Los ¡®top manta¡¯, el eslab¨®n visible de una larga cadena
La muerte de un senegal¨¦s en Salou hace emerger una realidad que tiene muchas aristas
La investigaci¨®n judicial deber¨¢ esclarecer si hubo alg¨²n tipo de abuso policial en la muerte de Mor Sylla, un senegal¨¦s que llevaba 15 a?os en Espa?a y muri¨® al caer desde un tercer piso en una operaci¨®n de los Mossos d¡¯Esquadra contra el top mantaen Salou. El suceso ha hecho aflorar una realidad que muchas veces mir¨¢bamos sin querer ver. S¨®lo en Salou hay varios miles de inmigrantes que viven de la venta ilegal, muchos de ellos senegaleses que, tras la muerte de su compatriota, han decidido hacerse visibles en unas protestas que se han extendido a la ciudad de Barcelona.
Desde el punto de vista jur¨ªdico, el top manta es un comercio ilegal que hay que perseguir. De eso no hay duda. Es una actividad il¨ªcita que entra en colisi¨®n con el comercio que cumple y paga sus impuestos. Es tambi¨¦n una ocupaci¨®n ileg¨ªtima del espacio p¨²blico, que resulta a veces agobiante por la proliferaci¨®n de vendedores, y perturbadora por la imagen de descontrol que proyecta. Pero en el top manta hay tambi¨¦n una realidad social que no se puede ignorar. Esa manta en el suelo repleta de objetos falsificados es s¨®lo el ¨²ltimo eslab¨®n de una cadena, y el hombre normalmente joven, bien aseado y de aspecto saludable que se acurruca dispuesto a salir corriendo en cualquier momento, es sin duda un transgresor de la ley, pero tambi¨¦n la v¨ªctima necesaria de un sistema que explota su extrema vulnerabilidad. No es el joven de la manta el que ha fabricado los falsos bolsos de Prada o las falsas gafas Ray-Ban; no es ¨¦l quien los ha introducido en el pa¨ªs y tampoco quien ha montado las redes de transporte y almacenamiento que surte a los miles de vendedores que, para poder vender, han de pagar antes el g¨¦nero a un precio que no deciden y cuyo importe pierden si tienen la mala suerte de ser decomisados. Toda esa log¨ªstica no se decide en los pisos de literas calientes que los vendedores comparten por turnos. Esa log¨ªstica se decide en despachos con un buen sistema de aire acondicionado.
El suceso de Salou ha mostrado que muchos de ellos, como el propio Mor Sylla, se han visto abocados al top manta despu¨¦s de haber tenido un trabajo estable; que han tenido papeles y que algunos siguen teniendo un permiso de residencia que temen perder si son detenidos. Estos d¨ªas han mostrado su dignidad herida, a veces con rabia. Admiten que incumplen la ley, pero dicen que no tienen otra opci¨®n. Podemos creerlos o no, pero pocos querr¨ªan ponerse en su piel para comprobarlo. En cambio, quienes han comprado a 50 euros unos rolex que lucir¨¢n como si hubieran pagado 3.000, s¨ª que ten¨ªan opci¨®n: pod¨ªan no participar. En tanto que compradores de un producto falsificado, son tambi¨¦n transgresores, pero no son tratados como tales.
Podr¨ªamos seguir esta disquisici¨®n hablando de las otras v¨ªctimas, las marcas objeto de falsificaci¨®n, a quienes se causa un grave perjuicio econ¨®mico. Pero adem¨¢s de esa obviedad, habr¨ªa tambi¨¦n mucho que decir, por ejemplo, sobre la diferencia entre el valor de uso y el valor de ostentaci¨®n en una sociedad consumista que mide la val¨ªa de las personas por las etiquetas que llevan puestas.
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