Encendida loa a los bares
El bar espa?ol es un lugar a donde van las familias con los ni?os, una especie de modesta iglesia laica comunal
Hace un par de semanas cerraron de la noche a la ma?ana y sin aviso previo el caf¨¦ Comercial de Madrid, uno de los locales m¨¢s emblem¨¢ticos de la ciudad. Inaugurado en 1887, llevaba casi 130 a?os siendo lugar de encuentro y cobijo de varias generaciones de espa?oles. ?C¨®mo es posible que puedan cerrar de repente una joya as¨ª? ?C¨®mo es que no est¨¢ protegido y ayudado por la Comunidad, por el Ayuntamiento? Yo tambi¨¦n fui asidua del Comercial hace mucho tiempo, durante los ¨²ltimos a?os del franquismo.
Yo tambi¨¦n fui asidua del Comercial hace mucho tiempo, durante los ¨²ltimos a?os del franquismo
En aquellos d¨ªas agitados previos a la Transici¨®n, el caf¨¦ se puso de moda entre los j¨®venes m¨¢s o menos peludos y hippiosos, de modo que all¨ª nos junt¨¢bamos sin ning¨²n problema una colecci¨®n de ancianos vetustos arrimados a los veladores de m¨¢rmol como g¨¢rgolas y una marabunta de veintea?eros con melenas y barbas enmara?adas, pantalones de campana y faldas floridas, servidos con la misma imperturbable profesionalidad por una legi¨®n de camareros formidables.
Esa mezcolanza extrema y pac¨ªfica era una de las se?as de identidad del Comercial: siempre fue un lugar de intercambio y convivencia. Hace un par de meses volv¨ª por all¨ª y todo segu¨ªa exactamente igual: las mismas mesas, las mismas sillas, el mismo manso sol atravesando los ventanales y estanc¨¢ndose en el suelo. Estoy segura de que a¨²n quedaba alg¨²n fot¨®n de la luz de 1887 pegado al m¨¢rmol. Hace dos meses, el ¨²nico cambio que pude apreciar en el lugar era que yo empezaba a gargolizarme.
La escritora Cristina Fern¨¢ndez Cubas tiene un hermoso libro de memorias titulado Cosas que ya no existen. Qu¨¦ acierto de frase: es verdad que envejecer es, entre otros fastidios, asistir a la desaparici¨®n progresiva del mundo. Se van perdiendo calles, fuentes, cines, bares, jardines. Incluso pueblos enteros, tragados por un pantano o por un terremoto. Se van perdiendo personas, que es lo peor de todo. Y la realidad se va borrando y transformando. Puedes volver a hacer tuyos los nuevos lugares, por supuesto, e incluso disfrutarlos intensamente. Pero los espacios perdidos empiezan a acumularse en tu memoria como muebles viejos. Toda una geograf¨ªa paralela, cubierta por el fino polvo del recuerdo.
La desaparici¨®n del Comercial, en fin, es una ausencia clamorosa que va a ser llorada por much¨ªsima gente. Y es que los bares son la piedra esencial de la cultura espa?ola. Nuestra se?a de identidad m¨¢s evidente no son las sevillanas ni el baile flamenco ni la Semana Santa ni el sol ni la siesta ni por supuesto los toros, que s¨®lo son apoyados por un 35% de la poblaci¨®n. No, se?ores: la identidad nacional se expresa esencialmente en nuestro amor a los bares. Hay 350.000 establecimientos de hosteler¨ªa en Espa?a, lo que supone uno por cada 132 habitantes.
Cerca del 30% de los espa?oles le dejar¨ªan al camarero las llaves de su propia casa
El doble que la media de la UE. Durante mucho tiempo fuimos el pa¨ªs con m¨¢s bares y caf¨¦s per c¨¢pita de la Uni¨®n, hasta que entr¨® Chipre y nos desbanc¨®. Por desgracia, tambi¨¦n aqu¨ª se nota la crisis; en los ¨²ltimos a?os han cerrado 50.000 establecimientos y las ventas han ca¨ªdo un 22%. Aun as¨ª, los espa?oles todav¨ªa invertimos el doble en restauraci¨®n que la UE: un 15% de los gastos de consumo frente a un 7%. Y, la verdad, no creo que por ello seamos unos manirrotos ni unos irresponsables¡ O no m¨¢s que la media de los humanos.
Porque lo que de verdad indican estos datos es la importancia crucial que el bar tiene en nuestras vidas. Es toda una instituci¨®n, el centro en torno al cual pivota nuestra vida social. Har¨¢ un par de a?os, Coca-Cola realiz¨® un estudio sobre el tema en Espa?a y obtuvo unos resultados despampanantes. Como, por ejemplo, que m¨¢s de dos tercios de los espa?oles conocen el nombre del camarero de su bar favorito. Pero a¨²n hay m¨¢s: cerca del 30% le dejar¨ªan al camarero las llaves de su propia casa como muestra de confianza.
Y es que los bares y caf¨¦s sirven para todo tipo de recados y encomiendas: se dejan y recogen llaves, paquetes, cartas, avisos. Son como una oficina de correos, una central de mensajer¨ªa, una conserjer¨ªa del barrio. Resulta muy dif¨ªcil explicar a los extranjeros, sobre todo a los anglosajones, tan puritanos respecto al alcohol, que el bar espa?ol no tiene nada que ver con esos tugurios de perdici¨®n que ellos imaginan; que, por el contrario, es un lugar a donde van las familias con los ni?os, el techo bajo el que se re¨²nen los vecinos, una especie de modesta iglesia laica comunal (seg¨²n la Coca-Cola, el 36% de los espa?oles va habitualmente a los bares, es decir, los frecuenta varias veces a la semana, mientras que s¨®lo hay un 13% que asiste a misa todos los domingos). Con esa entusiasta y arraigada querencia al bar, ?c¨®mo no vamos a llorar al Comercial?
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