo: al calor del proyecto en la capital de Corea del Sur han nacido medio centenar de empresas que trabajan en sectores tan diversos como el del alojamiento, el transporte, o el reciclado. Casi todas ofrecen y administran sus servicios a trav¨¦s de aplicaciones para m¨®viles inteligentes. Al fin y al cabo, se benefician de que la penetraci¨®n de los smartphone en Corea del Sur sea una de las m¨¢s elevadas del mundo y de que el pa¨ªs disfrute de la conexi¨®n a Internet m¨¢s r¨¢pida.
¡°El objetivo es dar soluci¨®n a algunos de los problemas que surgen en una sociedad capitalista regida por un consumismo exacerbado: desde los crecientes atascos hasta el aumento del n¨²mero de suicidios, pasando por la contaminaci¨®n del medio ambiente y la carest¨ªa de la vivienda. Todos ellos pueden mitigarse compartiendo¡±, explica Kwon Nanshil, directora de Creative Commons Korea (CCKorea), la empresa a la que el Ayuntamiento ha adjudicado la gesti¨®n del proyecto. ¡°Muchos consideran que la econom¨ªa colaborativa da?a los intereses econ¨®micos de los pa¨ªses, pero se est¨¢ demostrando que no tiene por qu¨¦ ser as¨ª. Las empresas sociales tambi¨¦n crean trabajo y obtienen beneficios¡±.
Buen ejemplo de ello es Norizzang, que se dedica al reciclaje de muebles gracias al cr¨¦dito blando que obtuvo del programa gubernamental. ¡°Nos hemos convertido en m¨¢quinas de usar y tirar cosas que todav¨ªa sirven, ya sea en su estado original o en otro. Nuestro objetivo es dar una nueva vida a los muebles que recogemos para evitar que sucumbamos a modas pasajeras que nos llevan a deshacernos de cosas que siguen cumpliendo su funci¨®n¡±, cuenta la directora de la empresa, Ahn Yeonjung. Los 13 empleados de esta start up recogen los muebles que son desechados, los despiezan en las instalaciones de la empresa y, con la madera que recuperan, fabrican otros nuevos. Son dise?os funcionales y modernos. Sin florituras, pero ideales para j¨®venes que se mueven de un lado para otro, porque la mayor¨ªa son f¨¢cilmente desmontables.
¡°Compartir es el punto de partida. Pero la meta est¨¢ en la creaci¨®n de un estilo de vida regido por el sentido com¨²n, y no por las leyes de un mercado que, demasiadas veces, basa su negocio en enga?os como el de la obsolescencia programada. Muchos creen que la econom¨ªa participativa sirve s¨®lo para subsistir, y no es as¨ª. Se puede hacer dinero sin derrochar recursos¡±, sentencia. No en vano, el a?o pasado ingresaron m¨¢s de 200 millones de wones (unos 150.000 euros), y su facturaci¨®n crece m¨¢s del 20% anual. ¡°No somos una ONG, queremos tener beneficios como cualquier otra empresa, pero lo que nos diferencia es la forma en la que los obtenemos¡±, sentencia Ahn.
Muchos consideran que la econom¨ªa colaborativa da?a intereses econ¨®micos, pero se est¨¢ demostrando que no? Kwon Nanshil, directora de Creative Commons Korea
De hecho, a la hora de dar su aprobaci¨®n para que una empresa entre a formar parte de La Ciudad que Comparte y pueda acogerse a los diferentes incentivos del proyecto, adem¨¢s de exigir el cumplimiento de ciertos requisitos t¨¦cnicos -como que sea una Pyme-, CCKorea tambi¨¦n tiene en cuenta el valor social de las propuestas que recibe. As¨ª, entre las iniciativas que han recibido el visto bueno se encuentran algunas tan peculiares como las de Church Plus ¡ªque hace un inventario de las iglesias que apenas tienen actividad y las ofrece para ceremonias de todo tipo a un precio mucho m¨¢s econ¨®mico¡ª, Kiple? ¡ªque organiza la compraventa de ropa de ni?o que se ha quedado peque?a¡ª, o E-Labour Sharing ¡ªque pone en contacto a sus usuarios para el intercambio de trabajo¡ª.
