Una telenovela de comentario social
Sigo siendo escribidor, pero, eso s¨ª: solo de art¨ªculos de prensa que no maten a nadie
En mis tiempos de escribidor de telenovelas llegu¨¦ a ser conocido como M¨ªster 20 Cap¨ªtulos.
La raz¨®n es que no ten¨ªa el talante ni el fuelle ni la musculatura ni el riego sangu¨ªneo necesarios para escribir 120 episodios de 44 minutos cada uno sin que me invadiera, primero el tedio y, m¨¢s tarde, la abominaci¨®n de un oficio donde los graf¨®manos resueltos llevan ventaja sobre nosotros, los contemplativos inseguros.
Aunque me est¨¦ mal el decirlo, sol¨ªa yo tener muy buenas arrancadas. Arrancadas dignas de un caballo ¡°cuarto de milla¡± pero, ?ay!, al acercarme al vig¨¦simo cap¨ªtulo, una disfunci¨®n mental, una astenia de los sesos se apoderaba de m¨ª, impidi¨¦ndome echar adelante esa invariable invenci¨®n llamada telenovela. Entonces ven¨ªa el frenazo: no se me ocurr¨ªa nada, y lo peor era que sab¨ªa de antemano que, en lo sucesivo, no se me ocurrir¨ªa nada. La tasa decreciente del suspenso se convirti¨® en mi sello de autor hasta que, ya agotada al parecer mi veta imaginativa, ¡°la industria¡± me puso en la mira para liquidarme. La comidilla del gremio era que la hoy expropiada Radio Caracas?TV no renovar¨ªa mi contrato como guionista.
Corr¨ªa el segundo per¨ªodo constitucional de Carlos Andr¨¦s P¨¦rez que hab¨ªa comenzado, fat¨ªdicamente, con los sangrientos motines y saqueos del caracazo, en febrero de 1989, para ser seguidos de una grave crisis pol¨ªtica. Otro febrero, el de 1992, trajo consigo el fallido golpe militar que catapult¨® la carrera pol¨ªtica de Hugo Ch¨¢vez. Dos meses m¨¢s tarde sal¨ªa al aire Por estas calles, mi telenovela de ¡°comentario social¡±.
Mi pereza proverbial hall¨® castigo en aquel culebr¨®n que se prolong¨® mucho m¨¢s all¨¢ de mis habituales 20 cansinos episodios: sus 627 cap¨ªtulos se mantuvieron en el aire, en horario estelar, durante m¨¢s de dos a?os: un r¨¦cord hispanoamericano. A¨²n hoy, parte de la vieja clase pol¨ªtica venezolana, desplazada por completo por el tsunami Ch¨¢vez, me acusa de haber alentado con Por estas calles el sentir antipol¨ªtico que, sin duda, movi¨® el voto popular en favor del chavismo en 1998.
Mi personaje exterminaba atracadores, asesinos, narcos, estafadores, violadores, jueces venales y pol¨ªticos corruptos
La verdad, aquel culebr¨®n trajo consigo algunas novedades formales: la pareja protag¨®nica, por ejemplo, era negra ¡ªo ¡°afrodescendiente¡±, como dicen ahora los progres del mundo¡ª, y los dos personajes m¨¢s populares no eran, en absoluto, figuras edificantes. Uno era un pobret¨®n llamado Eudomar Santos, un malviviente lujurioso y dicharachero, un mantenido cuyo lema existencial se convirti¨® en el improvidente santo y se?a de la Venezuela pospetrolera: ¡°Como vaya viniendo, vamos viendo¡±. El otro era un asesino en serie: ¡°El hombre de la etiqueta¡±.
El hombre de la etiqueta, antiguo comisario de polic¨ªa que, exasperado por la impunidad criminal y afectado por el asesinato de sus hijos, ajusticiaba delincuentes que ten¨ªa por irrecuperables. Harry, el Sucio, en Caracas. Actuaba solo, sin c¨®mplices, y obligaba a sus v¨ªctimas a colocarse en el dedo gordo del pie una etiqueta de las que usan en la morgue para identificar los cad¨¢veres. En la etiqueta, la v¨ªctima apuntaba sus pecados. Mi personaje exterminaba atracadores, asesinos reincidentes, narcos, estafadores, violadores, jueces venales y pol¨ªticos corruptos. El p¨²blico lo adoraba, igual que yo. Hasta que, en la vida real, apareci¨® un copi¨®n: un desequilibrado mental, un copycat que, actuando en solitario, le peg¨® varios tiros de rev¨®lver a Antonio R¨ªos, presidente de la central de trabajadores de Venezuela.
El sindicalista, se?alado como corrupto por la gran prensa, un¨¢nimemente antipol¨ªtica, salv¨® la vida milagrosamente y la captura del agresor fue posible porque ¨¦ste se demor¨® en echar a andar su motocicleta: la hab¨ªa encadenado a un poste de alumbrado para evitar que se la robasen mientras iba a asesinar al sindicalista. La polic¨ªa hall¨® en sus bolsillos etiquetas similares a las usadas por el ¡°justiciero¡± de mi telenovela. Algunas de ellas rubricadas por un imaginario ¡°frente bolivariano¡±, regenerador de la moral p¨²blica.
La lancinante convicci¨®n de que la telenovela me hizo coautor intelectual de aquel atentado facilit¨® la decisi¨®n de renunciar p¨²blicamente a la altura del episodio 218. Un equipo de escribidores sigui¨® a cargo del culebr¨®n antipol¨ªtico.
Sigo siendo escribidor, pero, eso s¨ª: solo de art¨ªculos de prensa que no maten a nadie.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.