Ese amor caliente, suave y animal
La vida interesa. Y la vida de los otros nos?interesa much¨ªsimo, quiz¨¢ como espejo para entender la?nuestra
De vacaciones en el extranjero, veo en televisi¨®n una serie de canales especializados en programas de reality. Algunos son bastante curiosos y est¨¢n a medio camino del reportaje y del voyeurismo. La vida interesa. La vida de los otros nos interesa much¨ªsimo, quiz¨¢ como espejo para entender la nuestra. En el fascinante ensayo sobre la identidad No hay dos iguales, de Judith Rich Harris (Ed. Funambulista), la autora sostiene que, durante la evoluci¨®n de nuestra especie, nos ha sido de suma utilidad conocer las motivaciones de los individuos, para as¨ª poder inferir si pod¨ªamos confiar en ellos o no, aparearnos o no, colaborar con ellos o temerlos. Y as¨ª, Harris propone convincentemente la teor¨ªa de que nuestro cerebro est¨¢ equipado con un mecanismo especial para recoger informaci¨®n sobre las otras personas, como eficaz estrategia para el triunfo gen¨¦tico. Nuestra curiosidad incansable por el vecino provendr¨ªa de ah¨ª. El cotilleo como herramienta evolucionista.
Volviendo a los canales de reality, resulta interesante comprobar que esta temporada todos parecen cultivar el mismo fil¨®n: el de la necesidad (y la dificultad) de amar. Un programa se llama The Undateables (los no ligables), y trata de los problemas de relaci¨®n de gente situada en los extremos sociales por alguna raz¨®n f¨ªsica o ps¨ªquica: un chico muy feo (verdaderamente feo, deforme), un autista, una discapacitada mental, un muchacho con s¨ªndrome de Tourette, que le hace soltar palabras obscenas a gritos sin poder evitarlo¡ Si los protagonistas de esta serie son obviamente diferentes a la mayor¨ªa, en un programa de otra cadena se habla de los que, pareciendo exactamente iguales a los dem¨¢s, ocultan, sin embargo, un secreto que les averg¨¹enza y les impide establecer relaciones ¨ªntimas. Por ejemplo, una muchacha muy atractiva, pero alop¨¦cica, totalmente calva y sin pesta?as ni cejas; aunque pintada y con peluca resulta espectacular, no se atreve a mostrar su verdadero yo. O una mujer joven que padece hiperhidrosis, es decir, exceso de sudoraci¨®n. En fin, esas mochilas de piedras con que nos carga la vida.
Que los humanos necesitamos amar y ser amados es una evidencia
Ambos programas son bastante respetuosos y bastante sobrios, m¨¢s all¨¢ de la peque?a incomodidad que produce ver la intimidad de los otros al descubierto. Y tambi¨¦n son profundamente conmovedores, sobre todo el primero, porque muestra c¨®mo la fuerza del amor (de la necesidad de amar, para ser m¨¢s exactos) se abre paso a trav¨¦s de las dificultades con la misma tenacidad con la que un hierbajo acaba rajando un suelo de hormig¨®n. Los discapacitados se emparejan, los distintos se encuentran e inevitablemente se enamoran. Hace a?os escrib¨ª un cuento titulado La gloria de los feos que hablaba de un chico y una chica especiales que eran el hazmerre¨ªr del barrio y que, al crecer, un d¨ªa se topaban por casualidad al doblar una esquina y ca¨ªan rendidos el uno en brazos de la otra. La pura, intensa, sanadora felicidad de saberse querido. The Undateables es as¨ª. Es una serie pr¨®diga en peque?os milagros.
Que los humanos necesitamos amar y ser amados es una evidencia que nadie discute, pero, con el tiempo, he empezado a pensar que esa necesidad ocupa un lugar mucho m¨¢s importante en nuestras vidas de lo que se piensa. Casi me atrever¨ªa a decir que es en realidad lo que mueve el mundo; y no hablo s¨®lo del amor sentimental, que es esencial, sino tambi¨¦n del amor entre pares, de sentirse querido y aceptado por el entorno. Tal vez al final todo se reduzca a eso; tal vez uno ans¨ªe el poder para ser amado (o al menos temido, si no consigues que te quieran); tal vez detr¨¢s de las guerras, del terrorismo, de los asesinatos aniden en ¨²ltima instancia patolog¨ªas relacionadas con esa falta de amor. M¨¢s un ingrediente imprescindible de crueldad, por supuesto; es decir, para matar por falta de amor hace falta tambi¨¦n ser un malvado.
Somos animales sociales, en cualquier caso, y necesitamos el afecto de la horda. Estos d¨ªas he visto otro documental de televisi¨®n sobre un tornado de 2011 que destroz¨® el centro de Joplin, Missouri (Estados Unidos), destruyendo 7.500 casas y causando 161 v¨ªctimas. Una veintena de personas se cobijaron en el peque?o almac¨¦n refrigerado de cervezas de una gasolinera y alguien rod¨® un v¨ªdeo. Mientras el tornado destruye la gasolinera, arranca el techo de la c¨¢mara frigor¨ªfica y dobla las paredes, los refugiados, que al final salvaron la vida, pero creyeron llegado su final, lloran, chillan y llaman a Dios. Y se oye la voz de uno que repite a gritos claramente: ¡°?Os quiero! ?Os quiero a todos!¡±. En las puertas de la muerte, ese hombre hall¨® consuelo en el afecto por esos otros 20 desgraciados, seres desconocidos, pero hermanos de especie. Ah, ese amor caliente, borroso, suave y animal que nos da la vida.
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