Pero el Ayuntamiento reconoce en el acta fundacional del proyecto que ¡°existen conflictos entre el sector de la econom¨ªa colaborativa y las industrias y leyes existentes¡±, y subraya que ¡°tanto la fiscalidad de los servicios como los seguros que los cubren son problemas que todav¨ªa no han sido resueltos por completo¡±. La responsable del CCKorea reconoce que hay fricciones con las empresas del sector tradicional. ¡°De momento, las compa?¨ªas que han surgido no son lo suficientemente grandes como para que representen una amenaza. Pero s¨ª que hay casos, como Uber o AirBnb, que provocan muchas suspicacias entre las empresas de taxi o los hoteles. No obstante, consideramos que al proteccionismo se debe anteponer siempre el bien social¡±.
Jiyoung Hong tambi¨¦n lo cree as¨ª. Dirige SoCar, una empresa de autom¨®viles compartidos que naci¨® cuando se puso en marcha el plan para convertir a Se¨²l en la capital mundial de la econom¨ªa colaborativa. Ahora dispone de casi 1.500 veh¨ªculos que est¨¢n estacionados en 600 plazas de parking de la ciudad para que sus m¨¢s de 400.000 usuarios puedan utilizarlos cuando los necesiten. ¡°Los reservan con el m¨®vil, que sirve tambi¨¦n para localizar el veh¨ªculo e incluso para abrir su puerta, pagan por tramos de 10 minutos, y el viaje ha de ser de ida y vuelta¡±, explica Jiyoung. ¡°As¨ª, pueden disfrutar de la libertad que da un coche sin tener que adquirir uno¡±, explica.
Con este modelo que tiene mucho tir¨®n entre comerciales, propietarios de tiendas, y solteros que tienen una cita, SoCar ha crecido de forma exponencial. Ya da trabajo a medio centenar de personas y est¨¢ a punto de trasladarse a una oficia m¨¢s amplia. ¡°Esperamos, adem¨¢s, que el Gobierno cambie este a?o la legislaci¨®n de transporte, que data de hace casi medio siglo, para que se permitan servicios similares a los que prestan empresas como Blablacar. As¨ª continuaremos nuestra expansi¨®n¡±, a?ade. Porque, aunque el proyecto de Se¨²l se ha convertido en objeto de estudio en diferentes pa¨ªses, Jiyoung considera que ¡°la econom¨ªa colaborativa todav¨ªa est¨¢ en su infancia en Asia¡±. El problema, apostilla, ¡°radica en una mentalidad excesivamente consumista fruto quiz¨¢ de un desarrollo econ¨®mico muy r¨¢pido¡±.
Ese es, quiz¨¢, el cambio m¨¢s complejo de los que quiere provocar ¡®La Ciudad que Comparte. ¡°Los coreanos hemos perdido la facilidad para compartir que tuvimos anta?o, cuando se acu?aron los t¨¦rminos poomasi ¡ªintercambio de mano de obra¡ª y dure ¡ªcooperativa de agricultores¡ª¡±, se lamenta Kwon en la sede de CCKorea. ¡°Por eso, tan importante como crear empresas sociales es dar a conocer lo que hacen para que el p¨²blico se interese¡±. As¨ª, el primer domingo de junio Creative Commons organiza el Sharing Day, en el que no s¨®lo se celebran seminarios y conferencias sobre la econom¨ªa colaborativa sino que tambi¨¦n se llevan a cabo actividades sociales como una gran comida comunitaria entre las personas que viven solas.
En La biblioteca viva, gente de m¨¢s de 65 a?os comparte las experiencias que ha ido acumulando durante su vida
Por otro lado, CCKorea trabaja con diferentes comunidades empobrecidas para implementar medidas que alivien sus problemas econ¨®micos: desde abrir al p¨²blico las plazas de aparcamiento que est¨¢n vacantes en las urbanizaciones privadas para obtener capital que luego se invierte en el adecentamiento de sus edificios, hasta la puesta en marcha de huertos comunitarios. ¡°El Gobierno trata de que la econom¨ªa colaborativa tenga el mayor impacto posible en la poblaci¨®n m¨¢s desfavorecida. As¨ª, por ejemplo, ha lanzado un programa para que estudiantes que necesitan piso alquilen habitaciones a precios muy inferiores a los del mercado en casas de personas mayores que viven solas y que necesitan compa?¨ªa. Sabemos que la soledad es uno de los elementos que m¨¢s influyen en la elevada tasa de suicidio de ancianos ¡ªel 50% de las viviendas est¨¢n ocupadas por una o dos personas¡ª, y creemos que esto puede ayudar a reducirla¡±.
Muy interesante resulta, precisamente, el trabajo que lleva a cabo CCKorea con la Tercera Edad. De hecho, con sus miembros ha puesto en marcha La biblioteca viva, en la que gente de m¨¢s de 65 a?os ¡°que es como un libro¡± comparte en lugares p¨²blicos un bien intangible pero muy valioso: las experiencias que ha ido acumulando durante su vida. ¡°Ya hemos organizado unos 2.500 eventos de este tipo con m¨¢s de 24.000 personas que hacen part¨ªcipe al p¨²blico de esas fascinantes historias que los nietos siempre han querido escuchar de sus abuelos, y que forman parte de nuestro patrimonio hist¨®rico. Ponerlas en com¨²n no s¨®lo ayuda a mantener viva la memoria colectiva, tambi¨¦n es un apoyo a gente mayor que, en demasiadas ocasiones, tiene que luchar contra la soledad¡±, cuenta Sumi Park, empleada de CCKorea.
Finalmente, aunque son minor¨ªa, en La Ciudad que Comparte tambi¨¦n hay organizaciones sin ¨¢nimo de lucro. The Open Closet (El armario abierto) es una de las m¨¢s interesantes: alquila trajes donados por quienes ya no los van a utilizar. Sobre todo son atuendos formales que los reci¨¦n licenciados tienen que vestir para acudir a entrevistas de trabajo. ¡°En esta sociedad tan estricta est¨¢ claramente estipulado como tiene que ser el traje, pero su precio puede superar los 400 euros y, como sucede con los vestidos de boda, luego no se utiliza. Muchos no pueden permit¨ªrselo¡±, explica su fundador y presidente, Man Han-Il.
¡°Funcionamos de dos formas: la m¨¢s habitual, sobre todo para los habitantes de la capital, consiste en reservar online una cita en nuestro local y venir para elegir un traje con la ayuda de un asesor que tiene en cuenta la empresa o la situaci¨®n en la que se va a utilizar. Otra, para quienes no residen en Se¨²l, pasa por tomarse medidas en casa, mandarlas a trav¨¦s de la web junto al motivo para el que se solicita el traje, y elegir entre las posibilidades que se le ofrecen. La ropa se env¨ªa y se recibe por correo¡±. Para este a?o Han espera tener lista una base de datos con todos los conjuntos y estilos ¡ªque cuestan siempre lo mismo independientemente de su calidad¡ª accesible desde cualquier dispositivo m¨®vil, y ya est¨¢ abierto a la exportaci¨®n de su idea.
¡°Adem¨¢s, no nos conformamos con el hecho de compartir lo material. Cada traje incluye tambi¨¦n la historia de quien lo compr¨®, que suele contar c¨®mo fue su experiencia y c¨®mo termin¨® consiguiendo el trabajo. Y es algo que consideramos muy importante porque sirve para dar coraje a quien lo viste despu¨¦s¡±, a?ade Han-il, que aplaude la valent¨ªa del Gobierno al lanzar el proyecto. ¡°La econom¨ªa colaborativa es una f¨®rmula muy efectiva para evitar el derroche de recursos y un modelo efectivo para la redistribuci¨®n de la riqueza, pero hay muchos poderosos a los que no les interesa que triunfe porque ven peligrar los ping¨¹es beneficios que logran haciendo enfermar a la sociedad¡±.
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